Dance Zombie

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FengQing

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El AR-15, tan fiable y manipulable fue disparado de manera precisa, impactando las balas de pequeño calibre en el centro de la cabeza del enemigo. El cuerpo cayó inerte sobre el lodo que cubría el poco pasto que quedaba en esa parte del bosque. Mu Qing se colgó a la espalda el fusil, pasando a lado del otro que había sido bañado de sangre al momento del disparo. Con una de sus botas de estilo militar, Mu Qing sacudió el cráneo para después aplastarlo sin la menor contemplación.

Sus ojos oscuros se centraron en los alrededores, muy probablemente en la dirección contraria a la que iba. Feng Xin salió de su estupor cuando miró marchar al idiota con ese andar tan grácil del cual era gala, hacia un lugar seguro. Contrajo su rostro en una mueca de desagrado, ni una palabra cruzaron ambos hombres. Mu Qing seguía ignorándolo como siempre. Feng Xin por supuesto no iba a darle las gracias.

Fue entonces que decidió seguirlo, pues los disparos atraerían más cosas de esas. Lo mejor era estar acompañado por mucho que le desagradara estar con su compañero.

Logró alcanzarlo.

Feng Xin se debatía entre darle las gracias o decir cualquier comentario mordaz, pero recordó que el general Xuan Zhen, como se le conocía anteriormente, no estaba por la labor. Mu Ying no tenía mucho de haber muerto. Esa desagradable cría que tanto detestó en vida y que había terminado sucumbiendo ante la fiera mordida de uno de los podridos.

Lo mismo le hubiese pasado a él momentos antes sino fuese por la intervención del hombre que pasaba de él.

-No tienes que darme las gracias. Aún así, eres un idiota por haberte descuidado.

-Que más quisieras que hubiese terminado como tu hermana. -El semblante inexpresivo del general pasó por un leve temblor, una contracción en su quijada y en aquellos labios que Feng Xin detestaba.

-Siento que hayas perdido a tu amante, al menos antes ella te chupaba la mierda, ahora nos la tenemos que tragar todos.

Lo odiaba.

Se odiaban.

Feng Xin no le perdonaba a Mu Qing que Jian Lan hubiese muerto defendiéndolo. El odio de Mu Qing se debía a que por culpa de Feng Xin, el hogar que habían construido en Xian Le, había sido infestado por los malditos podridos y en aquella huida había perdido a lo único que le quedaba de familia: su hermana.

-Ya te encantaría chupármela.

Mu Qing lo ignoró, siguiendo sus pasos lejos de la tempestad que pronto se sembraría en aquellas tierras infestadas. En su camino encontraron una cabaña vieja, muy descuidada. Lo primero que hicieron fue asegurarse que no hubiese nadie más que ellos, al menos podrían pasar esa noche lejos de los disturbios del nuevo campamento y de la horda que probablemente ya estaría llegando al lugar que habían dejado atrás.

Los rifles cayeron a cada lado del cuerpo del menor, sentándose en el suelo desprovisto de algo cómodo. Cuando el silencio perturbó sus pensamientos se dio cuenta que la herida en su pierna volvía a sangrar. Feng Xin descubrió la mueca de dolor en aquel rostro que aborrecía, y si, que era hermoso a ojos de cualquiera, incluso a sus propios ojos. Nunca había puesto en duda la belleza del general, aquel joven de veintitrés años que había sido adoptado a muy temprana edad.

-Se te puede infectar.

-¿Crees que no lo sé? -Un quejido y su rostro se encontró con el rostro contrario. Feng Xin se acercó para evaluar la herida que seguramente había sido ocasionada con una cuchilla de sierra del clan enemigo. 

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2023 ⏰

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