Corazón y sangre.
«Ella le daría todo lo que el quisiera, solo por su corazón a cambio»
–Au vampira–Emma Sano, la menor de los Sano, estaba rotundamente enamorada de un chico en su universidad, poseía un largo y liso cabello albino, una piel extremadamente pálida y un extraño odio al sol.
Era el chico más bonito que la Sano había visto en su corta vida, se enamoro a primera vista. Su hermano se volvió su amigo y eso le dió la oportunidad de acercarse más a el, descubriendo que le gustaba salir de noche y el frío, odiaba el sol y era alérgico al ajo, la joven Emma grabo todo en su mente.
Se hicieron cercanos, extremadamente cercanos, eso le gustó mucho a ella, pero de un día a otro, Sanzu la ignoro, como si fuese una plaga.
Ella pensó en todo lo que pudo haber hecho mal, e intento corregir cualquier error, pero Sanzu seguía sin siquiera mirarla, y eso hizo que la Sano se deprimiera terriblemente, llorando a mares por las noches.
Cuando miraba a Sanzu desde lejos, lo notaba aún más pálido, como un fantasma, cada día se veía peor, apenas y se mantenía en pie, el día que dejó de verlo se preocupo bastante.
Con el corazón boca y nervios a flor de piel, decidió ir a visitarlo, llevo consigo unas galletas que había horneado hace poco, estaban calientes, también un poco de miel.
Nunca visito la casa de Sanzu, así que su reacción al ver la gran mansión poco colorida fue quedarse estática frente a la puerta.
Era todo lo contrario a su pequeño hogar, con un jardín lleno de flores, un olor a pan recién horneado por dentro y una calidez acogedora, esa casa era grande y fría, solo rosas negras plantadas perfecta y ordenadamente, la puerta era de un oscuro gris, rozando el negro. Levanto una mano con nervios y toco la puerta, no obtuvo respuesta alguna, y en eso noto que la puerta estaba abierta, así que entro, quitándose las botas y dejándolas en un lugar junto a la puerta.
Un escalofrío recorrió todo su ser al tocar el frío suelo, avanzo mirando todo a su alrededor, fotos, pocas decoraciones, muebles, no había muchas cosas interesantes, salvo por un gran retrato del mismo Sanzu colgado sobre una chimenea, era hermoso, tanto que no dudo en tomarle una foto con su teléfono.
Siguió avanzando hasta unas escaleras, se notaban largas y oscuras con cada escalón que subía. Estaba por desistir de seguirlas subiendo, parecían interminables, cuando un ruido llamo su atención, fue un gritó, un gritó horrible, la asustó de sobre manera, el grito venía desde abajo de las escaleras, así que continúo subiendo, está vez con el corazón latiendo a mil por hora, más gritos se hicieron presentes, solo pudo seguir subiendo.
Llegó a un pasillo divido en dos, podía seguir subiendo o entrar en alguna habitación, decidió que terminaría con las escaleras ahí. Con las galletas apretadas contra su pecho fuertemente entro en una habitación al azar y prontamente se asqueo por su decisión.
Sangre. Había sangre en todos lados, y cadáveres, distinguió a un chico de su salón ahí, a un profesor, una ex amiga, un muchacho que alguna vez la acoso, habían muchos ahí.
El olor era repugnante, parecía que llevaban mucho tiempo ahí, algo particularmente extraño eran las mordidas en el cuello de cada uno de ellos. Cuando el miedo fue demasiado solo pudo pensar una cosa; ¿Sanzu estaría bien?
Salió de aquella habitación y volvió a subir las escaleras, sentía que los cuadros volteaban mirarla con cada escalón que subía. Las escaleras terminaron en una gran puerta, estaba entre abierta y en ella estaba el nombre de Sanzu, marcado en grandes y blancas letras, entro sin pensarlo.
Cerro con seguro y suspiro.
—¿Emma? — reconoció la voz en un instante, miro por toda la habitación hasta que encontró a Sanzu esposado en una cama, sus muñecas estaban rojas y magulladas, se veía demacrado.
Ella dejó las galletas en el piso y corrió hacia el, habían unas llaves en la mesa al lado de la cama, las tomó y comenzó s abrir las esposas.
—. Emma, no, deja eso y lárgate ahora que puedes, me importas mucho como para lastimarte — intento alejarla, pero ella termino de abrir las esposas. En eso noto sus ojos, los ojos antes azules y brillantes ahora eran rojos, con un brillo demente.
Emma miro los colmillos, aquellos blancos colmillos, una parte de sí sintió un horrible pánico, mientras que otra solo quiso quedarse ahí.
—. Soy un monstruo Emma, vete antes de que te lastime — ella hizo caso omiso, se quitó la camisa, dejando ver su brasier y su cuello. Sanzu trago duro.
Emma sabía de los vampiros, siempre le dijeron que esos seres chupa sangre eran un mito, ahora veía que no era así. Sabía que le hacía falta a Sanzu, y se lo daría.
—. Adelante, puedes hacerlo — le incito, y Sanzu no resistió, se avalanzo y la mordió, justo en el cuello, mordió hasta que la sangre comenzó a salir y comenzó a succionar. Emma lo sento en su regazo, en una posición cómoda para ambos. — puedes seguir eternamente si así lo deseas, solo dame tu corazón a cambio.
En ese momento su destino fue sellado, desde la primera mordida algo cambio, ella le supo muy dulce y el bebió hasta que ella estuvo mareada.
El tomo las galletas del piso e hizo que ella las comiera, ayudándole a recuperar sus fuerzas.
Después de todo, no quería que su prontamente inmortal novia muriese por hambre.