Cuento 35

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Observo una foto en la que aparecemos los dos. Ella se ve muy feliz, abrazándome, sonriéndole a la cámara.

Luego giro la cabeza y veo su cadáver en el suelo. La sangre sigue manando de su cráneo. Pienso que dejó de amarme, y que en cierto modo, eso me vuelve culpable de lo que acaba de pasar.
Me acerco a ella y gimiendo de tristeza, me acuesto al lado suyo.

Después de un rato, los vecinos derrumban la puerta, me hacen a un lado, y señalan el revólver en la mano del cadáver.

Y mientras todo esto pasa,
yo solo puedo ladrar
y mover la cola asustado.

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