El hombre se acerca, puedo sentirlo...
Mi mente y mi cuerpo no se sincronizan, mis manos tiemblan y no puedo controlar su movimiento; con mi pecho pegado a mis rodillas siento cómo se aceleran cada vez más los latidos de mi corazón.
Una parte de mí quiere salir y hacer algo por sobrevivir, mientras que la otra solo quisiera que el hombre no llegue a mí.
...
Los pasos se sienten cada vez más cerca... Ya está aquí; mi mente sigue divagando y no puedo moverme.
— Qué hago, qué hago.. — susurro para mí repetidas veces.
La puerta del armario se abre lentamente mientras se asoma la inolvidable silueta del hombre.
Mi cuerpo se paraliza completamente y siento cómo comienzo a sudar profusamente junto con mi vista volviéndose borrosa a causa de las lágrimas involuntarias.
La figura del hombre totalmente expuesta ante mis ojos, vistiendo su elegante traje; aquél que frecuentemente utiliza cuando sale del pueblo.
Extiende hacia mí su mano izquierda, mientras su otra mano—la cual domina—permanece detrás de su espalda.
—Ven aquí hijo, no sucede nada ¿qué haces allí?— dice con esa indiferente y extrañamente cálida sonrisa que siempre permanece en su rostro.
Quedo perplejo con mi mirada fija en su rostro—evitando el contacto visual—; siempre pulcro y fino.
Apenas reaccionando limpio mis lágrimas y dirijo mi mirada a sus pies.
—Po.. Por fav...— mi voz se ahoga.
Levanto mi mirada y puedo ver su ceño fruncido, su expresión no lo suficiente furiosa como para opacar su inexplicable atractivo.
Mi mirada se corre y se fija en su brazo extendido y fuertemente conectado con mi cuello, limitando mi respiración; dejándome únicamente con lo suficiente para apenas subsistir, lo cual lo hace aún más agobiante.
Mi cuerpo se tensa, y finalmente mis brazos reaccionan a mi mente, abrazando lo más fuerte que pueden al brazo del hombre.
Mis ojos se posan temblorosamente en los suyos. Sus brillantes y finos ojos color almendra que fomentan su potestad e ímpetu, mirando los míos con evidente pena.
Intento aplicar más fuerza, pero es inútil.. Ya me tiene.
Mi cuello es jalado fuera del armario, y siento la sutil punzada inundada de sedante en mi brazo izquierdo.
Mi noción del tiempo de desvanece y el espacio corre lentamente.
Mi mirada se fija justo detrás del hombre, permitiéndome ver una figura femenina que no pude distinguir.
—... Herma.. —. Mi voz no sale por completo y antes de darme cuenta, pierdo la consciencia.
"Qué oportuno" es lo último que pasa por mi mente.
....
Mis ojos se abren lentamente, y apenas puedo percibir el estrecho y vacío espacio.
Miro alrededor: Paredes grises y texturizadas; en medio de la habitación una mesa de herramientas, y al fondo un refrigerador del lado izquierdo, y un estante del lado derecho.
Dirijo mi mirada hacia abajo.. Silla de metal; piernas y brazos amarrados..
—Otra vez aquí.. — digo con un inevitable y mezclado tono de miedo, tristeza y odio.