I. Locura Juvenil.

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Como cualquier otro día normal, me hubiese despertado yo mismo a la hora que yo quisiera, ya que era sábado, pero, no fue así.  Eran las dos de la tarde —sí, soy muy flojo—, me despertó el insistente llamado a mi celular que me hizo pegar un brinco de la cama, ya que lo tenía a todo volumen y debajo de la almohada. Cuando mis ojos se abrieron por completo, logré visualizar en la pantalla un nombre que hizo que mis ojos se abrieran aún más.

                                                                                              

«Llamada entrante de Aisha B.» Contesté la llamada con un miedo en mi pecho.

— ¿....Si?

—¡¡Azael!! —su grito al otro lado de la línea me ensordeció.

— ¿qué, qué pasa? —pregunté colocándome una mano en la cabeza.

— ¿dónde rayos estás? ¡Se supone que tú y Theo tendrían que estar aquí hace diez minutos! Peter está molesto, en especial contigo. —dijo, habló tan rápido que apenas pude entender mitad de todo lo que dijo.

— ¿estar en dónde? ¿De qué hablas? —pregunté frunciendo el ceño.

—No puedo creerlo. —dijo con reproche.

— ¿qué?

—Lo olvidaste.

— ¿olvidar qué?

— ¡háblale a Theo y vengan hacia acá si no quieres que tus primogénitos sufran una desgracia antes de haber venido al mundo! —colgó.

Yo no estoy entendiendo nada. No sé por qué Aisha está tan alterada. Ya sé por qué Peter está molesto —los perros—, pero, no entiendo que olvidé. Busqué en mis contactos a Theo y marqué a su celular. Al tercer tono contestó.

—Estás llamando al celular de Theo, por favor deje su mensaje después del...

—Theo, sé que eres tú, deja de hacerte el gracioso. Estamos en problemas.

—Oh rayos —farfulló— bueno, ¿ahora qué ocurrió? —preguntó con un suspiro.

—no lo sé, dime tu, Aisha acaba de llamarme diciéndome que vamos diez minutos tarde.

— ¿diez minutos? ... ¿Para qué? —al parecer Theo estaba igual, o peor que yo.

— ¡no lo sé! ¡Dímelo tú! Aisha casi llora por teléfono cuando le dije que no recordaba.

— ¡Oh Dios no! ¡Azael, lo olvidé! Aisha va a matarnos. —exclamó de repente.

— ¡¿POR QUÉ?! —grité, estaba comenzando a alterarme de no enterarme qué pasaba.

—Paso por ti en tres minutos, si no estás listo cuando llegue, voy a dejarte. Ya valimos.

—colgó.

Pegué un bufido y tiré el teléfono, en primera no sabía qué era eso tan importante, me está dando jaqueca.

Salí de la cama y corrí hacia el baño, me lavé la cara y los dientes, me peiné un poco el cabello con las manos mientras lo humedecía con agua, salí y busqué ropa en mi armario, saqué unos jeans desgastados azules y una camiseta azul manga larga. Me puse mis converse negros y tomé mis llaves, mi billetera, el celular y salí de mi habitación. Bajé las escaleras corriendo. Se escuchaba como el galope de un caballo endemoniado. Cuando abrí la puerta mamá llamó mi atención.

364 días con Ella ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora