Cuando aún no estaban claras las divisiones de los 6 reinos, cuando apenas si se habían construido unos cuantos castillos y cualquiera con la suficiente carisma podía gobernar, se originó una gran leyenda que nació en una antigua aldea de cierta península. Una joven mujer recién había consumado su matrimonio con uno de los hombres más queridos en la aldea, se sintió afortunada porque ahora su descendencia estaba bendecida con la gran belleza de aquel hombre y seguramente en unos años podrían llegar a ser nobles. Ella no exageraba al pensar esto pues, en aquel entonces la nobleza en el continente era reconocida por sus dotes, físicamente eran diferenciados de los demás y si entre los súbditos nacía un bebé hermoso, automáticamente obtendría algún título solo para hacerlo parte de la sociedad noble. Los Dioses pensaban que los humanos de aquellas tierras eran bastante peculiares.
Para su desgracia, después de intentarlo unas cuantas veces la mujer no lograba quedar en cinta, antes de que esto trajera problemas a su matrimonio decidieron emprender un corto viaje hacia la aldea vecina, en donde vivía un viejo mago. Una vez frente a él le suplicaron que respondiera quién tenía el problema y si habría solución.
—Puedo ver con claridad que ninguno de los dos es infértil—Aseguró con solo mirarlos y ellos exhalaron aliviados.
—Entonces ¿Por qué mi esposa no puede tener un hijo?
—Quizá no lo hayan notado pero, tu cuerpo seguramente te ha envíado señales—La mujer lo miró extrañada esperando que continuara—Para ti es muy peligroso llevar una vida en tu vientre, es muy pequeño y tu cuerpo es muy débil, no lo soportaría. Si lo siguen intentando lo conseguirán, pero al final, solo uno de los dos sobrevivirá.
—¿Hay algo que pueda darnos? una poción, un encantamiento, le daré lo que quiera , pero por favor ayudenos—Suplicó el hombre al ver abatida a su mujer pero el mago negó con tristeza.
—Si me fuera posible lo haría con gusto, pero no tengo los conocimientos para algo como esto, con los pocos grimorios que tengo y mis habilidades, a penas si podré entregarte un poco de suerte, el precio no lo vale—Afirmó con severidad.
La pareja volvió a su hogar con tristeza, ella se estaba preparando mentalmente para escuchar a su esposo decir que entonces tendría otra esposa para poder asegurar su descendencia, pero de él no escuchó nada más que cariños y comprensión. Sintiéndose culpable el insomnio la obligó a salir a la media noche, precisamente una noche de luna llena y la observó con dolor.
—Madre luna—le habló llorando—Madre luna por favor escuchame—en su aldea, como en muchas otras, la creencia de que la Luna era una Diosa prevalecía, la adoraban y le entregaban tributos para alejar a las bestias en la noche y asegurar las cosechas, esa sería la primera vez que alguien se dirigía a la Diosa para pedirle un favor de manera personal—entregame la fuerza que necesito, te lo suplico—sollozaba sin consuelo y con un enorme dolor en su pecho—te entregaré lo que me pidas madre, por favor mi fe entera te pertenece—guardó silencio unos instantes y observó la luz en el cielo con fervencia, esperando que mirarle de esa manera sirviera de algo.
La Diosa Ur fue conmovida por aquella súplica, no tenía intenciones de relacionarse tanto con los humanos en aquel tiempo pero ya que el primer paso lo había dado esa mujer no se pudo contener. La Diosa bajó a la aldea y tomando la forma de un lobo se acercó prudente. La mujer escuchó los pasos del animal y retrocedió asustada, pero al ver en los ojos del lobo el mismo brillo al que le suplicaba se detuvo esperanzada.
—Mujer que llora tan tristemente, no llores más—la hermosa voz de la Diosa le trajo calma—te daré lo que me pides pero algo a cambio voy a esperar—Ella asintió mientras el lobo se acercaba lentamente—Escúchame atentamente, tu pequeño vientre crecerá y tu cuerpo tendrá la fuerza que necesita para engendrar 2 vidas. Una vez nacido tu segundo hijo tu cuerpo volverá a ser débil y ya no podrás engendrar nunca más—ella volvió a asentir satisfecha y entonces el lobo acercó el hocico al vientre de la mujer, este se iluminó—Tan pronto el primer llanto sea escuchado, deberás levantarlo y ponerlo en mis brazos, seré la primera en verlo aunque de ti me apiado, pues si ese niño no tiene el corazón de sus padres, entonces tendré que cortar sus lazos—su vientre seguía brillando tanto como los ojos del lobo—Mujer, en cuanto al segundo niño, ese es mi regalo, podrá estar contigo hasta que por la muerte sean reclamados, pero el primero se irá conmigo cuando por mi voz sea llamado.
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El hijo de la luna y otros cuentos
De TodoLeyendas y cuentos complementarios a las historias : Caperucita de cristal De Anmola (Sin liberar) La sangre del enemigo (Sin liberar) Second Chance (En edición) y más