Una familiar voz tarareaba una melodía.
¿Era una composición de Fyodor? Creía reconocer su estilo, pero en un intervalo tan corto podría más bien estar siendo engañado por su propia mente que buscaba la reminiscencia de las veces que esos dedos delicados habían tocado el cello. Fyodor sabía que a veces se deleitaba con su música, y le gustaba pensar que tocaba para él en secreto. Era un pensamiento ridículo, que no volvería a ser concebido. Hoy, las notas estaban destinadas a morir en el aire; no conocerán persistencia alguna más que su memoria que en algún momento terminará por decaer, y ya anhelaba que el día de mañana las hubiera olvidado. Ahora tarareaba, pero pronto, tan pronto que la anticipación lo hacía reír por lo bajo, la voz se quebraría entre suplicios.
Del resquicio de la puerta nacía la penumbra. Mientras la madera cedía bajo su mano enguantada de carmín, una visión se reveló: su tan adorado Fyodor entre el vapor, yaciendo en el interior de una bañera. Sus ojos se oscurecían tras un manto sombrío, y contemplaban a la nada; sus cabellos, incluso más negros debido al agua, caían desalineados y húmedos sobre su rostro; y sus hombros pálidos estaban desnudos y con un acuoso resplandor, sin ninguna capa de verdugo que les otorgara de volumen para ocultar su fragilidad.
La voz le dio la última nota a lo que sería un requiem, y aquel rostro ausente en cavilaciones volteó en su dirección. Como si de repente se lo infundiera de un atisbo de vida, Fyodor le dio una de sus tenues sonrisas.
—Asumo que estás aquí para matarme —dijo Fyodor, tan casual, como si lo hubiera recibido en el umbral de su hogar en lugar de su baño, y le hubiera agradecido haberse presentado ante él.
—Asumes bien, mi querido amigo —contestó.
Las desgracias lo perseguían. Aquel hombre habitaba en sus pensamientos, incluso en aquellos de los que se negaría autor por más que se repitieran en su mente en las altas horas de las noches solitarias, se encontraba allí, desnudo, como tantas veces lo había visto en ellos. Si en todo momento pensaba en él, significaba que era una cuestión azarosa el momento en el que llevara a cabo el quiebre del lazo con su insoportable conciencia, pero de todos, había caído en aquel donde estaba desnudo. Era tan inoportuno, pero no tenía por qué tratarse de un impedimento. Lo que lo repelía, o mejor dicho, lo que lo obligaba a verse tan atraído por esa imagen, pronto moriría. Sacó el revólver de su capa y le apuntó a esa encantadora sonrisa que no hacía más que condenarlo y condenarlo.
—¿Tienes alguna última palabra, Fedya?
—Me temo que no puedo aceptar que me dispares —contestó Fyodor, inmutable ante la presencia del arma.
—Oh, tienes razón. ¿Cómo podría hacerlo? Acepta mis disculpas —dijo sacándose el sombrero para apretarlo contra su pecho—. ¡Vamos, Fedya! No podría decirte eso, tú sabes cómo me siento y lo que debo hacer. ¿Qué lógica retorcida me dirás para que no te dispare?
—Piénsalo: ¿qué es un disparo sino un mero instante? Sería tan fácil para tí matarme de esa manera. Pero, ¿acaso quedarás satisfecho? —preguntó Fyodor, apoyando su brazo en el borde de la bañera. Dejó su mejilla descansar sobre su mano. Ahora, podía ver más de su cuerpo que el anterior ángulo no le había revelado. Como el agua caía sobre su pecho con un ligero reflejo y... No, no debía ver más.
—¿A qué te refieres? —preguntó, regresando su mente a la cuestión: asesinato, estaba allí por asesinato. ¿A quién le importaba de qué hermosos colores y formas había sido dotado aquel hombre? Pronto lo enterraría, y aquellas serían cuestiones que sólo concerenerían a los gusanos.
—Pasarás el resto de tu vida pensando si en ese preciso instante presionaste el gatillo por impulso o porque así lo quisiste —continuó Fyodor—. ¿Acaso podrías confirmar con una incuestionable certeza que ese instante fue gobernado en su plenitud por tu voluntad o no fue más que una acción que no te costó un mero pensamiento? Dirás: ¿y si presioné el gatillo por accidente? ¿Y si Fyodor, en sus inefables confabulaciones, me instó a presionarlo? Y, ¿sabes qué será lo peor?
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Prohibidos y cubiertos de sangre [Fyolai]
FanfictionFyodor habla de instantes. Uno sólo puede condenar la vida de un hombre y tornarla en un perpetuo sufrimiento. Por eso, Nikolai no podía matarlo en uno sólo; debía hacerlo de forma lenta e íntima para demostrar su determinación en todos ellos. Ambos...