Prólogo: "La primera vez"

1 0 0
                                    


Nunca había sentido las sábanas tan pesadas como ahora. Giro y me acomodo inquieta en mi pequeña cama. Termino observando el techo y el resto de la habitación. Bajo mi almohada se siente un incesante tick, tick, tick...

Revelo mi reloj de mano que señala que aún faltan unos minutos para salir. Los pisos de madera hacen ruidos por cada movimiento que hago, así que con cuidado logro salir y me acerco a la parte trasera de mi ropero. Envuelta en una tela simple, escondí un conjunto de ropa necesario para esta noche. Sonrío como si se tratara de un tesoro recién hallado. Ya vestida me observo frente al espejo, satisfecha con mi obra: jamás me había puesto un traje pero creo que acerté en la forma en la que se usa. Observo mi cabeza y la veo desordenada. Está algo seco y siempre se me escapan algunos mechones. Debí bañarme, por lo menos sería manejable. No pensé en eso. Busco algunos ganchos en uno de mis cajones pero aún así no logro mi cometido. Refunfuño y mi dejo caer los ganchos por la frustración. Me paralizo pensando en lo que acabo de hacer. Jamás fui diestra cuando se trata de utilizar mis dedos y la ansiedad del momento no me ayuda.

Unos pequeños golpes en la ventana son la señal que estaba esperando. Esteban lanzó unas pequeñas piedritas desde lejos. Me saluda agitando su mano con gran entusiasmo. Volteo instintivamente hacia mi puerta, en caso de que alguien haya escuchado la impertinencia de mi amigo. Él está tan nervioso como yo, pero lo oculta con una sonrisa. Hemos planeado esto desde hace semanas y yo no he pensado en este minúsculo detalle llamado cabello. Le señalo a Esteban que vaya a la entrada para luego llevar mi manos a la cabeza. Debí levantarme temprano, pienso. Sacudo mi cabeza y arreglo el desorden en mi cabeza como sea. Tomo uno de los pequeños sombreros que tengo pero es muy pequeño para lo que hice. No hay tiempo para más, así que solo salgo con mi llave en la mano. Paso por la habitación de mi madre, quien luce imperturbable y sumida en su sueño. Hoy fue un día muy agotador para nosotras en el restaurante así que esa se convierte en la única explicación de por qué no entró en mi habitación hace unos minutos.

Sigo mi camino y antes de salir reviso con detenimiento si he sido percibida. Confirmo que no y salgo. Encuentro a mi amigo entre las sombras de la calle con un conjunto muy parecido al mío, solo que él lleva un enorme saco. Muy grande, que lo hace ver más bajo de lo que ya es. Lo saludo pero su mirada denota extrañeza. Se acerca a mí como buscando a alguien diferente.

–¿Quién es usted? ¿Qué hace en la casa de mi amiga?-

De su abrigo saca un tipo de palo largo y me amenaza con él. Sus ocurrencias usualmente me causan gracia pero por ahora atino a darle una patada en la pierna.

-¿Puedes callarte, tarado?- susurro mientras le quito aquel palo. Lo observo bien y veo que se trata de un bastón- Vas a despertar a todo el barrio-

El joven retorciéndose es mi amigo y compañero en el crímen desde que tenemos conciencia. Éramos vecinos hasta hace un año, por lo que pasábamos horas jugando por estas mismas calles y sus recovecos.

-No pude evitarlo. Te ves muy graciosa vestida así, pero convincente- no puedo evitar reír al ver cómo intenta soportar el dolor con su picardía - Excepto por el peinado, claro.

- Es lo último desde Corcon, ¿te gusta?-

-La verdad no, pero te felicito por atreverte a hacer ese nido en tu cabeza. Refleja cómo te sientes ahora-

Lo golpearía otra vez pero no estoy dispuesta a perder más mi tiempo y parece que él tampoco puesto que mira su reloj con asombro.

-¡Corre, ya!-

Las calles empinadas permiten que tomemos un mayor impulso con cada pisada. Somos bastante hábiles pasando entre callejón y callejón sin tropezar. Conocemos cada uno de los recovecos en dirección al centro, así que nos retamos tomando diferentes atajos. La adrenalina aumenta al recordar a dónde nos dirigimos. Las risas no se hacen esperar.

-Señor, debería decirle a su barbero que no hizo un buen trabajo-

Llevo mis manos a la cabeza y veo cómo mi cabellera se liberó de su agarre, excepto por algunos ganchos que aún resisten. Maldigo para mi, pensando en dónde podría estar mi gorro y mi moño.

Nos detenemos en una calle paralela a nuestro destino. Al asomarnos, vemos una larga fila de personas, entre las que se observa que hay más varones que mujeres. Lo esperable. Esteban acomoda su ropa desordenada y yo hago lo mismo de forma instintiva.

-¡Ah! Isabelle ahí estabas. Pensé que no vendrías- comenta con una media sonrisa.

Decido no contestarle y busco desesperadamente algo en el suelo que me pueda servir. Encuentro una soga algo mojada. No sé de qué y no me quiero poner a pensar de qué. La desesperación es más fuerte.

-¿Enserio te pondrás eso?-

-¿Tienes otra idea?- contesto algo exasperada.

-Déjame regresar un momento antes de que hagas algo estúpido-

-Estar aquí ya es algo estúpido. Será mejor que me ayudes-

El par de manos de Esteban logra que termine de acomodar mi rebelde cabellera. Ya no vamos a correr así que se mantendrá así el tiempo que estemos dentro. Oleré como la podredumbre pero no será un impedimento para el plan. Mueve un poco mi cabeza y veo que se mantiene firme tanto mi peinado como la soga.

-Ahora que lo pienso...me olvidé de entregarte esto- él me entrega un gorro algo grande pero que funciona para lo que necesitamos. Me lo coloco y es lo suficientemente grande como para inclusive no necesitar un moño.

-¿Se puede saber por qué me lo entregaste recién ahora?-

Me da asco de solo pensar que me he ensuciado aún más con un líquido de dudosa procedencia y el pequeño Esteban estaba en las nubes.

-Bueno, perdón. No pensé-

- ¿Tu abuelo sabe que le robaste sus cosas?- señalo tanto su saco como el bastón.

- Lo dudo. Solo espero que él no quiera orinar a esta hora, por que sin esto se cae- Niego con la cabeza y jalo a mi amigo directo a la fila ya en movimiento.

Me siento un poco asfixiada por la expectativa y los rumores alrededor del lugar. Normalmente no me incomoda estar alrededor de tantas personas pero esta vez es diferente. Los habitantes de Nigredo escupen veneno al referirse a cualquier cosa que pueda resultar novedosa y funciona bien como para mantener a un grupo alejado de su "influencia". Sin embargo, no es lo suficiente para esta contraparte que nos rodea. Es imposible no sentir que se está por atravesar la puerta del infierno.

Por fin, estaba por entrar a "La caja", donde lo prohibido cruzaba el umbral para ser alabado. 

JOANEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora