CAPITULO 5

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El resto del día fue una sucesión de momentos surrealistas uno detrás de otro. Tuve que autoconvencerme de que estaba soñando y este no era el primer día de clase de verdad. Recibí un montón de palabras de admiración por la pelea a la hora del almuerzo y sentí como si no se tratara de mi vida.
Cuando se me pasó el subidón, caí en la cuenta de que había pegado a un compañero en las instalaciones del instituto. Podía meterme en problemas, en serios problemas, por ello. Cada vez que daban un aviso o que llamaban a la puerta de la clase, me empezaban a temblar las manos.
Cuando salí del comedor le mandé un mensaje a Dinah disculpándome por haberla dejado tirada. Me escondí en la biblioteca el resto de la hora del almuerzo, por lo que tuve tiempo para preguntarme qué narices me pasaba. ¿Por qué no me había alejado de Madoc y ya está? ¿En serio tenía que darle un rodillazo en los huevos? Sí. Últimamente me estaba descontrolando un poco, tal vez me estaba tomando demasiado en serio el consejo de Dinah de defenderme.
—¡Eh, Jackie Chan! —Maci Feldman, una compañera de clase en la asignatura de Política se sentó a mi lado. Se llevó la mano al bolso, sacó un brillo de labios rosa con purpurina y se lo aplicó mientras me miraba alegremente.
—¿Jackie Chan? —Arqueé las cejas y saqué un cuaderno del bolso.
—Es uno de tus nuevos apodos. Los otros son Superzorra y Rompepelotas. A mí me gusta Jackie Chan. —Juntó los labios y guardó el labial en el bolso.
—A mí me gusta Superzorra —murmuré mientras el señor Brimeyer nos entregaba el temario con un cuestionario.
Maci suspiró.
—¿Sabes? Muchas chicas están encantadas con el numerito de la cafetería.
Madoc se ha acostado con la mitad de las que van a último curso, y eso sin mencionar a las de tercero. Se merece lo que le ha pasado.
Me limité a asentir, pues no sabía qué responder. No estaba acostumbrada a que la gente se pusiera de mi lado. Puede que mi respuesta a las tonterías de Lauren y Madoc hubiera cambiado, pero mi objetivo seguía siendo el mismo: concentrarme en los estudios. El primer día ya había sido demasiado dramático. Si hubiera huido de los problemas, podría haber evitado tanta atención, pero no me apetecía seguir callada y mis acciones no hacían otra cosa que provocar más problemas. ¿Qué estaba haciendo?, ¿y por qué no paraba?
Me puse al día con madame Lyon después de clase, por lo que pude apartar la mente de los acontecimientos del día. Contaba con hablar solo en francés y me fastidiaba confundirme por culpa del alemán que había aprendido en verano. No paraba de decir cosas como «Ich bin bien» en lugar de «Je suis très bien», y «Danke» en vez de «Merci». Pero nos sirvió para reírnos y me costó un buen rato adaptarme.
La entrenadora Robinson nos quería en las gradas sobre las tres, así que me cambié rápido para el entrenamiento de atletismo. Después de pasar un año fuera, me había quedado sin mi plaza en el equipo, pero tenía la firme intención de recuperarla.
—¿Ha habido alguna consecuencia por lo que ha pasado en la hora del almuerzo? —me preguntó Jess Cullen, la capitana, cuando nos dirigíamos a la taquilla después del entrenamiento.
—Todavía no, aunque supongo que me enteraré mañana. Espero que el secretario no se pase conmigo, nunca me he metido en problemas —respondí esperanzada.
—No, me refiero a Madoc. Por el secretario no tienes que preocuparte, Lauren se ha encargado de eso. —Me devolvió la mirada mientras caminábamos por el pasillo en dirección a las taquillas del gimnasio.
Me quedé congelada.
—¿A qué te refieres?
Abrió la puerta de la taquilla, se detuvo y me sonrió.
—El señor Sweeney llegó justo cuando saliste de la cafetería y preguntó qué había sucedido. Lauren se acercó y le dijo que Madoc se había resbalado y se había caído en una mesa, o en una silla... algo así. —Soltó una carcajada.
No podía creérmelo, era ridículo.
—¿Que se había resbalado y caído en una mesa? ¿Y se lo creyó? —Seguramente no, pero todo el mundo lo respaldó, así que el señor Sweeney
no pudo objetar. —Negó la cabeza con incredulidad—. Cuando Madoc se puso por fin en pie, confirmó él también la historia.
«No, no, no. ¡No me han salvado de nada!»
Tomé asiento en el banco que había en mitad del pasillo y me llevé las manos a la cabeza.
—¿Qué te pasa? Son buenas noticias. —Jess se sentó a mi lado y comenzó a quitarse las zapatillas y los calcetines.
—No, preferiría meterme en problemas con el secretario en lugar de con Lauren y Madoc. —La única razón por la que me habían defendido debía de ser porque querían castigarme por su propia cuenta.
—¿No ibas a solicitar plaza en Columbia? No creo que les interesen mentes científicas jóvenes y brillantes con tendencia a atacar a los hombres. Seguro que cualquier otra cosa es mejor que poner en riesgo tu expediente con esto.
Se puso en pie una vez se hubo desvestido y se dirigió a la ducha con la toalla. Yo me quedé un instante allí, valorando sus últimas palabras. Tenía razón. Si me centraba en lo importante, tenía un montón de cosas por delante. Mis calificaciones eran excelentes, hablaba francés con fluidez, había pasado un año en el extranjero y había hecho un montón de actividades extracurriculares interesantes. Podía sobrevivir a lo que fuera que Lauren guardara bajo la manga.
El primer día en el instituto Shelburne Falls había transcurrido con más incidentes de lo que me hubiera gustado, pero la atención que estaba recibiendo era positiva. A lo mejor terminaba el último curso con buenos recuerdos, como la asistencia al baile de bienvenida y el de graduación.
Alcancé la toalla y me fui a las duchas.
El agua caliente me cayó en cascada por la espalda y experimenté ese tipo de sensación de la que disfrutas cuando te sientes cómoda y saboreas algo totalmente placentero. Después de todo el ejercicio que nos había animado a hacer la entrenadora, ganduleé bajo el estimulante chorro de agua más tiempo que las demás. Tenía los músculos ateridos.
Salí envuelta en la toalla y me acerqué a las otras compañeras que estaban en las taquillas; la mayoría ya estaban vestidas e iban a secarse el pelo.
—Fuera. Camz, tú quédate.
Levanté la cabeza al oír su voz y algunos gemidos. Localicé a Lauren... ¡que estaba junto a las taquillas del vestuario! Me aferré a la toalla, que seguía llevando puesta, y apreté con fuerza al tiempo que buscaba a la entrenadora con la mirada.
Me dio un escalofrío. Lauren tenía los ojos fijos en mí mientras hablaba con las demás. Me sentí decepcionada al ver cómo las de mi propio equipo se marchaban y me dejaban sola con alguien que no tenía ningún derecho a estar aquí.
—¿¡Es una broma!? —espeté al ver que avanzaba al tiempo que yo retrocedía.
—Camz —llevaba sin emplear mi diminutivo «Mila» desde que éramos unos niños—, quería asegurarme de que contaba con toda tu atención, ¿es así? —Parecía relajada. Me taladraba con sus preciosos ojos y me sentí como si no existiera ninguna otra persona en el mundo aparte de nosotras dos.
—Di lo que tengas que decir. Estoy desnuda y a punto de gritar. ¡Esto es demasiado, incluso para tratarse de ti! —Dejé de retroceder, pero por la forma en la que alcé la voz y se me aceleró la respiración puse en evidencia la frustración que sentía. Un punto para ella. Me había sorprendido y ahora estaba en una posición de completa vulnerabilidad. Sin tabla salvavidas... y sin ropa.
Me ajusté la toalla por encima del pecho con una mano y me envolví el cuerpo con la otra. Tenía todas las zonas importantes tapadas, pero el tejido solo me llegaba hasta debajo del trasero y me dejaba al descubierto las piernas. Lauren entrecerró los ojos y empezó a bajar la mirada por mi cuerpo... y a bajar más. La cabeza me daba vueltas y me ardía la cara mientras ella seguía estudiándome. Sus tácticas intimidatorias eran estelares.
No acompañó su violación con ninguna sonrisa de suficiencia. Su mirada no era sexual como la de Madoc, sino reacia, como si lo hiciera de forma involuntaria. Tensó ligeramente el pecho y su respiración se volvió un tanto agitada. Sentí un hormigueo por el cuerpo y otra sensación que me sacaba de mis casillas se instaló entre mis piernas.
Un momento después, me miró a los ojos y alzó las comisuras de los labios.
—Saboteaste mi fiesta la semana pasada y has atacado a mi amigo. Dos veces. ¿Estás tratando de reafirmar tu posición en este instituto, Camz?
—Ya era hora, ¿no crees? —No parpadeé y eso me sorprendió.
—Al contrario —respondió. Apoyó los hombros en las taquillas y se cruzó de brazos—. Ahora tengo otros pasatiempos más interesantes que molestarte a ti, lo creas o no. Este año ha sido muy tranquilo sin ver tu cara de engreída y de soy-demasiado-buena-para-todos en los pasillos.
Ya conocía su tono mordaz, pero sus palabras me hirieron y apreté los dientes. Me burlé de ella con preocupación fingida.
—¿Qué pasa? ¿La fantástica y malvada Lauren se siente amenazada? —«¿Qué demonios estaba haciendo?» Era mi oportunidad, estaba aceptando dialogar conmigo. Debería tratar de hablar con ella, ¿por qué no intentaba razonar con ella?
Un segundo después, se había apartado de las taquillas y estaba invadiendo mi espacio. Se acercó a mí, apoyó las manos en las puertas de las taquillas, a ambos lados de mi cabeza, y me fulminó con la mirada. De repente olvidé cómo se respiraba.
—No me toques. —Mi intención era gritar, pero lo había dicho en un suspiro. Incluso con la vista puesta en el suelo, podía sentir cómo me asesinaba con la mirada. Tenía todos y cada uno de los nervios del cuerpo en alerta por lo cerca que estaba y todo el vello erizado.
Lauren movió la cabeza a un lado y a otro en un intento de atraer mi mirada, con los labios a milímetros de mi rostro.
—Si algún día mis manos tocan tu cuerpo —dijo con tono tranquilo y grave —, querrás que lo hagan. —Acercó los labios todavía más y la calidez de su aliento me acarició el rostro—. ¿Es así? ¿Quieres?
La miré a los ojos e inspiré. Tenía pensado decir algo, pero se me olvidó por completo cuando su olor me invadió el cerebro. Bien, fantástico, la idiota olía a jabón. A un gel de ducha delicioso, agradable y dulce.
«¡Mierda, Mila! ¡Céntrate!»
Su mirada seria titubeó al ver que mantenía el contacto visual.
—Me aburro —respondí al fin—. ¿Vas a decirme qué es lo que quieres o qué?
—¿Sabes? —Me miró con curiosidad—. Me ha sorprendido esa actitud con la que has regresado. Antes eras un objetivo demasiado aburrido, lo único que hacías era salir corriendo o llorar. Ahora vienes con ganas de pelea. Tenía pensado dejarte tranquila este año, pero ahora...
—¿Qué vas a hacer? ¿Ponerme la zancadilla en clase? ¿Derramarme zumo de naranja en la camiseta? ¿Difundir rumores sobre mí para que nadie salga conmigo? ¿O vas a pasar al ciberacoso? —No tenía gracia y enseguida me arrepentí de haberle dado la idea—. ¿De verdad crees que cualquiera de esas cosas me sigue molestando? No puedes asustarme.
«Debería callarme, ¿por qué no me callaba?»
Me observaba mientras yo trataba de controlar el temperamento. ¿Por qué siempre parecía tan tranquila, como si no le afectara nada? Nunca gritaba ni perdía los estribos. Tenía los nervios bajo control y a mí me hervía la sangre hasta el punto de sentirme capaz de volver a la carga con Madoc.
Tenía los ojos al nivel de su boca y se fue inclinando poco a poco. Tenía un brazo estirado por encima de mi cabeza, apoyado en las taquillas, y acercó la cara hasta tenerla a un centímetro de la mía. Esbozó una sonrisa sexi y me costó apartar la mirada de su boca.
