Shoto se echa sobre su cama con sábanas blancas, está exhausto. No es un cansancio común, no siente que su cuerpo pida por descanso, sin embargo no quiere moverse de allí por un buen tiempo, quizás un par de años.
El encuentro con un kkoma nunca es motivo de felicidad, al menos al principio, finalmente la presencia de uno es como volver a caer en cuenta del único motivo por el que no puede descansar en paz: los pecados de otras personas. Era ese hecho que lo ata a esa cama, a ese mundo: los actos egoístas ajenos. Él no se veía con la culpa de estos actos, creía que no era más que otra víctima de estos. Él no ha hecho nada malo desde que nació y hasta ahora, entonces, ¿por qué debe pagar por ellos?
Sin embargo, cada vez que se detenía aunque sea unos segundos a pensar en ello, en los posibles errores que pudo haber cometido antes de siquiera nacer como para recibir esa condena, es interrumpido por una misma pregunta, por una misma voz que lo acalla y cuestiona.
¿Estás seguro de no ser igual que ellos?
Es entonces donde el verdadero problema inicia: ¿Qué es lo que Shoto hizo?
Esta pregunta lo abruma desde que su árbitro se presentó ante él; el bicolor ha pasado largos días y noches sin comer, beber o siquiera pegar un ojo en búsqueda de una respuesta certera. Recuerda incluso haber rogado de rodillas el mismo día en que cumplió doscientos años en ese mundo, imploró por clemencia noche tras noche con tal de que le dijeran finalmente porqué él y no otra persona. Pero nunca le respondieron. Jamás le dirían cuál fue su pecado.
Y esa es una cruda realidad que se vio forzado a aceptar el día en que su árbitro se presentó delante suya, observándolo con la misma frialdad que un juez puede ver a un acusado. No poseía ni una pizca de compasión por su pobre alma, menos aún por la condición deplorable en la que se encontraba. Shoto en ese tiempo apenas y sí estaba procesando aún su realidad, así que en lo último que siquiera podía pensar era en cómo se veía.
—Tendré que pasar por esto una y otra vez, ¿verdad? —cuestiona, sentado en el suelo y con la espalda apoyada en la pared. Su cabello largo le llega hasta la mitad de la espalda, apenas y si tiene voz para hablar.
—Por lo que veo, aún no te das cuenta. ¿Cuántas personas van ya, Todoroki? ¿Diez? ¿Veinte? ¿Cuántas más necesitas para verlo? ¿A cuántas más condenarás a pasar por esto?
—Yo no condeno a nadie, no pido que esas personas lleguen a mi vida —espeta—. Ni siquiera quiero continuar de pie, hace años ya que he olvidado el sabor del caramelo y ya no sé cuánto más perdurará en mí el recuerdo de cómo es siquiera estar enfermo. No he pedido estar así, eso ya no es algo que pueda controlar.
—Me basta con escucharte para darme cuenta que no haz progresado ni un poco... Y me temo que al igual que Hanta, nunca lo harás.
—No menciones de quien no conozco, sin embargo, no dudo que al igual que yo, él no es más que una víctima de las acciones egoístas de alguien más.
—En eso estás errado: nadie aquí fue condenado en vano.
El bicolor suspira y se levanta de la cama. No quiere volver a hundirse en un oscuro vacío del cual huyó con anterioridad de mil maneras. Ahora al menos tiene algo con lo que distraerse, un algo que no importa cuántas veces recurra, no se gastará: los videojuegos. Una vez tiene su teléfono en mano, ya no debe pensar en otra cosa que no sea ganar una partida de los juegos multiplayer que tiene instalados.
Esa era la parte de la tecnología que más ama, finalmente, no se puede tener ningún pensamiento si es que se está ocupado atacando al enemigo. No obstante, justo en el momento en que está a punto de involucrarse en una nueva partida, un mensaje entrante capta su atención por completo. Es una de sus amistades virtuales que hizo a lo largo de los meses, con quien apenas y sí habla debido a que la otra persona está continuamente ocupada.

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𝗞𝗮𝘇𝗲𝗻 || 𝗧odo𝗗eku
FanfictionTras una vida tan extensa como la existencia misma, Shoto Todoroki se ve cansado de verse envuelto en un ciclo sin final, de siempre ver cómo el resto de las personas que ama se desvanecen de su vida mientras él continúa de pie, por un castigo dado...