🌆; 𝘊𝘩𝘢𝘱𝘵𝘦𝘳 𝘵𝘸𝘰.

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Capítulo sin editar porque estoy
en la escuela :v

02: Ojo por ojo, diente por diente.

Eun Ji.

Maldito seas, Jeon. ¡No me dijiste a dónde me llevarías!

Ahora no sé qué rayos ponerme. ¿Un vestido? No sé… quizás sea demasiado. ¿Unos jeans?… ¡Aaayy~ te odio, te odio, te odio!

Daba saltitos de rabia por toda mi habitación cuando sentí el cerrojo de la puerta sonar y tras eso un golpe algo brusco de la puerta cerrandose.

—¿Quién está ahí? —salí de mi habitación algo temerosa.

A cada paso que daba tomaba más precauciones, miraba a los lados, hacia atrás. Para cuando llegué a la cocina ya tenía un jarrón de flores vacío en las manos, listo para estrellarse en la cabeza de cualquier invasor.

—¿Kang? —pregunté luego de que la silueta masculina se aclarara.

—Hola, amor mío —una mueca de asco llenó mi cara, sin intensiones de irse por mucho tiempo—, llegué.

—¿Qué haces aquí? —pregunté lo obvio.

Estaba claro; porque vivía aquí, conmigo, nosotros, o bueno… él… él lo compró.

Más razones para largarme cuanto antes.

Pero mi mueca de asco, el echo de que me hubiera entregado así como así a una casa de apuestas, también que hubiera llegado borracho y con los ojos rojos y llorosos no quita que ese sea el hombre que yo amo… amaba. No sé, hasta este punto he llegado. De no saber nada sobre mis sentimientos.

—¿No está claro, amor? —se acercó a mí, trastabillando—: regresé a casa, nuestra casa.

Negué rápidamente, una…, dos…, tres…, cuatro y hasta las que le hicieran falta para que supiera que…

—No, tu casa. Dejó de ser nuestra en el momento en que lo perdiste todo, y a mí.

Él se sorprendió, lagrimeó ante mí y llegó al punto de arrodillarse, mientras yo desde arriba lo miraba como antes; con asco.

—¡No! Por favor no te vayas Eun Ji —abrazó mis pantorrillas aún con la frente pegada al suelo—. ¡Tú eres mi vida, mi todo, no te vayas!

Me permití carcajear con cinismo, una lágrima caía por mi mejilla izquierda, o la derecha, ya no tenía nada demasiado claro.

—Ya no es cuestión de elección —aparté mis pies dando pasos hacia atrás—, todo lo que se apuesta en el casino debe permanecer en todo momento en la propiedad o casa del ganador —repetí las palabras que Jeon había usado en mi contra. Ahora me valían.

—¡¿Qué?! —levantó su cabeza de golpe, indignado se incorporó y me arrebató el jarrón de flores, sentí el cerrojo sonar de nuevo y una voz lejana que por el frenesí del momento no logré distinguir— ¡Ese bastardo…! ¡No te preocupes, mi amor, si no eres mía no vas a ser de nadie! —alzó el jarrón en mi contra.

Ya esperaba el golpe. ¿Qué no he dicho nada? Ahh… sí, pues… es Kang.

Él iba continuamente a ese casino, a veces me obligaba a acompañarlo, otras se iba solo y regresaba borracho, era muy inconforme y cuando estaba de mal humor me… nos hacíamos daño. Él me golpeaba, leve o fuertemente, luego se arrepentía e iba al baño a cortarse.

¿Detenerlo? No lo hacía. Nunca quise hacerlo. Quería que sintiera lo que yo, después de todo: ojo por ojo, diente por diente ¿no? A veces, en muy pocas ocasiones dejaba un pequeño botiquín a los pies de la puerta y me iba a dormir, ese era mi gesto de ayuda, amor o compasión en esas situaciones.

No me tachen de nada. Yo solo era alguien rencorosa que veía por su propio bien.
No sé si lo amé o solo era ya la costumbre.

—Tocale un pelo nuevamente y te juro que no la cuentas —un puñetazo pasó rosando a mi lado, la silueta de Kang se retorcía en el piso.

Porque era de los muy machitos con mujeres pero en frente de un hombre no sabía ni ladrar.

Maldito, él, maldito casino que causó todo esto, maldito Jeon que no me ignoró.

—Yo… —tartamudeé— tengo una cita, Kang —no sé por qué me disculpé ¿Seré bipolar? Sí lo pienso bien… ¡Nah!

—Maldita zorra —murmuraba insultos al aire mientras se levantaba, sobandose la mejilla.

—Tócala —incitó la voz que identifiqué como Jeon.

—¿Qué? —se quedó estupefacto Kang.

—¡¿Qué?! —grité yo, conmocionada.

—Sí —en un segundo estaba sonriéndome inocentemente y al otro miraba a Kang con ira—, vamos, tócala, te permito que lo hagas; si tienes huevos, claro. Y no te molesta perder un dedo o dos.

Dí traspiés, salí de la cocina, llegué a la sala. Divisé mis pastillas y tomé varias, más de dos, más de tres.

¿Con eso será suficiente?

Sí, lo sería.

Tenía miedo de…

—¿Eun Ji? —tocó mi hombro, retrocedí con la absurda idea de que fuera Kang— ¿Estás bien? ¿Te hizo algo ese bastardo?

—N-no, pero… —lo señalé— ¿tú? ¿Qué haces aquí tú? ¿Cómo sabes dónde vivo?

—Ahh, luego de lo sucedido ayer me tomé la libertad de indagar un poquito —mucho— sobre ti. Y sobre lo de donde vives —husmeaba con los ojos indiscretamente el apartamento de Kang—: ayer te traje aquí, así que solo tuve que preguntar al portero en qué piso vivía una linda peli negra de piernas delgadas.

—Claro, trabaj… —mis palabras quedaron en el aire cuando recordé a Kang, apuntó de golpearme y la ira que había desaparecido se mí por unos instantes volvió a surgir— ¿Y Kang?

Él se encogió de hombros y señaló la cocina.

Yo corrí.

—¡Tú! ¡Maldito! —me lo topé en el suelo, todo ensangrentado, retorciéndose del dolor, tenía las mejillas rojas, manchadas de sangre, cortes en los labios y su nariz sangraba, prácticamente estaba desfigurado.

Entonces apoyé mi zapato de tacón en su frente.

—¿Que si no soy tuya no voy a ser de nadie? —repetí sus palabras con una mueca de disgusto— Por machistas como tú es que ni siquiera podía acercarme a un hombre.

»Y después de todo… cuando por fin lo hice, mira con que pedazo de mierda terminé —el jadeaba bajo mi zapato—. Quiero que sepas que me encargaré de ti, no sé cómo o cuando, pero haré que cada vez que veas a una mujer te den ganas de vomitar y no te acerques a ninguna —escupí sobre él, le tiré mi móvil con una llamada saliente al hospital—. Ten, llama una ambulancia, porque ni la más grande escoria merece morir, pero que lo sepas, aunque te olvide, porque sé que lo haré quiera o no, siempre voy a tenerte rencor.

Levanté mi pie de su frente y ví la marca de la suela bajo este, reí por lo bajo, viendo lo débil que puede llegar a ser.

Ay no, ni siquiera me vestí.

—Ehh, perdona, Jeon, no estoy lista para salir. De todos modos en breve llegará una ambulancia y no queremos que sepan quién le hizo eso.

—Una razón más para que vengas conmigo —sonrió—, no puedo dejar cabos sueltos — fingió la voz de otra persona, como si estuviera imitando a alguien.

—Está bien.

A las apuestas; j.jk ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora