Pesadilla del Apocalipsis

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Todos soñamos, a veces son pesadillas, otras veces son sueños bonitos, y que curiosa es la capacidad que tiene nuestro cerebro de convertir lo imposible en posible cuando nuestra mente se evade y tiene vía libre para utilizar todo su potencial de imaginación al máximo.

En los sueños existe libertad total, no hay nada prohibido, no hay nada amoral, y lo mejor de todo, cuando te despiertas todo vuelve a ser normal, sin ningún tipo de alteración en la vida real. Todo vuelve a ser como el día anterior.

¿Qué pasaría si Morfeo se cansase de nuestra hipocresía y de nuestra falta de ética?

Me llamo Riah Besfelt, y esta es mi historia, lo que comenzó en un simple sueño de una adolescente finalizó en el término de nuestros días, de todo lo que conocemos, inició el apocalipsis, el declive de todo lo que conocemos, el fin del planeta Tierra.

Era un día lectivo común de entre semana, me despertaba a las 7:00 am, me duchaba, me ponía mi horrible uniforme color café de colegiada, iba a clase, volvía a casa para comer, me sentaba durante horas a hacer los deberes, después me tiraba sobre la cama y leía o escuchaba música rock para evadirme de mis múltiples obligaciones y por último cenaba en familia y me preparaba para dormir y soñar.

Tenía que admitir que soñar era mi parte favorita de la jornada: porque él se encontraba allí, y yo estaba coladísima por ese ser celestial.

Ese hombre era como si hubieran unido a todos los protagonistas masculinos de mis novelas favoritas hasta crear al chico más perfecto, que sin duda se trataba de él.

No tenía nombre, pero si tenía una cara, un rostro anguloso cincelado por los dioses y esos ojos color ámbar brillantes y cautivadores, era castaño, y pálido, su complexión era fuerte sin llegar a resultar intimidante. Era muy alto, quizás medía dos metros de altitud, yo era completamente consciente de que mi altura era la mitad de la suya, parecía una niña de ocho años en comparación.

No podía dejar de mirarlo, estaba completamente desnudo a unos pasos de mí, y cuando comenzaba a aproximarse cada vez más siempre me despertaba, nunca llegaba a tocarme, pero sin duda podía notar que al final del último sueño estaba más cerca, cada noche nueva que transcurría lo sentía más cerca de mí.

No pronunciaba ni una única palabra, tampoco emitía sonido alguno, pero podía imaginar su voz. Y sabía exactamente cómo iba a sonar cuando hablara semejante ser celestial, si es que alguna vez llegaba a hablarme.seguramente su tono de voz era grave, seductor, de esas voces que suenan como terciopelo, si este material se pudiera transformar en sonido.

Después de ver a ese hombre, cuando miraba a los chicos de mi instituto incluso el más popular y atractivo me parecía una copia barata de él, del protagonista de todas mis noches. Si se lo contaba a alguien pensaría que estoy loca, por eso jamás se lo iba a confesar a absolutamente nadie, ese era un secreto que me llevaría a mi tumba. Ni si quiera a mis padres, de pequeña les hablaba de él y me decían que era mi amigo imaginario mientras se reían de mis ocurrencias infantiles, por eso cuando crecí tomé la decisión de ocultarlo, no quería acabar en un psiquiátrico ingresada.

La noche anterior él había estado a punto de alargar la mano y posarla sobre mí mejilla, lo percibí, ¿Esta noche podría notar al fin su deseado tacto se sentiría tan realista como su presencia en cada uno de mis sueños?

Deseaba tanto que quitase el fino vestido blanco que cubría mi cuerpo y me poseyera, al fin y al cabo, solo era un sueño corriente, y a la mañana siguiente seguiría siendo la de siempre, la chica obediente y virgen.

Quizás llegando al final de esa lenta y asfixiante trama, y cumplido mi más ferviente deseo, dejaría de soñar con él.

Que ansias de saber mediante mis recurrentes sueños, cuál era el desenlace de esa historia, que era lo que mi imaginación pensaba hacer al respecto con ese perfecto hombre, cuyo nombre no sabía pero que me encantaría gemir sobre su boca, besando esos labios sensuales y carnosos que siempre formaban una línea recta, sin emoción alguna, a lo largo de mis sueños, ¿si rozaba mis labios contra lo suyos los movería? ¿me correspondería? ¿Cambiaría por fin su eterna expresión de indiferencia? ¿me desearía tanto como yo a él?

CUENTOS MALDITOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora