Isabel.
Supongo que envejecer tiene sus ventajas. Cuando era joven, antes de una cita tenía que pensar en qué ropa interior elegir, qué prendas conjuntarían mejor y qué zapatos irían bien con lo anterior. Con setenta años, en cambio, la ropa interior deja de dar igual... sobre todo en un primer reencuentro.
Si Ángel y yo nos queremos sorprender gratamente, más vale que dejemos nuestra ropa puesta durante la cita.
No sé por qué estoy tan nerviosa. Llevo un buen rato mirándome frente al espejo para practicar mis respiraciones de yoga, pero creo que el hecho de ver mi reflejo no está ayudando. Quien crea que las inseguridades se van con la edad está muy equivocado, y eso que soy la primera a la que suele darle igual lo que los demás piensen de mí.
Me gusta preocuparme por mi aspecto, sí, pero hacía mucho que no tenía la autoestima baja; casi había olvidado esta sensación. Creo firmemente que la opinión que importa es la de uno mismo, y suelo pensar que siempre estoy guapa. ¿Por qué, entonces, no consigo verme bien hoy? ¿Es por Ángel?
A lo mejor me estoy volviendo loca.
En efecto, al girar el cuello hacia la habitación veo que un poco sí estoy perdiendo la cabeza: encima de la cama hay al menos cien prendas de ropa distintas organizadas por colores. Por alguna razón me ha parecido una buena idea sacar todas mis pertenencias del armario y hacer mi propio escaparate como si luego las opciones descartadas fueran a volver a su lugar por arte de magia. Y, aun con semejante despliegue, no hay nada que consiga llamarme la atención.
El tocador tampoco tiene mejor pinta. He encontrado un viejo neceser de hace años del que he rescatado decenas de productos de maquillaje. Todavía no he utilizado ninguno, pero presiento que no me van a ayudar mucho.
De pronto, me percato de algo importantísimo. Algo en lo que ya debería haber pensado antes.
Ángel nunca ha dicho que esto sea una cita.
Basta que crea que los años me han hecho tener los pies firmes en la tierra para que ahora me haya saltado un detalle tan importante. ¿Cómo puedo ser tan ilusa? Que hace cinco décadas nos enamoráramos en un barco difícilmente implica que esa chispa siga ahí. De hecho, lo más seguro es que con el tiempo nos hayamos hecho personas incompatibles, ya sea por nuestras personalidades o porque él esté casado o...
«Se acabó, Isabel», me reprendo. Apenas queda una hora para volver a verle y no puedo estar mareándome con escenarios hipotéticos. Si voy a tomar este café con Ángel, debo hacerlo sin expectativas. Sin pretensiones. Sin nervios.
Bueno, quizá con nervios sí, pero lo demás sobra.
Cuando vuelvo a mirarme al espejo, todo cambia: la imagen que tengo delante me gusta más. Leo siempre me dice que parezco joven para mi edad —y a lo mejor es así—, pero eso no significa que tenga que echarme todos los productos de belleza a mano para tratar de borrar mis arrugas. Quiero que lo que pase con Ángel sea honesto. Y ahora comprendo que eso solo lo puedo lograr siendo yo misma.
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Una trama navideña.
RomanceA sus setenta años, Isabel no ha perdido la esperanza de volver a enamorarse. Es la organizadora de un club de lectura de romance y está pasando diciembre a la espera de un milagro navideño, uno que llega cuando Ángel Noriega, el escritor del que se...