Capítulo 5

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El dolor que sentí, al momento de apoyar los pies en el suelo, fue impresionante.
Hacía tanto tiempo que no me involucraba en una actividad física y se notaba que mi cuerpo estaba a falta de la misma.
Me dolían todas las piernas, tenía uno de los gemelos duro y tenso.
Que espanto.
Nunca fui muy fanática del deporte.
Un gimnasio no lo tocaba ni aunque me pagaran pero tuve una época donde el fútbol me volvía loca.

La pantalla de mi celular se prendió y vi una notificación de Instagram. Juro que necesité mirar tres veces para entender lo que acababa de pasar.

Belén Rostoll había comenzado a seguirme.

Inmediatamente saqué captura de pantalla y se lo mandé a Sere.

Lola: Mira esto. Me está por dar algo.

Sere: Y eso es solo un adelanto, Lolita de mi vida. Te vas a querer morir cuando juegues a la par de ella.

El corazón me empezó a latir fuertemente sabiendo que el primer entrenamiento comenzaba mañana.
Había mil cosas que planificar.

Me cambié y pasé por la habitación de Pedro para poder robarle el uniforme de La Reserva, antes de emprender rumbo a mi lugar de trabajo.
Crucé el portón del complejo y casi se me cae el alma a los pies. Me habría gustado haber sido informada de que, los jugadores de primera división, entrenaban temprano ese día.
Traté de cruzar por las canchas corriendo pero varios de los chicos del equipo vocearon para saludarme.
Ya no podía hacer nada para desaparecer, así que no me quedó otra que alzar la cabeza y afrontar la mirada juguetona de Lucho, quien había dejado de patear para poder sacudir su mano en mi dirección.

Sabía que estaba del color de una frutilla, no hacía falta verme en un espejo. Así que me llevé el teléfono a la oreja y simulé estar respondiendo una llamada con tal de escaparme de ahí.

Abrí mi oficina y me interné dentro. Cada tanto se me daba por espiar a través del gran ventanal y ver la práctica de los chicos, sin poder evitar el imaginar escenas en mi cabeza junto a Luciano...

—¡Basta! —Exclamé para mi misma y me decidí a abrir mi computadora de una vez por todas.

No más distracciones. Lo qué pasó, pasó y yo necesitaba poder concentrarme en mis cosas que ya sé por si me estaban alterando.

Respondí correos, como siempre y cité por teléfono a los tres jugadores de reserva, de Los Picantes, para que se pasaran esta tarde por la oficina para firmar contrato con el socio de mi papá.

Abrí un mail donde se veía toda la publicidad de Copa Amateur, con el logo del equipo, y se lo reenvié al área de marketing para que publicitaran por todas las redes.

Una vez finalizada la parte más simple de mi labor, me dediqué a buscar en google, posibles lugares para mandar a hacer nuestros uniformes de La Reserva Fem.
Agendé el número del establecimiento y acordé acercarles el uniforme de referencia más tarde.

Tocaron mi puerta y cuando alcé la cabeza vi a Gabi, otra de las secretarias, entrar por la puerta.

—Buen día Lola —me saludó con esa sonrisa amable que siempre traía—. Te están esperando abajo.

—¿Cómo andas, Gabi? —Le respondí y al instante me percaté de que había dicho estamos en plural—. ¿Quiénes me están esperando?

—Las nuevas jugadoras para Las Picantes —habló con obviedad—. ¿Tu papá no te avisó que venían a la prueba para estar en el equipo hoy? Hay más de 50 chicas allá abajo.

—¿Cómo puede ser que hayan venido a hacer la prueba si ni siquiera tienen director técnico contratado? —Pregunté sintiéndome presionada ante todo este mal entendido.

MI JUGADORA FAVORITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora