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-Hey... ¿Has escuchado ese rumor?
Esa era la frase favorita del joven de cabello verde.
La forma en que Sakura lo decía, su forma de narrar...
Todo hacía que fuera misteriosamente único y hermoso.
Esa tarde no podía dejar de mirarla mientras contaba la historia de un espectro que tocaba el piano cuando nadie estaba en la Academia.
Aunque normalmente intentara no pensar en eso, la chica tenía la gracia de una diosa.
Sus ojos verdes de largas pestañas, su cabello corto del mismo color que sus ojos, el uniforme adornado con el broche de gemas, su pose seria, todo la hacía perfecta y hermosa.
Sakura acabó la narración y lo miró fijamente, con una pequeña sonrisa en sus labios.
Libra no pudo evitar sonrojarse un poco al verla.
-Y bien... ¿qué te ha parecido la historia de hoy?-le preguntó ella.
-Me ha encantado.- Sonrió él a su vez.
Los dos se miraron un momento, sonriendo, hasta que alguien interrumpió ese bonito momento.
-¡Ya...he...vuelto!
Un chico de cabello azabache y ojos ámbar apareció de la nada y los abrazó con fuerza.
Las cabezas de los dos peliverdes quedaron muy cerca, lo que hizo que se sonrojaran aún más.
Tsukasa se separó de ellos, mirándolos con una gran sonrisa.
-¡He ido a visitar a Amane! Parecía muy contento de volver a verme- dijo el del parche, flotando a su alrededor.
-Ajá- contestó Sakura, con su habitual tono aburrido.
-Te felicito- añadió Libra con sarcasmo.
El niño no pareció captar la ironía en la voz del otro, por lo que siguió hablando feliz.
-También había una chica. Tenía pelo azul largo y estaba muy roja. ¿Estaría enferma?
Sakura y Libra se miraron. La descripción de la chica de la hablaba Tsukasa era sin duda Acuario, la asistente del espectro de una niña que se aparecía en la piscina de la Academia. Ambos imaginaron lo que podría haber pasado para que la chica estuviera "enferma".
El joven miró la hora, se le hacía tarde, tenía que irse a casa.
Se levantó y tomó sus cosas.
-¿Ya te vaaas?-preguntó Tsukasa, jalando su chaqueta como un niño pequeño.
-Si, ya es tarde, tengo que irme- respondió de mala gana, soltándose de un tirón. Normalmente era muy educado, pero ese enano siempre lograba sacarlo de sus casillas.
