CAPÍTULO 1

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VIKTOR

In the shadow-Amy Stroup

Sus dedos entre los míos parecen pequeñas ramitas apunto de romperse si ejerzo un poco de presión. A pesar de mi piel fría, puedo sentir su propio frío, últimamente siempre está helada. La yema de mi pulgar acaricia el dorso de su mano una y otra vez, negándome a perder mi contacto con ella. Tiene el pelo esparcido sobre la almohada, formando pequeñas ondas a su alrededor. Tiene margaritas enredadas en el pelo, sin duda esto es obra de cierto vampiro, aunque yo sé que las favoritas de ella son las glicinias. No sé por qué tengo dicho conocimiento, solo lo sé. Tal vez siempre estaba observando más de lo que parecía. Me decía a mí mismo que solo lo hacía para controlarla, para vigilar al enemigo. La realidad distaba mucho de ser esa, sin saberlo la pequeña fiera que deambulaba por mi castillo se estaba metiendo bajo mi piel. No sé si estoy listo para aceptarlo.

Algo cambia en el aire o puede que solo lo crea yo, la cuestión es que cuando levanto la mirada de sus dedos pálidos y finos, sus ojos están abiertos y parecen menos perdidos. No quiero sentir la hinchazón de la esperanza en el pecho, sin embargo, la siento. Aprieto su mano suavemente y en el momento en el que me parece sentir su apretón de vuelta, me levanto de la silla abruptamente haciéndola caer hacia atrás.

—¿Sierra?

Sucede a cámara lenta, sus ojos se mueven hasta mirar los míos y no hace falta que diga nada para saber que hay reconocimiento en ellos. Mi agarre se vuelve fuerte y demandante.

—¿Sierra? —repito. —¿Puedes hablar?

Ahora, más fuerte que antes, despejando cualquier rastro de duda, sus dedos se envuelven entre los míos y aprieta con fuerza. Me desplomo sobre la cama a su lado, sintiendo que mi cuerpo no puede soportar mi peso una vez me lleno de alivio. Me acerco a ella, bebiéndome su imagen hasta que entierro el rostro en la curva de su cuello y aspiro su aroma, sintiendo que ahora que ella ha vuelto, las notas distintivas de su olor lo han hecho con ella. Donde antes solo estaba el ligero olor de las moras silvestres, ahora las siento tan fuertes que podría decir que están estallando en mi boca.

—¿Dónde estoy? —pregunta con la voz seca después de semanas sin uso.

—En la propiedad de Ciro. —me alejo de ella lo suficiente como para mirarle el rostro y enmarcarlo entre mis manos. —El idiota pensó que podía llevarte consigo. No te preocupes, volveremos al castillo. No vas a pasar más tiempo aquí.

Había sido todo un logro que Ciro me permitiese algunas visitas puntuales, alegando a que era la única persona capaz de revertir el estado de Sierra lo que posiblemente no fuese del todo falso y por supuesto, ha sido todo un milagro que Sierra haya decidido volver en una de esas visitas ¿cómo? Es algo que espero tener la ocasión de preguntar cuando estemos lejos de aquí.

La confusión se refleja en sus ojos y niega con la cabeza.

—No. —Se ahoga con las palabras. —No iré contigo.

—Te escuché ese día en el jardín, sé que te estaba empezando a gustar el castillo, incluso puede que te estuviese empezando a gustar yo. ¿Cómo puedes decir que no? ¿Prefieres quedarte con él? ¿Aquí? No estarás a salvo.

—Tampoco contigo. —gruñe. —Tú me hiciste esto.

Se señala a sí misma y el aspecto grisáceo de su piel me estremece de pies a cabeza. Sus ojos siempre han sido grises mas nunca vacíos, no para mí, y ahora no queda rastro de su brillo. Sus labios están resecos y pálidos, casi parece muerta. Trago saliva, viendo como sus ojos siguen el movimiento de mi nuez.

—No tenía otra opción.

—La tenías. Podrías haberme dejado matar a Ragna, casi la tenía.

—No. —Sacudo la cabeza. —Ella estaba jugando contigo, estaba esperando a que te agotaras o te mataras a ti misma, estabas fuera de control.

INQUEBRANTABLE +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora