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***Aclaración***

Este libro está totalmente protegido y patrocinado por la editorial Letra de Kmbio, cualquier copia o adaptación está totalmente prohibida.

Disponible en físico y en todas las plataformas digitales dentro de unos meses. Una vez publicado en estos formatos deja de estar disponible en Wattpad.

Dereth Watson:

La señorita Jenny forcejeaba entre suspiros y gritos intentando abrir la puerta, mientras que el jardinero daba con fuerza en el cerrojo con una llave para reparar autos. Yo estaba inmóvil, casi lograba sentir cómo me quedaba sin aire ante la escena. Recuperando el sentido en fracciones de segundos, no necesité preguntar nada cuando ya incrustaba mi codo contra la madera, provocando que esta se abriera y nos diera paso a la terrorífica imagen que se pausó en instantes.

—¡No puede ser! —exclamó Jenny llevando las manos a su boca para cubrirla.

El hombre canoso que se encargaba de ayudar en la jardinería me miró con notorio terror y retrocedió un poco.

Ella estaba ahí.

Un gran charco de sangre yacía sobre el suelo blanco del baño, mientras sus ojos, mejillas y labios, parecían insertados de la palidez de su piel. La chica de ojos vidriosos, permanecía sentada, recostada, entre la sangre que corría de sus muñecas, dejando ver a su lado la causante de sus heridas.

Sintiendo cómo mi alma y mente se esfumaban de mi cuerpo, corrí a su lado, agarrándola de los hombros y agitándola con fuerza, como si eso la hiciera reaccionar.

—¡Neena! ¡Despierta! ¡Rápido, una ambulancia! —presioné su muñeca manchándome de esa sangre mientras mi vista se hacía borrosa a causa del llanto—. ¡Por favor una ambulancia! —continúe gritando guturalmente, mis pies no reaccionaban, un ataque de pánico comenzaba a extenderse, me sentía hiperventilar.

La tomé en mis brazos como una princesa, pero este no era el final feliz que todas tenían, en este cuento el príncipe llegó tarde para rescatarla.

Su pulso era tan débil que mis esperanzas cayeron una vez que la vi así. Bajé la escalera sin saber qué hacer, creo que era la primera vez que el miedo me hacía reaccionar de esa forma.

—¡Dereth! —lograba oír a lo lejos, pero no sabía de quién se trataba.
Todo se estaba volviendo oscuro, pero mis pies no se detenían, el ruido, la sirena de una ambulancia, estaba cerca.

Me faltaba el aire, no podía ver.

Cuando alguien agarró a Neena, que seguía en mis brazos, me dejé caer en el suelo, por más que tuviera los ojos abiertos, todo estaba oscuro. Ni siquiera lograba moverme. El ardor en mis rodillas se hizo presente. Un llanto y unas manos me rodearon, aunque seguía sin saber dónde estaba o que pasaba, todo estaba igual que en mi pesadilla…

(...)

—Ya le he dicho todo lo que sé señora —volví a la realidad abriendo los ojos y oyendo una voz conocida.

Lo primero que vi fue un techo blanco, bastante iluminado. Estaba sentado en una hilera de sillas de metal. El olor a alcohol y medicina no pasó desapercibido, el hospital, todo fue real.

—Jenny —la llamé y ella colgó el celular para correr hasta mi dirección. Sus ojos rojos a causa del llanto devolvieron la presión a mi pecho.

—Dereth, mi niño —se sentó a mi lado dejándome confundido por su mirada de lástima.

—Ella —solté de la nada, dejando que lo que había sucedido pasara volando por mi mente, reintegrando la tormenta—. ¿Dónde está?
Ante mi intento de levantarme de aquella silla, presionó mis hombros devolviéndome al lugar.

—Todo estará bien ¿ok? —la miré llorar.

—Sí, ella está en la casa, todo esto es una pesadilla —solté una risita nerviosa mirando hacia todas partes—. ¿Cierto Jenny? Despertaré pronto, esto no ha pasado, sólo es un sueño, otro mal sueño. No pasa nada.

—Dereth.

—¡No! —grité asustándola—. No está pasando nada, todo está bien.

—Por favor cálmate —intentó abrazarme, pero la aparté.

¿Por qué me abrazaba? Todo estaba bien, sólo era una pesadilla y me tenía que despertar. Nada era real.

—¿Por qué no despierto? —comencé asustarme.

—Mírame —volteó mi rostro aguantándolo ente sus manos.

—No —negué forcejeando—. Ella está bien.

Asintió a la par que yo soltaba todo el aire que, en vez de hacer mi respiración normal, me ahogaba entre profundas inhalaciones.

—Tienes que tranquilizarte, si no lo haces entonces no podrás entenderme —comenzó a susurrar mirando mis ojos.

—Estoy bien, ella está bien, todo está bien —me reí.

—¡No estamos bien! —estampó su mano en mi mejilla con fuerza—. ¡Necesitas asumir lo que pasa, sino no tendrá solución!

—¡Esto no puede estar pasando! —grité como pude a causa del llanto—. ¿Por qué?

Me levanté de la silla, agarrando mi cabello y estirándolo como un loco, una enfermera no tardó en aparecer, junto a un señor de aspecto canosos con expresión neutra.

—Soy el doctor Adam. ¿Ustedes son los familiares de la señorita Rodríguez?

Jenny no tardó en agarrarme del brazo al ver mis intenciones, haciéndome retroceder antes de aclararse la garganta y hablar.

—Lo somos, por favor denos buenas noticias —rogó bajo la mirada atenta de el hombre.

—La paciente llegó al hospital en un estado bastante crítico, la hemorragia que tuvo la hizo perder un gran porciento de su sangre, por lo que tuvimos que hacer una transfusión —nos miró afable.

—¿Una transfusión? —preguntó Jenny, siendo yo quien tuvo que aguantar su brazo esta vez para calmarla.

—Sí, es un proceso no tan complicado pues se coloca una vía intravenosa con aguja en uno de los vasos sanguíneos así la sangre donada ingresa al torrente —comentó la enfermera, siendo interrumpida por los pasos apurados de dos personas que acababan de llegar.

—¡Hijo! ¡Ya nos enteramos de todo! —mi madre intentó calmar su respiración y mi padre sólo secó su sudor.

—El doctor nos estaba explicando el tratamiento —bajé la cabeza apretando mis puños.

—¿Pero? ¿Ya está? ¿Se pondrá bien cierto? —intervino Jenny en dirección a la enfermera.

—Eso depende de la asimilación de su organismo, ya dijimos, perdió mucha sangre, por lo que puede haber complicaciones —se adelantó Adam el cual no quitó la vista del expediente.

—Muchas gracias por todo —Damián estrechó su mano y asentí antes de ser rodeado por los brazos de mi madre.

—Todo estará bien mi niño —susurró en mi oído.

—Bueno, sólo queda esperar, necesita reposo, su cuerpo se encuentra en un estado de coma, del cual debería despertar una vez que se pase el efecto de la anestesia y su cuerpo asimile de forma positiva el tratamiento —recalcó la enfermera, haciendo énfasis en la palabra “debería”.

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