—¿Crees que eres lo suficientemente fuerte como para enfrentarte a mí? — El murmullo suave y relajado me acarició el rostro. Si no hubiera sido por las palabras, el tono de voz me habría calmado.
Debería haberme apartado, pero quería aparentar seguridad en mí misma manteniéndome en el sitio. Podía devolvérsela igual de bien. Al menos eso pensaba.
—Ya veremos. —Nuestras miradas conectaron cuando las palabras desafiantes y ásperas abandonaron mi garganta.
—¡Camila Cabello! —Conmocionada por el extraño trance en el que me había imbuido Lauren, alcé la mirada y vi a la entrenadora y a la mitad del equipo al final de la hilera de taquillas, mirándonos.
—¡Entrenadora! —Sabía que tenía que decir algo, pero me fallaron las palabras. Una sensación de terror enraizó en mi cerebro y se quedó allí mientras buscaba una explicación. Lauren estaba inclinada sobre mí, hablándome, en una pose que parecía íntima. La situación no pintaba bien. Algunas compañeras tenían el teléfono en la mano y me encogí al oír el sonido de las fotos. «¡No!»
«¡Mierda!»
—Hay otros lugares para hacer lo que estáis haciendo —me dijo la entrenadora, pero con la mirada puesta en Lauren—. ¿Señorita Jauregui? ¡Fuera! — exclamó entre dientes y las muchachas que la rodeaban soltaron risitas con la mano en la boca. Nadie apartó la mirada.
Lauren me atacó con una sonrisa petulante antes de marcharse guiñando el ojo mientras salía a las chicas, que parecían emocionadas.
De repente me di cuenta de lo que sucedía y abrí los ojos de par en par. ¡Lo había planeado todo!
—Entrenadora... —empecé, y me ajusté aún más la toalla.
—Señoritas —me interrumpió ella—, marchaos a casa. Nos vemos el miércoles. ¿Mila? Te veo en mi despacho antes de que te vayas. Vístete.
—Sí, señora.
Notaba el pulso en las orejas. Nunca antes me había metido en problemas, y menos en el instituto. Me vestí rápido y me recogí el pelo húmedo en un moño antes de dirigirme al despacho de la entrenadora. Solo habían transcurrido unos minutos, pero me imaginaba que probablemente esas fotografías ya estuvieran en Internet. Me limpié el sudor de la frente y tragué la bilis que me subía por la garganta.
Lauren había caído demasiado bajo en esta ocasión. Había regresado a la ciudad preparada para otro año de acoso y bochornos, pero cuando pensaba en lo que parecía que hacíamos desde fuera se me helaba la sangre. Los rumores de antes tan solo habían sido eso, rumores, pero ahora había testigos y pruebas de nuestro encuentro.
Mañana, la mitad del instituto tendría su propia versión de lo que había sucedido después de ver esas fotografías. Si tenía suerte, la historia sería que yo me había lanzado a sus brazos. Si no, el rumor sería más sórdido.
Jess salió del despacho de la entradora cuando me dirigía hacia allí.
—Hey —me detuvo—, he hablado con la entrenadora. Sabe que Lauren te ha tendido una trampa... que no la habías invitado. Siento haberte abandonado así.
—Gracias. —Sentí un gran alivio. Al menos estaba a salvo de la ira de la entrenadora.
—De nada. Pero, por favor, no le digas a nadie que te he defendido. Como la gente se entere de que le he causado problemas a Lauren no me va a pasar nada bueno —explicó.
—¿Le tienes miedo? —Lauren ejercía un gran poder en todo el instituto.
—No. —Negó con la cabeza—. Lauren es buena gente. Se comporta como una zorra si la provocan, pero nunca me ha preocupado. Sinceramente, parece que sea a ti a la única a quien quiera tumbar... metafóricamente hablando, claro. — Sus ojos entornados me hicieron creer que le daba vueltas a algo en la cabeza.
—Sí, ya. Qué suerte.
—Lauren es alguien importante por aquí y no quiero que la gente se entere de que la he delatado. —Enarcó las cejas a la espera de que lo entendiera.
Asentí y me pregunté qué narices hacía Lauren para merecer la lealtad de nadie.

*Qué os parece la historia de estas dos?*

Bully (Gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora