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— ¿Me esperarás hasta que vuelva, Mark?

— Te esperaré los años que sean necesarios, Yuta.

El pelinegro se encontraba apoyado en el tronco de un gran árbol verde, y su chico, Mark, tenía su cabeza acomodada en sus piernas, ambos cuerpos recostados en un amplio pasto floreado en margaritas. Un cálido atardecer anaranjado les acompañaba en su último encuentro hasta en un tiempo más.

Yuta amaba encontrar la paz que tanto necesitaba en los ojos de su amado, adoraba observar cada parte de la preciosa cara que podía admirar cada vez que quería, Yuta amaba ser la pareja de Mark.

Yuta amaba a Mark, Mark amaba a Yuta. Simplemente se amaban y así sería hasta el fin de los tiempos.

— Cuando vuelva, podremos irnos de viaje a Japón para que visitemos los cerezos florecer, ¿quieres? — propuso Yuta, acariciando los cabellos rubios de su novio.

— Si es una cita, entonces sí — Mark sonrió.

— Está bien, que sea una cita si así gustas — Yuta le devolvió la sonrisa.

— No quiero que te vayas, Yuta, no sé si pueda soportar tres años sin tí — Mark tomó la mano de Yuta en el aire para entrelazarla y acariciarla.

— Podrás, mi precioso Makku. Confío en que podrás hacer tu vida incluso si no estoy presente.

Yuta posó sus manos en las mejillas de Mark, las acariciaba lentamente, tratando de que sus pulgares recorrieran la lisa textura de la piel de su novio, mientras ambos se observaban fijamente. Yuta pensaba en lo precioso que era Mark, lo perfecto y tan simple a la vez que era el amor de su vida. Lo amaba de una forma tan increíble, que no se imaginaba una vida sin el chico que iluminaba su mirada cada vez que su nombre aparecía por su mente.

— Es bonito sentir que me amas — Mark pronunció.

— Y te amaré incluso si dejo de respirar, Makku, por que mi vida se trata solo de amarte y en mis otras vidas querré buscarte hasta encontrarte.

Mark se acomodó solo para atrapar entre sus manos la cara de Yuta, cerró sus ojos y posó sus labios con los del contrario. El pelinegro correspondió al beso, ambas bocas se movían dulcemente, en busca de un desesperado encuentro que pudiesen recordar hasta el día en el que Yuta volviera de un viaje de tres años que le esperaba en Suiza, Iseltwald.

— No te enamores de alguien que no sea yo, no dejes que nadie te toque si no soy yo, no quiero que nadie te haga suyo si no soy yo, ¿me harías ese favor, Mark? — Yuta susurró.

Separó sus labios de los contrarios para tomar aire, y posar su frente con la de su novio.

— Eres a quién quiero darle cada parte de mí, Yuta.

— Te amo, Makku.

— Te amo más, Nayu — Mark posó sus labios en la nariz de su novio. Yuta cerró levemente sus ojos para recibir el afecto de su chico.

— Hey, Yuta, tienes que irte a casa.

El pelinegro abrió sus ojos hinchados lentamente, se removió en su asiento y sintió una corriente pequeña de dolor recorrer sus hombros tras haberse quedado dormido en una incómoda silla de hospital. Su vista se dirigió a su amigo Haechan quién lo había despertado, y luego sus ojos se dirigieron al chico que estaba en frente de él, lleno de vías farmacéuticas que inyectados a su piel, se conectaban con unos envases llenos de medicamentos que colgaban de un perchero específico para fármacos de ese tipo, tenía una máscara de oxígeno y una máquina que marcaba el ritmo cardiaco y el pulso.

until the death separate us ✧ yumarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora