Prólogo

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Vivir, sentir, jurar, fallar.

Sergio lo sabía perfectamente. Sabía lo que era, cómo se sentía.

Había vivido tantas experiencias que, al día de hoy, le parecían irreales. Sintió una gama interminable de emociones a lo largo del camino. Se juró miles de cosas a sí mismo, y falló incontables veces en su intento por cumplirlas.

Once años de carrera, más de 250 grandes premios, y un hambre voraz que lo impulsaba a devorar el mundo entero, si tan solo se lo propusiera.

Pero estaba estancado. Estancado detrás de él. Pero a pesar de todo, no podía odiarlo, solo amarlo más a fondo por ser el único que se quedó a su lado aún que fuese un fracasado.

No se sentía suficiente. Jamás sería suficiente. No importaba cuánto lo intentara, cuánto se esforzara, siempre terminaba fallando igual.

El cansancio del fracaso se había vuelto insoportable para el mexicano, quien, a pesar de todo, mantenía una sonrisa que fingía no importar, como si no quisiera arrancarse la piel con sus propias manos en busca del problema que no le permitía ser como los demás.
Incluso, en su desesperante rutina y como una forma de mantener su imagen, se permitía enviar mensajes de aliento sobre "nunca rendirse" a aquellos que, como él, buscaban su lugar en el mundo, recordando cómo dejó su país con una mochila cargada de sueños y fe.

Pero, ¿podía él mismo seguir intentándolo? ¿No rendirse?

Sí. Sí podía.

Porque, tarde o temprano, como le decía su mejor amiga cuando eran más jóvenes, la vida siempre se encargaba de darte lo que merecías, aunque de formas un tanto... curiosas.

Y Sergio, de pie en el podio, en el escalón más alto, con la piel erizada al escuchar a su gente gritar su nombre, lo entendió a su manera.

O tal vez no.

Porque, aunque jurara haber vivido, fallado y sentido lo suficiente, la vida, caprichosa como siempre, le tenía preparado un último golpe para probar que tanto había aprendido y analizar si estaba listo para lo demás.

Para avanzar, primero debía soltar. Si quería dejar ciertas cosas atrás, tendría que enfrentarlas.

Si quería comenzar a vivir, primero debía de despertar.

𝐘𝐎𝐔 𝐁𝐄𝐋𝐎𝐍𝐆 𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐌𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora