𝟘𝟙

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Estaba agotado, todo el trabajo, la presión de la prensa y las constantes exigencias de su entrenador y capitán de equipo al estar tan distraído lo tenían mal. Demasiado mal.

Le había dado insomnio, migraña, vómitos constantes, y un dolor de cuerpo que no se iba con nada.

Y desafortunadamente sabía que lo ocasionó.

El reencuentro con su abusador después de casi quince años, y no, no fue solo verlo, era estar todos los días con él, recibir miradas, toques, y comentarios que hacía que le dieran ganas de llorar.

Pero no podía.

Nadie creería que un señor respetable, con una familia y a la vez un esposo devoto haya abusado de un niño de once años cuando fue su maestro de deportes. Nadie, excepto los que lo vieron.

Un ejemplo, su hermano gemelo Osamu, pero solamente él, ni sus padres le creyeron, incluso cuando vieron todos aquellos moretones, mordidas y desgarradores llantos de su hijo mayor. Nunca confiaron en él.

Y así fue el resto de su vida, de ahí lo tomaron como un mentiroso que buscaba atención.

Otro que creyó en él y en su testimonio fue Kita, su ex capitán del equipo de la preparatoria.

Y solamente en ellos podía desahogarse, y de vez en cuando, porque no le gustaba hablar porque sentía que los estresaba. Y así más inseguridades fueron uniéndose a la lista.

Un lunes de invierno su capitán le ordenó que saliera un momento, estaba distraído y todos sus pases, movimientos e incluso comentarios eran erróneos.

El rubio fue con su carro a la cafetería de la pareja de su hermano, Tadashi, era un lugar donde se sentía seguro y cómodo, así que de vez en cuando iba a ese lugar a relajarse.

Era un poco lejos, si, pero estaba bien.

Tardó aproximadamente quince minutos y cuando llegó estaba vacío. Ni un alma estaba ahí. O eso creyó, ya que al entrar se encontró con la persona más radiante, hermosa, sinceramente algo inefable. 

Era un chico de aproximadamente uno con setenta centímetros, con cabello esponjoso, desalineado y de un color como el sol, no, más brillante e incluso colorido que el sol, una sonrisa que era tan luminosa que casi lo deja ciego, aquella ojos tan cálidos que tiempo después serían su perdición. Todo, todo en aquel hombre era perfecto y nadie lo sacaría de aquella opinión.

— ¡Bienvenido! ¿Puedo tomar su orden? —dijo aquel pelinaranja con una calidez que Atsumu no entendía cómo podría tenerla una persona.

— Ah sí, un latte vainilla, además de un pastel de red velvet con chocolate, oh, también quiero tu bebida favorita

— ¿Disculpe? —el joven hombre se quedó desconcertado.

— ¿Qué ocurre?

— ¿Cómo que mi bebida favorita?

— Fácil, quiero que agregues a mi orden específica la bebida que más te guste 

— ¿La mía? 

Atsumu tarareo en respuesta.

— Oh, claro, en un momento se la damos 

El rubio solo mostró una sonrisa.

Cuando el joven de cabello naranja y rizado pasó la orden a la cocina Atsumu le empezó a hablar.

— ¿Hace cuánto te contrataron? 

— Hace poquito, empecé la semana pasada —dijo tímido.

— Comprendo, oye, y ¿tienes pareja?

Si, Atsumu podría estar jodido pero su forma de coquetear nunca cambiaría.

𝕆𝕟𝕖-𝕤𝕙𝕠𝕥 𝕒𝕥𝕤𝕦𝕙𝕚𝕟𝕒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora