El efímero otoño

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Un soplo gélido en las ramas secas se hace escuchar fuera de un local, las gotas de las cascadas de un día hormiga se hacen notar. Con una mochila atrás, me voy acercando al lugar de destino. Miro a ambos lados, las personas no me pueden notar, pues un caballero de grisácea armadura ha fallecido. Entro a mi aula y nadie me siente, flores blancas yacen esparcidas en el piso apagado, y los murmullos retumban en la sala.

Terminada la clase, vago sin rumbo a una cafetería. Unos listones plateados en cada punta de aquel espacio brillaban a la luz del día, pero aún así, ningún ser decidía sonreír, pues alguien importante se ha desvanecido. Las horas avanzaban y el atardecer se hizo presente, las aves de la noche revoloteaban de un lado a otro, sumergidas en sus propios pensamientos, buscando a sus inocentes víctimas.

Observo a mi alrededor. Una persona de aspecto cansado me ha visto, desde aquel callejón con luces centellantes. Camino hacia aquel ser, le tiendo la mano para que venga conmigo. Él la acepta. Me contó que fue un oficinista que sufría de explotación laboral, tuvo una familia, pero perdió a sus dos pequeñas hijas en un incendio. Su esposa se alejó de él y sus parientes cercanos lo rechazaron. Sin nadie quién lo apoyara, empezó a tomar unas copas de más mientras se metía poco a poco a la oscuridad disfrazada de salvación.

Le agarro de las manos y lo miro, reconfortándolo en silencio. Su cuerpo se cubre en llamas, que con su flama, le hacen recordar lo malo de sus actos caprichosos. Sus ojos castaños perdieron fuerzas para mantenerse abiertos, el centro de su ser desaparecía en un destello, mientras aquel, que era el cascarón de su núcleo, se encontraba con la frialdad de aquel efímero día de otoño.

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Sueño terminado

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Realidad terminada

Realidad o sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora