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Lo había perdido.

Fue un caos, ¿por qué tan siquiera había pensado que fue una buena idea ir a por el grupo mayor? Debieron haber llamado a Robleis, Roier, Ari e Ibai, así tal vez los otros se encargarían de dicha carnada y pudiera aún tener a Spreen a su lado.

Ni siquiera lo vió. No supo cuando fue la última vez que lo vió vivo. Se habían sumergido en el agua y jamás lo volvió a ver. Lo peor de todo es que ahora el borde estaba tan reducido y el ahora frío cuerpo del híbrido esté fuera de los confines de la zona.

Cuando escuchó el estallido y visualizó a los participantes que seguían, se le cayó el corazón. Su espalda se puso rígida y quiso arrojar todo al infierno. Sus manos agarraron con fuerza su hacha e hizo una masacre a su alrededor.

Nunca imaginó que las palabras burlonas de Spreen fueran a hacerse realidad. Algo acerca de ser un traidor lo habían hecho reír durante toda su travesía y caminatas extensas. Que irónico que terminó siendo un traidor, pero jamás a las palabras del oso. Shadoune no lo había traicionado y jamás lo habría hecho. No habría tenido las fuerzas para abrirle el corazón. No, jamás.

Los estallidos de victoria seguían formado parte del fondo de su mente. Tal y como en esa noche, se suponía que el eco de fondo era felicidad y victoria. El sonido de cohetes y las risas de sus compañeros eran similares, pero la situación era la misma.

Se suponía que tenía que ser feliz, pero no lo era.

¿Por qué no lo era?

Porque había perdido a todos. Porque sentía que había tomado malas decisiones. Porque estaba solo, vacío y oscuro.

Como al inicio.

Se suponía que no debían dolerle tanto las muertes. Que se había acostumbrado. Pero no era así. Lágrimas gruesas recorrieron sus mejillas y solo se sentó en la roca dejándose ser vulnerable. Temblaba terriblemente y, cuando el borde se extendió por todo el terreno, rompiédose por fin, caminó entre los árboles de la jungla.

Necesitaba encontrarlo.

No estaba tan lejos. Pudo haber vivido, pero su cuerpo no pudo más. Estaba tirado en la orilla y sangre salía de sus heridas por las armas enemigas, sin embargo, lo que más sobresalía era una marca rojiza en su cuello pálido enfermizo.

Se había asfixiado, había tratado de respirar, pero no podía. Había salido de la zona y la presión junto a la falta de oxígeno lo había asesinado.

Una risa temblorosa sin gracia salió de su boca. Era irónico. Nadie pudo hacerle frente mas que el mismo mundo. Lágrimas siguieron mojando su armadura y se sentó en la orilla, trayendo el cuerpo de Spreen a su regazo mientras acariciaba su cabello ensangrentado.

"Al menos las vistas son buenas, ¿no?" Había recordado que cuando llegaron a 00, Spreen había comentado lo tan bonito que era el lugar para morir. El atardecer estaba acercándose y los rayos de sol iluminaban de forma espectacular la vegetación y el mar.

Siguió acariciando su cabello hasta que todo oscureció. Entonces, lo miró y una sonrisita cruzó por sus facciones al verlo. Era muy bonito. Una paz cubría sus rasgos y sollozó de nuevo al ver que el tormento de la persona quien amaba había terminado. Por fin estaba en paz.

Lloro mucho más. Sentía que no podía respirar mientras jadeaba disculpas y a la vez se arrepentía de todo. Estaba en paz ahora, pero Shadoune estaba en un caos interno. Quería que viviera, pero eso sería egoísta. Estaba tan impotente, Spreen merecía una mejor muerte, una muerte tranquila y libre de culpa. Una muerte en paz después de haber vivido y experimentado todo lo que nunca hizo por temor. Nunca mereció el estilo de vida que le habían impuesto.

Cuando se calmó, besó suavemente su frente y dejó su cuerpo para cavar una tumba. Él merecía una buena despedida, como había hecho con todos aquellos a los que habia asesinado.

Él merecía lo mejor. Era lo que Shadoune creía.

La tierra cubrió su cuerpo y una cruz se posó frente a él. Miró al cielo y sus ojos cansados analizaron todo el manto oscuro y nocturno.

"Si renacemos, prometo volver a encontrarte." Recitó. "Te lo prometo. Ten fe en mí otra vez, por favor."

Todo estaba tranquilo, nadie podía asesinarlo ahora, él había ganado.

Más nunca se sintió como una victoria.

Promesa de meñiques | ShadreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora