Único

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Creía que era imposible gustar de alguien como tú mejor amigo. No, no era solo un amigo porque es un término muy simple; para Kenma era suyo, su Kuroo. Era evidente que ni en un millón de años diría esto tan a la ligera porque le traería problemas es por ello que había callado este secreto por mucho tiempo y no tenía intención de gritarlo tampoco.

Días antes de aquella celebración cursi y que al parecer la preparatoria Nekoma se había unido también porque los pasillos en incluso el gimnasio había sido inundado con decoraciones muy llamativas. Kenma fue indiferente porque todo esto era aburrido para su resentido corazón. Jamás experimentó ese sentimiento que se describía en películas románticas porque lo único certero era su fijación hacia aquel elocuente y lindo chico, pero no en forma romántica sin embargo a estas alturas nadie creía esto, menos ese Kenma interno que luchaba por salir.

Aquel chico temblaba un poco ya sea por miedo a las alturas o porque se desesperaba un poco porque aquel colgante de flechas y corazones no se mantenía en su lugar. Kenma solo sostenía la escalera con todas sus fuerzas.

—¿Por qué tuve que aceptar?

—Oh vamos, Kenma. Solo nos queda colgar uno más ¿no crees que se verá lindo?

—No... —lindo era alguien más, no una simple decoración— te dejaré solo si no te apresuras.

—¡No, no... Ya casi!

Cuando logró su cometido y bajó cada escalón, Kenma fue recibido con una sonrisa y una ligera capa de sudor en la frente del otro chico.

—Pudiste haberle dicho a Lev que lo hiciera por ti —Volteó a un costado y esperaba tener algo en su bolsillo para secar su frente y obtuvo nada.

—Merecian un descanso, todos nos esforzamos para que el gimnasio sienta nuestro amor —suspiró— Nos ha visto entrenar tanto, ¿no crees? —Su mano terminó acariciando la cabeza del más bajo. En un rápido movimiento y encarandolo se encontró con un brillo en sus ojos avellanas perforando lo más profundo de su corazón. Por supuesto fue como un ataque al corazón— Gracias Kenma.

El impacto fue tan mal que ya quería irse ¿por qué de pronto había tanto calor? ¿Acaso siempre fue así? ¿O tal vez debió quitarse el chaleco de su uniforme?

—¿T-terminaste ya? Porque yo... —señaló a las alejadas bancas de descanso y su cuerpo listo para irse.

—Espera Kenma... —su mano, esa mano que era centímetros más grande que la suya ahora estaba sobre la suya— la verdad no he terminado y no creo que sea capaz de soportarlo más...

Kenma retrocedió un paso y Tetsurou avanzó dos. Su rostro quemaba, su cuello y sus orejas también. Sus pequeñas manos eran frías. Tenia la mirada de un gato asustadizo y en alerta. Su estómago comenzó a hacer sonidos extraños que solo él podía sentir.

—Yo no me creía alguien impulsivo pero como esto no es la clase de química donde tienes que pensar que componente tiene que ir después así que lo diré de una vez...

Ya no existió su alrededor porque este tonto chico le había robado absolutamente todo pero no quería que sucediera nada. No así, no cuando lo tenía tan cerca.

—Kenma, yo... te quiero —sacudió su cabeza— no, no te quiero, espera si lo hago, yo no te odio porque eres la persona que me ha quitado el aliento con solo verte. No importa que sea comiendo, durmiendo, entrenando, de hecho me llenas de energía cuando te veo...

Que se detuviera, que lo hiciera ya porque no le iba a gustar para donde estaba yendo esto. El podía sentirlo en su estómago.

—Siento que me estas haciendo daño en la piel, que me quemas tal fluor.

La tarde que rechacé a Kuroo TetsurouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora