Bebé, soy tuyo

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La oscuridad de la habitación les envolvía en un ambiente de nervios y deseo carnal, sobre la cama solo un par de enamorados primerizos, besándose uno encima del otro... Aunque ambos saben que su amor no solo es de una noche, sino de toda una vida por delante, con recuerdos del pasado y planes a futuro.

Mezclando sus aromas para fundirse en un solo ser.

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– Afrodita nos acaba de invitar a una reunión hoy en la tarde, dice que desea vernos – dio un sorbo a su taza de café.

– ¿Cuántas personas irán? – preguntó Milo mientras comía su desayuno de huevos estrellados con jamón y tocino – Sí son muchas personas, no iré, sabes que me pone de mal humor estar rodeado de mucha gente y más si es un lugar cerrado...

– Será un picnic y solo seremos doce personas – mencionó viendo su teléfono – Y habrá buena comida... Afrodita sabe que eres un melindroso de lo peor.

– Es la primera vez que veo que mi presencia es solicitada con mucha insistencia... me pregunto – sonrió maliciosamente – A caso... ¿Afrodita usará el picnic como pretexto para pedirte matrimonio?.

Camus se acercó a su hermano, acariciando su cabello – ¿Cam- – ¡¿Y que si me pide matrimonio?! – estampo a su hermano contra la mesa – Lo que haga no es de tu incumbencia... además, si es así, tengo que ponerme algo decente para estar preparado, necesitaré de tu ayuda bicho.

Milo se limpió el rostro de su amado desayuno – ¿Otra vez?, No, Camus piedad – mencionó con una sonrisa – ¿No crees que eres un adulto para preguntarme qué ponerte como un adolescente precoz?.

– ¿No crees que eres un adulto para dormir con peluches sobre tu cama?.

– ¡Tan fastidioso como siempre! No son peluches, son mis amigos, tú jamás lo entenderías – saco su lengua, retirándose de la mesa con su té de manzanilla – Mas te vale no tardar porque, no tengo paciencia con esas cosas.

– Gracias Milo – le dio palmadas en la espalda – ¿Ves? No te cuesta nada ser un buen hermano mayor.

– Síguele así y me iré al picnic sin ti.

– Ay, qué carácter..

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Un gemido sutil de placer, se hace escuchar, la poca luz que entraba por la ventana mostraba una sonrisa malvada que tenía Ángelo al escuchar a su amado disfrutar de las caricias, volviendo a tocar y lamer las partes sensibles de Milo, quitando su camisa con suavidad, besando su vientre con anhelo.

Sus corazones sonaban al mismo ritmo que una danza, empezaban a ser cubiertos por una fina capa de sudor, teniendo una imagen erótica de cada uno que no podrían olvidar.

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– En presencia de todos como mis testigos, Camus... – Afrodita se arrodillo – ¿Quieres compartir tu vida conmigo?.