Erase una vez, un pueblo llamado nunca jamás en el que vivía un señor muy tacaño, muy tacaño , que tenía tanto dinero que podía acabar con el hambre en el mundo, pero como quería tanto a su dinero, el no usaba el dinero para nada, se quedaba en una montaña llena de dinero. Un día un niño que no tenía para vivir fue a su puerta, llamó y le pidió algo de dinero para poder comer. El señor le dijo que se marchase, y el niño se fue. Esa misma noche tres fantasmas fueron a visitar al señor, y le dijeron, usted que tiene tanto dinero dele algo al pobre niño que ha venido, usted que tiene tanto dinero, cuando se haga mayor se quedarás solo, y ese pobre niño al que no le ha dado dinero para que pudiese comer, podría haberle dado compañía si tu le hubieses dejado. El señor decidió ignorarles. Pasaron los días y se puso muy muy malo pensaba que al día siguiente no sobreviviría los tres fantasmas volvieron a ir y le dijeron que lo que le faltaba era compañia. El señor esta vez les hizo caso, fue al mismo puente en el que vivía el niño, y le dio la mitad de su fortuna, con una condición, se la daría, si él le acompañaba a su casa y se quedaba a vivir allí. El niño rechazó la invitación, ya que sin sus padres no iría a ningún lado, los padres le dijeron que aceptase, que era una oportunidad única en la vida, pero el niño les prefería a ellos. El señor tuvo que aceptar que todos se quedasen y el niño y sus padres se quedaron a vivir con aquel señor. Aquel señor, al gozar por primera vez de compañía, se volvió amable, humilde y fue regalando su fortuna a los más desfavorecidos.
Aquel señor, vivió una buena y larga vida, gracias por encima de todo, a la amabilidad de aquella honrada familia.