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Julieta caminaba por el pasillo del hotel, sola y un tanto tambaleante, buscando la puerta de su habitación. Había decidido regresar antes que Leandro y Neymar, ya que comenzaba a sentirse mal y no quería incomodarlos ni hacer que la acompañaran. La música alta y el ambiente festivo aún resonaban en su cabeza, dejándole un pitido molesto en los oídos que la tenía un poco aturdida.

Con una mano se sostenía de la pared, mientras que en la otra llevaba sus zapatos y una pequeña cartera. La noche había sido divertida, pero ahora se sentía agotada y ligeramente desorientada. Justo cuando estaba a punto de girar en la esquina del pasillo, escuchó una voz familiar.

—Julieta, pst. ¡Che! —Rodrigo se acercó corriendo, sus movimientos enérgicos contrastaban con su propio estado.

Al escuchar su nombre, apoyó la espalda en la pared para girarse sin marearse.

—¿Qué haces acá sola? ¡Loca! —exclamó él, con una mezcla de preocupación y diversión.

—Me volví del baile sola. Los otros dos boludos estaban muy metidos en la joda —respondió ella, riendo sin mucho sentido, mientras intentaba sacudirse la niebla de la noche.

—Te fuiste al pasto con el escabio —lo observó evaluándola de arriba a abajo, una sonrisa traviesa dibujándose en su rostro—. Dale, te llevo a tu habitación.

Antes de que pudiera protestar, Rodrigo la agarró de las piernas y la subió a su hombro, llevándola de esa forma. Ella soltó un gritito de sorpresa, riendo a carcajadas, agradecida en ese momento por no sentir náuseas. La diversión de la situación la hizo olvidar por un instante su malestar, disfrutando de la ligereza que su amigo le ofrecía en ese momento.

—Me aburría porque Ney se puso a bailar con otra chica cuando me fui a sentar, y Leandro seguía de gato con la rubia esa que lo sigue a todos lados —se quejó Julieta, soltando un bufido mientras compartía sus frustraciones con Rodri—. Así que empecé a pedir tragos, quería probar otras cosas además de la caipiriña.

—A vos no te estará gustando Leandro, ¿no? Pareces celosita —bromeó, una sonrisa juguetona asomando en su rostro.

Julieta se sintió ofendida por la insinuación.

—De todo lo que te conté, ¿esa información te quedó solo? —le dio un golpe amistoso en la espalda—. No me gusta, solo me molesta la presencia de esa mina en todos lados.

—Bue, si eso no son celos porque está cerca del chabón que te gusta, entonces no sé qué puede ser, reina —respondió él, riendo mientras la miraba de reojo.

Rodrigo la bajó de su hombro, permitiéndole abrir la puerta de su habitación. Julieta aprovechó para darle un ligero golpe en el pecho cuando se encontró de pie nuevamente.

—No hagas más eso, me dio vértigo —se quejó, frunciendo el ceño—. Igual, gracias por ahorrarme el viaje.

—De nada, cuchurrumi. Pero me quedo para acompañarte, así como hiciste vos ayer —dijo su amigo con un guiño, mientras ella sonreía, sintiendo una calidez en su interior.

Justo en ese momento, el celular de Julieta empezó a sonar, las notificaciones iluminando la pantalla. Sin pensarlo, lo agarró, ansiosa por ver quién le había escrito. La diversión de la noche aún latía en su corazón, pero su mente no podía evitar divagar entre los recuerdos de la fiesta y la presencia de Leandro, que continuaba haciéndose notar.

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yo te diré - leandro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora