Lyanna abría lentamente los ojos y vio que un hombre de traje rojo con bordados dorados caminaba con un bebé en sus brazos. Aunque sentía los ojos pesados, luchaba por mantenerlos abiertos y quería entender cómo había llegado a ese lugar.
—Mi Reina —escucho la voz gruesa y varonil de aquel hombre que caminaba hacia ella— has hecho un buen trabajo, Has dado al reino de Joseon a su heredero, y por eso serás recompensada —vio que en su rostro se formaba una sonrisa.
En ese momento, Lyanna se desmayó de nuevo. La pobre joven que huía de un matrimonio obligado había terminado en el pasado en circunstancias menos pensadas y, aún más, dando a luz.
Por su parte, el rey estaba muy feliz por tener a su hijo, finalmente habría paz con las facciones de Oeste y Sur que habían pedido la destitución de la reina al ver que no daba al reino el tan ansiado heredero.
El Rey Lee Ju Won observaba el descanso de su reina con quien apenas se llevaba bien. Era sabido por todos los nobles que su matrimonio, como muchos otros, había sido concertado desde que eran niños.
Observando que ella había vuelto a caer dormida, decidió retirarse llevando al pequeño príncipe, sin antes dar órdenes.
—Dejen que la Reina descanse, llevare a mi hijo a mis habitaciones —comunico, pero una de las doncellas se sorprendió.
— Su majestad, eso no es apropiado. El joven príncipe debe ir al Palacio del Este, ahí lo atenderán como es debido. Usted no debe preocuparse —lo decía con la mirada hacia el piso, era una doncella mayor.
—He dicho que lo llevare a mis habitaciones, envíen a la niñera a mi Palacio —dijo serio mientras salía con su hijo de aquella habitación, sin margen para una protesta por la doncella.
Corría el año 1480 y, como todo reino, tenía sus problemas internos. El más fuerte era que algunos deseaban destronar a la Reina Choi y no se detendrían si solo ella daba luz a un príncipe. Aunque el Rey no amaba a su Reina, no quería destituirla de su cargo. Sabía que, si eso pasaba, habría más problemas y que la facción Sur buscaría la forma de colocar a una nueva Reina que protegiera sus intereses, y que el equilibrio que había actualmente se desestabilizaría.
Internamente, el Rey agradecía que su Reina había dado un príncipe al cual, ahora, debería protegerlo de cualquier peligro. Si debía tenerlo a su lado, lo haría, aunque pareciera paranoico. No se fiaba de nadie en palacio, sabía que los sureños harían cualquier cosa por obtener más poder, sin importarles nada. Era por eso que había llevado a su pequeño hijo a su palacio, al menos hasta que la Reina estuviera consciente y pudiera cuidarlo.
Atravesó con su hijo en brazos la distancia que lo separaba de su palacio. Vio que las doncellas y eunucos lo miraban disimuladamente con las miradas hacia el piso.
PALACIO DE LA REINA VIUDA
Mientras él hacía eso, la noticia corría por el palacio de la reina viuda, quien estaba avanzada en edad y no tenía una buena relación con la reina. Ella siempre había manifestado su descontento con aquella joven arrogante, a la cual deseaba ver fuera del palacio.
—Reina Viuda, han llegado noticias que la reina ha tenido un príncipe que rebosa de excelente salud... —informaba contenta su dama principal, pero fue interrumpida.
—Ya era hora que pague todo lo bueno que ha obtenido de Palacio — contestó la reina viuda mientras bajaba el libro que estaba leyendo—. No sabe cuánto ha hecho sufrir a mi hijo. Su majestad casi la destituye por su falta de virtud para el gran reino de Joseon. Este hijo es el que la salvó de ser una vergüenza para su clan — respondió de manera seria y con un enojo palpable.
—Tiene toda la razón, reina viuda —dijo con tono serio su dama principal, quien estaba arrodillada ante ella, sin verla—. Ahora el rey podrá estar tranquilo en cuanto a tener un heredero.
—¡Reina viuda! —entró otra dama de la corte gritando horrorizada con lo que había oído.
—¡Dama Han! —gritó la dama principal—. ¡¿Cómo te atreves a entrar gritando, ante la reina viuda?!
—Perdóname, su majestad, perdóname —rogó mientras agachaba la mirada—. Es que acabo de oír algo inaudito.
La reina viuda vio con expectación lo que podría decir, pero la dama Han estaba buscando las palabras para decirlo, lo que la cansó y gritó:
—¡¿Te atreves a entrar gritando y no puedes decir qué fue lo que ha ocurrido?!, ¡habla de una vez! —exigió la reina viuda.
—Su majestad, lo que sucede es que —hizo una pequeña pausa y alzando con temor la mirada dijo—, su majestad llevó al pequeño príncipe a sus habitaciones, no dejó que fuera llevado al palacio del Este, como dictan las costumbres. Además, pidió que enviaran a la niñera a su palacio —narró rápidamente.
—¡Tanto escándalo haces por eso! —respondió la reina viuda que restó importancia a esos detalles—. Es comprensible que mi hijo quiera estar cerca de su único heredero. Nadie tiene por qué criticarlo —dijo esto mirando con seriedad a ambas, quienes apenas la miraban por el temor.
—Tiene razón su majestad, perdóneme soy una tonta que no pensó en eso, perdóneme —volvió a repetir.
— Dama Chun, ve al palacio de la reina e infórmate de lo que ha ocurrido con ella, para saber por qué mi hijo se ha llevado al nieto real a sus habitaciones —dictó su orden mientras se acomodaba en su asiento.
—Inmediatamente reina viuda —respondió, saliendo en el acto en busca de la información.
PALACIO CENTRAL:
Los eunucos que asistían al rey veían sorprendidos que el joven príncipe estuviera ahí, pero ya habían recibido órdenes para que dejaran de murmurar. Se veía que la hermana del rey, que estaba próxima a casarse, había ingresado para conocer a su sobrino. Aunque era conservadora de las normas, comprendía a su hermano en sus actos.
Ambos compartían la mesa mientras el pequeño príncipe era atendido por su niñera.
—Majestad, ¿ha pensado en que nombre dar a nuestro príncipe? —pregunto mientras sujetaba una taza de té.
—Sí, hace unas noches que pude al fin decidirme, pero lo hare saber cuándo cumpla sus cien días de nacido —el Rey vio que su hermana sonrió y con su mirada alegre meneo la cabeza.
—Ya veo que ni por ser hermana del rey puede tener información anticipada, pero comprendo. Voy a esperar —respondió con voz fingida de decepción.
—Su majestad —hablo el eunuco principal Kim, interrumpiendo su charla— los ministros esperan a fuera para darle sus felicitaciones.
—Ya veo que esos viejos carroñeros quieren ganarse tu lado bueno, hermano —habló su hermana, con mirada seria.
—Diles que pasen, envía a mi hijo a la otra sala. No quiero que perturben su descanso y también envía a alguien para saber cómo se encuentra la reina —ordenó, colocando un rostro serio y borrando cualquier sonrisa.
—Su majestad, me retiro, hay asuntos que aun debo resolver sobre mi boda —informo su hermana que ya se encontraba parada, y haciendo una reverencia antes de irse.
—Si vez a madre infórmale sobre su nieto y que pronto iré a verla —encargo, mientras ya por la puerta ingresaban los ministros.
Acto seguido ella prosiguió su marcha.
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Una Austriaca en la Era Joseon
Historical FictionLa protagonista Lyanna de 17 años que esta destinada a casarse se encuentra en desacuerdo y huyendo de sus problemas, se topara con un retrato en la biblioteca de su padre y sin imaginarlo viaja al pasado desde el siglo 17 mediante una imagen de una...