Capítulo 1: El comienzo de la rutina

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Un molesto e insistente ruido empieza a golpear tus oídos, ya que el origen proviene cerca de ti es aún peor. Abres tus ojos lentamente y tomas tu celular, cómo odias tener que levantarte todos los días tan temprano en la mañana. Por cierto, te llamas ____; eres una chica normal de 16 años, estás un pelín pasada de peso por tu increíble, un poco injusto para ti, "adicción" a la comida dulce, y el que tu madre cocine estas delicias azucaradas no ayuda en nada, eres una chica baja y de cabello corto, un poco más por encima de tus hombros, tus ojos son cafés, los cuales te parecen un poco simples, pero bueno, no puedes culpar a tus genes... ¿O sí?
Apagas la alarma y te levantas con lentitud, procurando estirarte lo más que podías, sales de tu cama y te diriges al baño a paso lento. Te alistas para un nuevo día en la escuela, lo único bueno es que te encuentras en exámenes y no tendrás que quedarte hasta la tarde para regresar a tu casa en medio del abrasador calor del señor Sol, mal dices internamente al calentamiento global y a los humanos causantes. Te pones tu uniforme como siempre, el cual consistía en una polo de tu Instituto y un pantalón de mezclilla con zapatos de tu gusto, el único requisito es que tu pantalón sea azul y los zapatos cubran tus dedos; estabas a punto de ponerte tus fieles botas pero te detienes al recordar la herida que te hiciste hace unos dos días junto al tobillo mientras guardabas algunas cosas en la bodega, el karma por no limpiar la bodega en mucho tiempo te atacaba. Optas por ponerte unos zapatos bajos, no tienes idea de cómo se llaman, ya que no eres muy aficionada a la moda y a todo eso; una vez que estás vestida vas a tu habitación y tomas tu libro de Lectura, hoy tenías que presentar un examen de esa materia, no es que seas presumida ni mucho menos una cerebrito, pero sabías que podías con ello aún si no estudiaste absolutamente nada el día anterior, esto me ahorra decir que eres una vaga algunas veces. Te diriges a la cocina, ahí te espera tu madre con un vaso de leche con chocolate, ah, nada mejor que un vaso con leche enchocolatada fría y tiempo de sobra para salir; ingieres con calma tu desayuno e intercambias algunas palabras con tu madre antes de dejar tu vaso en el lavavajillas y lavarlo.

- ____, ¿no se te olvida nada?, ¿llevas tu identificación? - Pregunta tu madre, ella sabía que eras una olvidadiza de primera.

- Sí, mamá, estoy llevando todo - Le respondes y te pones tu pequeña mochila con tu libro, tu lapicera, tu cartera y lo que jamás podría faltar, tu celular y tus audífonos.

Sales de tu casa a paso lento y te diriges a la parada de autobús, tenías que tomar dos autobuses diarios para ir a tu Instituto y uno para regresar. El autobús llega unos minutos después que tú y partes hacia tu destino, sacas tu libro en el camino para estudiar un poco. Tardas unos diez minutos en llegar a la segunda parada, te bajas y esperas otros cinco minutos para subir al segundo camión. Finalmente llegas después de veinte minutos de trayecto, te sientas en una de las sillas que se encuentran en la entrada y vuelves a tu lectura, no deben de faltar tus preciados audífonos.
Pasas un rato con eso hasta que alguien te quitó un audifono y se sentó a tu lado, levantas la mirada y sonríes al ver a tu mejor amigo desde el Instituto medio, John Egbert. Traía sus característicos lentes cuadrados y su cabello negro alborotado, como siempre.

- Hey, ____ - te saludó y te dirigió una de sus infantiles, pero cálidas, sonrisas.

- Hola, John. ¿Estudiaste para el examen? - le devolviste la sonrisa.

- Claro, aunque hay algunas partes que aún no entiendo del todo... - te miró fijamente; entrecerró los ojos y puso una mano en su barbilla, haciendo una pose pensante- Algo me dice que tú no abriste tu libro para nada ayer.

- ¿Tanto se nota? - Soltaste una pequeña risa al verte descubierta.

- Además, te conozco muy bien, ____(tu apellido).

- Lo sé, no puedo ocultarte casi nada, me siento un poco en desventaja, Egbert...

- Pero si tú también me conoces bien, ¿no?, no le veo la razón para estar en desventaja.

- Siento que no conozco algunas cosas tuyas... Pero no le demos vuelta al asunto, mejor estudiamos, ¿te parece?

-Vale, necesito que me expliques algunas cosas.

Quince minutos pasaron antes de que sonara el timbre de entrada, por suerte ya habías estudiado lo suficiente, te sentías más que segura en ese momento, bien por ti. Al entrar a tu aula te sentaste junto a la ventana, tenías una relación de amor-odio con la ubicación de tu salón, por una parte odiabas subir las escaleras pero amabas la vista que tenías en las mañanas y el aire fresco que entraba desde la ventana. Pasaron otros cinco minutos en que los demás guardaron asiento y esperaron a que su cuidador, que era el profesor que les iba a dar la prueba, llegase. Te entretuviste jugando con tu lápiz y tu bolígrafo por unos minutos hasta que una voz grave acompañada por unos pasos firmes se dejó escuchar. El cuidador de este día había llegado.

- Guarden cualquier libro, libreta o cualquier hoja que tengan en la paleta de sus sillas, bajen su mochila y sólo dejen su lápiz, borrador, bolígrafo e identificación sobre esta. El examen comenzó.

Habló el profesor al que todos temían o al menos le guardaban un poco de rencor por sus clases y disciplina espartanas. El profesor de matemáticas, Dualscar Ampora, el mismo profesor que te había reprobado en la materia y estabas a punto de deberla. Le guardabas una especie de rencor por eso. Le hiciste caso y sacaste tu identificación, esperando que el examen comience.

~♡~¤~♡~

- ¿Cómo te fue? - Te preguntó John mientras te alcanzaba mientras salías de la escuela.

- Bien, ¿y a ti? - Habías sido la tercera en entregar tu examen, ni siquiera había pasado media hora desde que te lo entregaron. Suponias que tendrías unas dos o tres respuestas erróneas, pero nada grave.

- Igual, pero no estoy seguro de algunas... Hey, ¿viste cuando Ampora le quitó sus exámenes a Serket y a Peixes? ¡Eso dio miedo!

- Concuerdo contigo, pero bueno, no era de sorprenderse, Meenah y Vriska siempre hacen trampa de una u otra forma - Dijiste alzandote de hombros, restandole importancia al asunto.

- Jajaja, ya era hora de que las descubrieran.

- Aunque sentí un poco de lástima por ellas, ahora estarán en su lista negra...

- Y una vez dentro, no podrás salir jamás...- Completó John, rieron como críos por unos minutos hasta que tuviste que marcharte, se despidieron con un beso en la mejilla y te dirigirse a tu casa.

Al llegar, lo primero que hiciste fue tomar un libro de matemáticas y te pusiste a estudiar, debías de pasar esa odiosa materia si es que querías pasar limpia a tu segundo año de Instituto. Por desgracia no eras demasiado entusiasta con el estudio; a las pocas horas te distrajiste y empezaste a dibujar en tu libreta, ciertamente te encantaba dibujar, cuando lo hacías en paz era uno de esos pocos placeres en la vida, en este caso, en tú vida. Y vaya que no lo hacias mal. Tu madre llegó y no pudiste evitar que te viera con tu libreta de dibujo, presentías que vendría un sermón.

- Por Dios, ____, pensé que estabas estudiando para tu examen de mañana - se cruzó de brazos.

- Lo hacía, tranquila, sólo estoy tomando un pequeño descanso, eso es todo.

- Bueno, y supongo que ya estudiaste para matemáticas, ¿no?...

Oh Dios, no de nuevo. Frunciste un poco el ceño, odiabas que te dieran la plática del esfuerzo y lo que pasaba si es que no aprobadas la materia, casi te memorizabas palabra por palabra el discurso tan "alentador" que te daban.

- Si mamá, ya lo sé, ya lo sé - Dijiste tratando de cortar la conversación.

- No puedo confiar en ti, ____... - suspiró - Bien, a partir de mañana empezarás a tomar asesorías de matemáticas.

- ¿Qué?, pero si mi examen de regularización está cerca...

- Pues hay que apurarse, cuando antes se empiece, mejor.

- Pero...

- He dicho.

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