Capítulo I: Mis manos están manchadas

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Intento sacar las manchas de mis manos, las froto sin parar tratando de conseguir que estas estén completamente limpias, no sé cuánto tiempo realizo esto, solo me detengo cuando empiezo a sentir un ardor en mis manos. Al mirarlas me doy cuenta de que se encuentran llenas de heridas y de sangre; el dolor es demasiado, pero estoy acostumbrado a sentirlo.

Al momento de sentir aquel dolor regreso a la realidad, observo el lugar que me rodea, cayendo en cuenta que me encuentro en el cuarto encantado, lugar donde mi alma toma el control de mí y es libre. El cuarto encantado es el lugar donde pinto, donde tomo un pincel, me siento delante del lienzo y realizo lo que suelen llamar arte. 

Al ver mis manos por segunda vez me doy cuenta de que estas tienen los dedos manchados de rojo, se supone que estaba limpiándome y al parecer solo las ensucié más, pero ahora de sangre. Me levanto de mi banco y me dirijo al lugar donde tengo el botiquín para curar mis heridas, cuando llego a este procedo a realizar la curación tan conocida para mí.

Al finalizar con la curación de todas mis heridas externas, observo lo que he pintado. No sé cómointerpretar esta pintura, pero me encanta, el fondo es una combinación de negro y gris, simulando la noche, hay miles de estrellas cayendo del cielo al igual que la lluvia y un chico en medio con sus alas extendidas mirando alcielo. Él está sentado en una carretera destruida. 

Aquel chico se encuentra de espaldas y a simple vista parece ser un ángel reflexionando, pero si lo miras detalladamente ves sus alas rotas y que está siendo empapado por la lluvia, la cual se combina con sus lágrimas. Él está lejos de ser un ángel, es un demonio que mira a las estrellas pidiendo perdón, es un demonio que teme tanto a la oscuridad como a la luz. Y si miras con más detalle, ves mi más grande secreto.

Mi pintura dice más de lo que se puede ver, dice tanto de mí que temo que alguien en algún momento lo vea, que note todo el sufrimiento que transmite. Así que decido esconderla en el armario junto a las demás, sé que nadie entra a este lugar, pero no quiero correr el riesgo. Aún tengo mucho por dejar volar, así que decido poner música y ponerme a pintar de nuevo, pero antes de tomar un nuevo carboncillo y escoger las pinturas de óleo que usaré, escucho la voz de mi hermana llamándome. 

—Josh, Josh, Josh, Josh, Josh—, pierdo la cuenta de las veces que Ayn me ha llamado, pero escucho su voz cada vez más cerca.

—Ayn estoy en el cuarto encantado, ¿qué deseas?— grito para que pueda escucharme, aunque no me sorprendería que ya se encuentre afuera del cuarto.

—Lo sé, estoy afuera. Estoy aburrida y tengo hambre. ¿Quieres cocinar algo?— gritando tras la puerta me pregunta.

Antes de que siga insistiendo me dirijo hacia la puerta, felizmente no tomé ninguno de los materiales que pensaba utilizar, sino hubiera tenido que decirle a Aynara que se cocine ella. Porque ni bien toco un lápiz o un pincel me es imposible detenerme y no pintar.

Abro la puerta y encuentro a Ayn esperándome con una sonrisa, le sonrío de vuelta y paso por su lado dirigiéndome hacia las escaleras para ir a la cocina, camino lentamente esperando que mi melliza llegue a mi lado. Cuando ella me alcanza, toma mi mano sin que me dé cuenta, por lo cual, no logro retener el quejido que escapa de mis labios.

—¿Otra vez tienes heridas? ¿Volviste a pintar durante horas?— quiero decirte que sí a la última pregunta Ayn, pero lamentablemente mis heridas no son causadas por ello, no en esta ocasión.

—Sí, al parecer perdí la noción del tiempo y mis manos fueron las perjudicadas— miento, como muchas veces lo he hecho y sigo avanzando hacia la cocina mientras ella me sigue.

—Josh te he dicho que tengas cuidado, siempre tienes heridas.— Ayn me mira con preocupación y reproche, luego añade algo que me hace detener mis pasos y que la voltee a ver—. Y no creo del todo que sea por pintar.

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⏰ Última actualización: Mar 18 ⏰

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Los sentimientos perdidos de JoshuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora