VIII» ¿Cuál pregunta?

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Cuando el final del día laboral llegó, el calor había no había dejado de afectarnos en casi nada. Parecía que seguían siendo las dos de la tarde a juzgar por la temperatura, a pesar de que ya eran pasadas las seis.

Mi jefe no me había vuelto a llamar en todo el rato luego del incidente en su oficina, lo que era impresionante, porque no podía vivir sin mí por más de una hora consecutiva. Tampoco vi salir a Junseo; en realidad, creo que él se había quedado en su oficina y comenzar a pensar en lo que podrían haber estado haciendo me revolvía el estómago.

¿De verdad habíamos estado a tres centímetros de besarnos o todo había sido parte de mi imaginación hiperactiva?

Todavía no estaba muy seguro de la respuesta, de lo único que sí estaba seguro, era que necesitaba llegar al estudio de danza y bailar varias horas sin parar. No importaba cuánto calor hiciera. El estudio, como era de esperarse, estaba vacío. Generalmente los entrenamientos eran por la mañana cuando se pronosticaba demasiado calor para el día, sobre todo si estábamos cerca de una competencia y no queríamos que nadie se desvaneciera en pleno entrenamiento.


Ser asistente del que debía ser el hombre más exasperante del mundo no hacía que mis tiempos se coordinaran con mi baile, y eso era un problema cuando eres un profesional que debía dedicarse completamente a su maldita profesión y no perderse los jodidos entrenamientos.

Oficialmente comenzaba a odiar mi vida.

Me vestí rápidamente en los camarines, reemplazando mi ropa de trabajo por pantaloncillos deportivos y una sudadera holgada y fresca para bailar. Hice un poco de calentamiento y luego encendí el estéreo, ensayando los bailes que teníamos que presentar la siguiente semana en un escenario donde nos verían unos dos mil espectadores.

Espectadores que, por supuesto, no iban a incluir a mis padres.

Cuatro horas más tarde, estaba entrenado satisfactoriamente, duchado y vestido, como nuevo, y luego cuando recordé que eran las diez de la noche y yo estaba sin medio de transporte propio, todo mi buen humor se esfumó por alguna parte detrás de mi malhumor patentado. El estudio de danza estaba a interminables cuadras de mi nuevo apartamento, me demoraría una hora caminando, si es que no me asaltaban antes de llegar, y si tenía que tomar el transporte público una vez más iba a tener que suicidarme, así que un taxi fue la última opción factible sobrante, y cuando la taxista, una mujer de unos treinta años, comenzó a hablarme de los fabulosos diseños Perdpiriyawong, comencé a considerar seriamente lanzarme por la ventana hacia el medio de la calle.

Luego de pagar una buena y enorme cantidad de dinero por el viaje, al fin estaba en mi condenado apartamento, que tenía que ser definitivamente del mismo porte que el baño de la mansión de mis padres, pero ni siquiera me quedaban fuerzas para seguir quejándome sobre eso, así que solo llegué y me tiré sobre la cama, cerrando mis párpados y demasiado abatido como para gastar mis últimos recursos de fuerza cambiándome por ropa de dormir.

El despertador no fue bienvenido cuando sonó al día siguiente a su hora regular, y yo tampoco fui muy bienvenido por Zee cuando llegué diez minutos tarde por haberme quedado durmiendo diez minutos más de lo que debía haber dormido. Una parte de mí se sentía aliviado de que él pareciera ni siquiera recordar lo que había sucedido ayer, la otra parte... no tanto.



—Lo siento, no volverá a ocurrir —murmuré cuando él terminó su sermón.

—Algo parecido a lo que dijiste la última vez —frunció aún más el ceño.

—Solo son diez minutos —murmuré con exasperación.

—¿Lo ves? ¡Esa es exactamente la actitud más intolerable que pueda alguien mostrarme! Tienes razón, son solo diez minutos, entonces, ¿por qué no pudiste llegar esos "solo diez minutos" antes?

—Mi auto está averiado, no calculé bien mis tiempos. El taxi no pasaba —mentí.

—Pasan por lo menos unos treinta taxis por minuto en Bangkok—sus labios se apretaron en una línea recta—. No inventes excusas lamentables, por favor.

El preferido del jefe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora