Tras ser despojada de su libertad y obligada a presenciar el brutal asesinato de su familia, Alexandra es vendida como mercancía humana en el mercado de esclavos. Su destino cambia cuando es adquirida como un exótico regalo para el sultán del Imperi...
—Majestad, la Sultana Hatice le envía esto —dijo Nazli con voz cautelosa, extendiéndole una carta a su señora.
Hürrem tomó el papel con cierta duda. Lo desplegó con manos temblorosas y leyó en silencio:
"Hürrem, creo que dije cosas que no debía ese día. Ser madre me ha dejado alterada, emocionalmente inestable. Me gustaría charlar contigo. Ven con tus criadas a mi palacio si gustas... no es una trampa." Hatice Sultán, Dinastía Ali Osman.
Sus labios se fruncieron al terminar de leer. El corazón le palpitaba con fuerza, como si presintiera que las palabras amables escondían una daga afilada.
—Nilüfer... prepárate. Iremos al palacio de Hatice.
—¡No, Sultana! —intervino de inmediato Esma, alarmada—. ¡Debe ser una trampa!
—Sería aún peor no aceptar. Suleimán lo sabría, y pensaría que fui irrespetuosa o que desconfío de su hermana. No puedo dar pie a una excusa que él aproveche.
—Tiene razón, Sultana —asintió Nazli—. Permítame ayudarla a arreglarse.
La joven odalisca cambió la corona de Hürrem por una más discreta, colocándole un velo elegante, mientras Nilüfer también se vestía con una túnica exterior azul oscuro, digna para una visita oficial. Cuando el carruaje estuvo listo, ambas mujeres subieron. El camino hacia el palacio de Hatice tomaría media hora... media hora de silencio, nervios y presentimientos oscuros.
Antes de partir, Nazli detuvo a Gul Agha con determinación.
—Ve con Su Majestad. Dile que si quiere ver a los príncipes, acuda a nosotras. Dile que la Sultana Hürrem ha ido al palacio de la Sultana Hatice —el hombre la miró, extrañado.
—¿Qué estás diciendo, Nazli? ¿Estás insinuando…?
—¡Ve! —lo cortó exasperada—. Tengo un muy mal presentimiento. ¡Hazlo ya!
El agha no necesitó oírlo dos veces. Se marchó apurado, con la incertidumbre clavada como un cuchillo.
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En los aposentos de la Valide Sultán…
—¿Qué ocurre, Daye? ¿Por qué esa cara? —preguntó Hafsa, al notar la inquietud de su dama.
—La Sultana Hürrem ha salido del palacio —respondió la mujer, mirando a su señora con seriedad.
—¿Y eso qué tiene de malo? —preguntó Gülfem, que bordaba un paño de seda junto a ella.