Hace tiempo que no disfrutaba de un día tan hermoso. Cálido, pero no caluroso, con una leve brisa que hace bailar las hojas otoñales y lentamente las hace descender, como si flotaran. El contraste de los rojos, naranjos y amarillos sobre un pasto siempre verde con increíbles y variadas flores esparcidas por todo el lugar me hacen creer que estoy viviendo la primavera y el otoño al mismo tiempo, el mismo día. Sin embargo, no es por eso que el día está hermoso, es por ti. Es porque tus ojos pasan a ser miel en vez de café bajo esta luz, y son tus rizos los que se mueven al son de la brisa, y es tu tez la que reluce en contraste con las hojas y las flores.
Me acerco con la mejor de mis sonrisas, sé que no estas de humor, sé que tu ira interna sobrepasa todos los niveles conocidos por el hombre y no importa que tan calmo está tu semblante, te estás imaginando cientos de maneras de matarme. Desgraciadamente, y por mucho que me arrepienta ahora que puedo replantearme toda la situación de un diferente punto de vista y con mente más clara, no hay nada que ni tu ni yo podamos hacer. Hice la estupidez más grande de mi vida en un momento de debilidad y eres tu quien tendrá que soportar todas las consecuencias de mis actos, mientras que yo salgo prácticamente indemne.
Me siento a tu lado en el pequeño pedazo de pasto que te encontraste para esconderte mientras todos los demás se van, no tiene ningún sentido que sigas aquí, pero me alegra que lo hagas. No sé cómo, pero siempre sabes lo que necesito, y necesitaba que te quedaras, no importa que tuviera que encontrarte, no importa que ni me dirijas la mirada. Lo importante es que estás, demostrándome una vez más que eres capaz de anteponerme por sobre todas las cosas, incluso tú.
Me recuesto despacio sobre tu hombro, como pidiendo permiso por cada milímetro que me acerco. Obviamente me dejas - como si alguna vez me hubieras dicho que no- y lo único que soy capaz de hacer en mi posición es mirarte, observarte y admirarte. Porque el recuerdo de como somos hoy es el que quiero llevar conmigo para siempre. Encajamos perfecto, como si fuera obra de algo más que el mero destino.
De alguna forma, a mis ojos, el mundo siempre giro en el sentido equivocado. Aunque, quizás soy yo la que vive su vida de forma equivocada. Por eso me volví adicta a tu compañía, porque no me exigiste ir al ritmo del mundo, tu te acompasaste al mío. A mi obsesión con la filosofía, mi desorden, mis insoportables cambios de humor, mi incapacidad para decir como me siento, mis debates históricos, mi necesidad de café y mi talento para llorar por todo, o por nada, o por los dos. Antes de conocerte, podía leer un libro por cada día de la semana, tenía hasta mi propio record de páginas, y me dedicaba a buscar datos curiosos por internet porque no hay nada que me guste más que ser una enciclopedia andante. Leer no es algo que hiciera por gusto, pero me ayudaba a evadir lo vacía que me sentía todos los días, me ayudaba a ser algo más que una simple página en blanco. Luego... llegaste tú.
Con esa hiperactividad, estridentes carcajadas, inverosímiles historias (porque tu vida ha sido de todo menos tranquila), esa desgarradora honestidad y tu necesidad por vivir al aire libre. Decir que somos polos opuestos nos queda corto, irónicamente, te llamé la atención porque estaba leyendo un libro de más de mil páginas y en menos de un minuto, me imagino que por tu incontrolable impulsividad, te sentaste a mi lado y dijiste "nunca había visto un libro tan grande, ¡ni siquiera la biblia!", recuerdo cerrar el libro a unas cuantas paginas del final para nunca más abrirlo, todo ese vacío que existía en mi vida se comenzó a llenar con todas esas ridículas aventuras en que nos metías. La casa de las brujas de Agatha Christi será siempre mi mayor tesoro porque me permitió encontrarte, conocerte y amarte. Hasta hoy no sé cómo termina y, dadas mis circunstancias, ya nunca lo sabré.
Recuerdo que cuando conociste a mis padres, estaban encantados contigo, no por ti, sino por quién me convertí yo al estar contigo. Sí, lo sé. Esa relación termino pésimo y detestas hablar sobre eso, pero es imposible no recordarlo en un momento como este. Puedo imaginármelos, a ambos, pensando en mi, en mis ojitos soñadores cuando les hablaba sobre ti, en mis sonrojadas orejas y en mis palabras risueñas. Quizás, si pudieran vernos ahora, nos pedirían disculpas y nos darían sus bendiciones, hasta podrían dejarme volver a entrar a la casa, aunque ya es muy tarde para eso. Por muy arrepentidos que se encuentren yo ya no soy parte de sus vidas.
Sin castigo no existe la revolución, y cuando el mundo se nos empezó a venir encima, supe que no estaba en mi el ser revolucionaria. Tu, obviamente, naciste para eso, naciste para dirigir cientos -si es que no miles- de revoluciones. Nadie lo sabe mejor que tus padres que, al contrario de lo que uno esperaría, rebosaban de orgullo todos los días que llegabas contando como habías desafiado a una autoridad frente a la más grande de las injusticias, según mi humilde opinión, hasta Immanuel Kant estaría orgulloso de esa implacable e inflexible moral. Dios sabe que a ti te hizo a imagen y semejanza de la palabra "impertérrito", aunque tu no sepas lo que eso significa.
Por muy amplio que sea mi vocabulario, no hay ningún sinónimo de valentía que logre personificarme en lo absoluto. Los antónimos, por su parte, me vienen como anillo al dedo, a todos los dedos, incluidos los pies. Mientras yo soy más defectos que virtudes, tu eres más virtudes que defectos. Supongo que es por eso que hoy estamos donde estamos.
Hemos pasado horas bajo este cielo semidespejado, que ya muestra los primeros signos de un anochecer, en un silencio que es más que sepulcral, que es más que lúgubre y que es más que una dolorosa despedida que, desde ahora en adelante, me pertenecerá solo a mí. Incapaz de contenerlas, las lágrimas caen a raudales por tus mejillas, por tu mentón y por tu cuello y pareciera que llorarás para siempre, sin que pueda hacer nada para evitarlo.
En un movimiento fugaz te yergues en toda tu altura, que sobrepasa por lejos la mía, resaltando esa esbelta silueta que tanta envidia me daba al principio y amándola por completo al final. Pones tu mirada en el objetivo y rápidamente comienzas a dar tus características zancadas que equivalen a dos pasos míos, como bien te podrás imaginar, voy trotando detrás.
Por instinto sé hacia dónde te diriges así que me adelanto y espero el momento en que nos encontremos frente a frente. Paras al encontrarte a unos dos metros de distancia y no levantas la vista para mirarme a la cara, juro que se me habría roto el corazón si aún quedara algo para romper.
Mantienes los ojos clavados en mis pies mientras despotricas, lloras, gritas y aleteas en un intento por sacar la tonelada de sentimientos que deben estar atravesándote el pecho, sin importarte cuan loca te ves ante aquellos que te rodean, igual que cuando te conocí.
No hay nada que quiera más que pedir perdón, limpiarte las lágrimas, besarte, tomarte la mano y salir de aquí caminando contigo; vivir todo un futuro contigo. Y puedo verte llegar todos nuestros cumpleaños, San valentines, navidades, años nuevos y aniversarios por el resto de tu vida; puedo verte descansando a mi lado en nuestra pequeña eternidad, cumpliendo todas las promesas que algún día me hiciste.
Han pasado minutos desde que dejaste de gritar, sigues llorando eso sí, y estoy empezando a preocuparme de que entres en un cuadro de deshidratación. Miras al cielo a sabiendas de que te tienes que ir, que a cada minuto es más noche que día. Te limpias las lágrimas, cierras los ojos y en un gesto de férrea concentración murmuras lo siento.
Ya no existe forma de contener mi pena, caigo de rodillas entre un grito de dolor y un fuerte sollozo, tratando de entender de qué te disculpas tú, si la culpa es mía. Por culpa mía ya no puedo consolarte, por culpa mía ya no puedo hablarte y por culpa mía estás sufriendo de esta forma. Y todo porque creía que sería incapaz de vivir en este mundo amando a otra mujer.
Debí creer más en mi. En ti. En nosotras.
¿Cuántos años tendrán que pasar para poder decirte lo hermosa que te veías en ese vestido negro?
