Capítulo 20.

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Dos semanas antes de la boda, Sebastián acompañó a Ciara y a Mirna a una cita con el ginecólogo. Ese día les dirían el sexo del bebé, así que ambas mujeres estaban emocionadas; él, en cambio, se sentía molesto, pues ese día tuvo que rechazar salir con Raymundo para acompañarlas.

Una vez que entraron con el médico, procedió a hacer preguntas acerca de su estado, pasó a la paciente a un cuarto especial y le indicó que se recostara en una camilla para hacerle un ultrasonido. Le echó el gel correspondiente y pasó el transductor por el vientre de Ciara. Sebastián tomó su mano, fingiendo interés aunque su mente anduviera divagando en su mejor amigo. Después de unos segundos, el ginecólogo habló.

—Todo está perfecto y...

—¿Ya se ve si es niño o niña? —Lo interrumpió Ciara con impaciencia.

—Ya. Es un niño —dijo sin rodeos—. Y está en perfectas condiciones.

—¡Ay, qué bueno! —Exclamó Mirna

Los ojos de Ciara comenzaron a llenarse de lágrimas por la emoción.

—Un niño —repitió—. Mi Eduardito —susurró.

—¿No estás emocionado? —Le preguntó Mirna a Sebastián.

—Agh. —El joven soltó la mano de su prometida y no pudo evitar hacer una mueca de desagrado. El doctor y su suegra lo vieron con impresión—. Lo siento —se corrigió con rapidez, moviendo sus extremidades de un lado a otro—, es que yo quería una niña... Pero lo que importa es que esté sanito.

—¡Tienes razón! —Expresó Mirna.

Ciara lo vio con el entrecejo fruncido, logrando que tragara grueso. <<Maldición, todavía ni es mi esposa y ya me está echando ese tipo de miraditas... Lo peor es que sí me afecta>>. Colocó las manos en sus bolsillos, pensando que su mente ya lo estaba condicionando a comportarse como un buen marido.

Una vez que salieron del consultorio, Mirna se dirigió a los chicos.

—Hey, ¿quieren ir a la casa?

—Emm, yo tengo cosas que hacer —se excusó Sebastián pero su suegra no lo dejaría ir tan fácil.

—Ay, no seas así, vamos a comer y luego ves tus cosas.

—Mamá, déjalo que se vaya —se entrometió Ciara—. Está ocupado, además a papá no le hace gracia tenerlo ahí —le recordó.

Mirna les explicó que un buen marido jamás está demasiado ocupado para su esposa e indicó que Omar tendría que acostumbrarse a su presencia, pues Sebastián ya era parte de la familia. Al final ninguno pudo debatir los argumentos de la mujer.

Lo primero que Sebastián vio al entrar al hogar de los Azúcar fue el entrecejo fruncido de Omar; desvió la mirada y se encontró con la sonrisita de Madison, la cual le provocó escalofríos. Prefirió regresar la vista a su futuro suegro.

—¿Ya saben qué será? ¿Niño o niña? ¿Se llamará Mustafá o Calíope? —Preguntó la pequeña con rapidez.

—Es niño y se llamará Eduardo —contestó Ciara.

—Ay, qué nombre tan aburrido. —Hizo un puchero. Su hermana mayor la miró con los ojos entrecerrados.

Omar, que ya tenía la información que deseaba, se levantó del sillón y subió las escaleras para encerrarse en su habitación. Ciara lo vio alejarse y puso una expresión dolida.

—Creo que nunca me perdonará —le dijo a su madre.

—Claro que sí. —Acarició su espalda—. Comprende que está molesto pero te quiere mucho.

Bromas del destino © |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora