La castaña no paraba de ver el reloj sobre el pizarrón, el pie se le movía frenéticamente de arriba a abajo y el corazón le repicaba con fuerza dentro del pecho, de no ser por el alboroto del patio, sus compañeros de clase se habrían percatado del sonido.
- Cinco... cuatro... tres... dos... uno! -La cuenta regresiva había terminado y tras ella la última campanada del día escolar había retumbado en los pasillos de la Escuela anunciando a alumnos y docentes que la jornada había acabado-
- Bueno, chicos, eso es todo por hoy, para cuando regresemos de vacaciones deben traer el avance del proyecto final, espero puedan descansar un poco también, hasta luego y felices vacaciones... ¡Nos vemos en 3 semanas! -Y con eso la maestra los dejo salir-
Juliana, que siempre había sido una niña aplicada en sus clases, decidió esperar a que la profesora terminara de hablar para guardar sus cosas, sin prisa, como quien no se desborda de la emoción por ser libre de las obligaciones académicas. Sus amigas la esperaban en la puerta del aula, juntas caminaron a la salida y allí se despidieron y cada una se fue por su lado. Unos 200 metros hacia la izquierda estaba el coche de Verónica, quien dentro de él, daba pequeños golpes al volante al ritmo de alguna canción de pop que estaba sonando en la radio, solo reacciono cuando sintió unos golpes en la ventanilla del copiloto, al voltear vio la cara sonriente de su hija, quito el seguro del coche y cuando la menor ingresó al auto, la saludó de beso en la mejilla y un abrazo corto.
- Hola mami
- ¿Cómo te fue en clase hoy princesa?
- Bien ma, solo tengo que terminar el proyecto de ciencias y unas doscientas mil exposiciones más, pero todo tranqui -sonrió con burla mientras se abrochaba el cinturón y su madre ponía en marcha el coche, el trayecto a casa fue entretenido, puesto que iban cantando las canciones que ponían en la radio, siempre habían tenido una buena relación y desde que su padre se fue de la casa ella y su madre se habían vuelto un poco más unidas que antes... A pesar de su edad, Juliana sabía lo que emocionalmente significaba un divorcio, escuchar a su madre llorar algunas noches y las pequeñas ojeras en las mañanas le daban una pequeña idea de lo que su madre puede estar sintiendo
Y no es que su madre fuera una persona débil o indefensa, por el contrario, siempre la había visto como una persona fuerte y capaz de cualquier cosa por ella y los que amaba, pero el que el amor de tu vida se vaya de repente, alegando ya no sentir lo mismo de antes debe ser un golpe bajo, tampoco culpaba a su padre del todo, no entendía muy bien por qué, pero creía que al final las relaciones románticas acababan desgastándose y si debía ser así, entonces acabar con ellas era lo mejor antes de recurrir a la violencia, o peor aún... la infidelidad.
La casa en la que vivían ambas era grande, moderna y sofisticada, realmente era extraño que solo dos personas habitaran aquel lugar, puesto que el amplio espacio y la cantidad de habitaciones que nunca ocupan era considerablemente grande, y es que antes, allí vivían sus suegros, su marido ella y su hija, pero con la muerte de su suegro y luego cuando su esposo se fue, su suegra decidió marcharse también y poco a poco la casa fue quedando solitaria.
A ambas les gustaba el silencio, pero les resultaba algo tortuoso estar solas TODO el tiempo, tanto así que estaban pensando en poner la casa en venta y con el dinero comprar algo más pequeño para ambas, quizás con una habitación extra por si llegaban visitas o algo, mientras tanto la gran casa familiar conservaría todos los recuerdos, buenos y malos. Como aquella vez en la que entraron por primera vez, Vero aún estaba embarazada de Juli. La casa la habían mandado a hacer con la intención de algún día albergar a su gran familia, pero tras el nacimiento de la castaña, Vero no había quedado embarazada después (salvo por tres veces que resultaron en abortos espontáneos) y tras años de intentos fallidos, la pareja había desistido de la idea (cosa que probablemente había enfriado los sentimientos de su exmarido, puesto que él siempre había querido tener varios hijos).
En cuanto a Juli, los recuerdos felices inundaban su mente cuando veía las paredes de su hogar, los sábados de películas, los viernes de comida rápida o las muchas veces que sus padres le habían permitido dormir con ellos cuando tenía pesadillas o en las noches de tormenta, las tazas de chocolate caliente de la abuela o las fiestas familiares donde todos sus primos venían de visita y pasaban horas jugando en el jardín, las clases de piano con el abuelo... Cada pequeño rincón de la casa le traía recuerdos felices que en ocaciones la hacían ponerse melancólica.
Unas horas después del almuerzo, Vero recibió una llamada de su ex-suegra, quien llamaba desde algún lugar de la Europa Occidental en la cual se encontraba hace unos meses, dándose un respiro de su país y los recuerdos de su amado esposo fallecido. Le contaba a su ex-nuera que el frío era una cosa insoportable, pero que valía la pena con tal de poder contemplar tan bellos lugares con sus propios ojos.
En algún lugar de la misma ciudad Rania volvía a su casa con una bolsa llena de comida y una sonrisa cansada en el rostro, finalmente ese día (y esperaba que toda la semana) ella y su familia comerían adecuadamente, sus pequeños hijos la recibieron con una sonrisa y un abrazo de esos que le juntaban los pedazos y hacían explotar su pecho de emoción. Su esposo no llegaría sino hasta la noche de su trabajo como obrero en una construcción cercana a la casa. Ella había estado trabajando toda esa semana para comprarle alimento a sus hijos y justo ahora tenía el resultado de su esfuerzo en sus manos. A pasos lentos se acercó a la cocina y desempaco las compras como pudo, esa noche no pasarían hambre y eso era suficiente para ella.
ESTÁS LEYENDO
Meraki
Teen FictionMeraki relata la historia de 5 mujeres, cada una común en su entorno y extraordinaria en su ser.