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Tomó el algodón con ayuda de unas pinzas médicas, para poder humedecerlo con alcohol desinfectante. Tan pronto como quiso acercársele con eso en manos, Granola arrugó la cara y gruñó con rechazo, reacio a dejarse curar. Merus suspiró con ligera frustración. El ex-cazarrecompensas se estaba comportando como un chiquillo quisquilloso y no sabía hasta donde podría tolerarlo.

—¿Me va a permitir ayudarle o no? —Granola le negó con la cabeza en respuesta—Tengo que hacer esto sí o sí, o sus heridas podrían infectarse.

—No lo necesito. Así que... aleja esa cosa de mi.

El agente rodó los ojos, acortando distancia para poder tomar el rostro de Granola con su mano libre, sosteniéndolo con firmeza para que no se moviera tanto. El ceresiano frunció y siseó ante el contacto brusco y repentino, intentando débilmente liberarse. Forcejearon un poco, antes de que Granola se rindiera con absurda molestia. Tal vez él era obstinado, pero Merus lo era aún más.

—Relájese. No dolerá tanto si mantiene la calma.

Granola vió, atemorizado, como aquel algodón se aproximaba a su rostro lentamente. Cerró los ojos con fuerza para intentar sobrellevar el malestar, pero le fue casi imposible mantener la serenidad, que terminó quejándose del dolor.

—Agh... ¡Merus, duele! ¡Ten cuidado!

El agente sonrió ladino, parecía bastante divertido por las respuestas de Granola. Ésta no era la primera vez que se encargaba de atender sus heridas después de un combate, así que estaba bastante acostumbrado a obtener ese tipo de reacciones y, después de todo, aún no se cansaba ni en lo más mínimo de hacerlo. Podía recordar la primera vez que lo hizo, incluso. Granola no dejaba de quejarse y amenazarlo.

—Lo disfrutas, ¿verdad?— continúo, habiendo notado aquella sonrisa en el rostro de su pareja— Te gusta joderme la vida con estas cosas.

—Solo me preocupo por su bienestar.

—Sí, claro. Si lo hicieras, irías a con Son Goku para pedirle algunas semillas del ermitaño- ¡au!— se quejó cuando, a propósito, Merus presionó un poco más en su herida— ¡¿Qué parte de 'ten cuidado' no entiendes?!

—Perdón. Es solo que usted habla mucho y es difícil curarlo de ese modo— respondió, soltando una risita al final.

—Mientes— le sonrió, contagiado.

Ciertamente, aunque no gustará precisamente de sentir gasas, algodones o vendas por todos lados, había algo especial en este tipo de ocasiones que le traía una calidez indescriptible a su pecho. El cuidado y atención que recibía se sentía... placentero. Era capaz de ignorar el dolor si tenía a Merus tan cerca, mirándole con ese cariño tan inmenso, mientras lo regaña por no quedarse quieto en su lugar. Su corazón latía con fuerza cada vez que se acercaba peligrosamente a su rostro; a sus labios, para después desviarse cruelmente y seguir con lo suyo como si nada. Oh, que ángel tan provocador. Parecía ser costumbre desde la primera vez que curó sus heridas; cuando todavía no eran pareja. Aún recordaba haberse congelado ante la abrupta cercanía que solo acentúo la tensión romántica entre los dos.

Sin saberlo, aquella noche se volvió una ocasión que jamás olvidaría y que daría inicio a confusos pero encantadores sucesos que los llevarían hasta donde están ahora.

—Lo veo más relajado de lo usual. ¿Está pensando en algo, señor Granola?— le preguntó mientras tomaba algunas vendas, sacándolo de sus ensoñaciones.

El ceresiano se sonrojó repentinamente. La sola idea de expresar cosas como en las que estaba pensando segundos antes lo hacían cohibirse. Tal vez llevaban un tiempo saliendo, pero aún le costaba adaptarse a una amante amorosa. Nunca antes había siquiera imaginado estar en una relación, pues su mente estuvo cegada por el odio y remordimiento durante tanto tiempo que —en su momento— solo deseaba tomar venganza para de alguna forma llenar el vacío que sentía por dentro y que lo hundía en la soledad.

—No... Solo pienso que tal vez ya me acostumbre a tu horrible alcohol o lo que sea que utilices— bromeó, queriendo desviar el tema.

Alzó uno de sus brazos solo lo suficiente para poder observarlo, notando al instante algunas cicatrices visibles del pasado. Cicatrices que obtuvo cumpliendo alguna misión que le encargó Elec o que tal vez se hizo corriendo y jugando cuando era niño. Durante esa época de su vida, no tuvo a nadie que se preocupara por él más que el abuelo, quien era lo único que lo mantenía fuerte. Y aunque agradecía sus cuidados, jamás pudo dejar de sentirse solo; y era una sensación que casi siempre se acompañaba con la culpa. A veces se sentía mal por no estar conforme, por querer aún más de lo que tenía. Se sentía como un malagradecido que no apreciaba lo poco que le quedaba. Pero, también, tenía la necesidad de hallar el culpable de sus penas. ¿Quién más sino eran esos malditos saiyajin? Sino fuera por ellos y por el emperador Freezer, su raza estaría viva y tendría a su madre viva con él. Eventualmente, aquellos agrios sentimientos de rencor se extendieron lo suficiente como para enfermarlo y llevarlo a tomar malas decisiones que casi lo hacen perderlo todo y, a la vez, ganar más de lo que pudo alguna vez desear.

Su trágico pasado lo había perseguido y atormentado durante años, día y noche, arrebatándole el sueño. Más hoy, logró dejar todo eso atrás para poder mirar hacia el frente. Había afrontado sus temores y estaba aprendiendo a superarlos paso a paso, a su propio ritmo. Ahora contaba con más personas, personas muy importantes en su vida que lo ayudaban y motivaban en distintas formas: su abuelo, sus amigos y, por supuesto; su querido Merus.

Oh, Merus. Él había sido y era un pilar importante en su vida y en su historia. ¿Quién diría que aquel pequeño agente entrometido y escurridizo terminaría siendo el encargado de calmarlo durante sus más terribles pesadillas? Solo él era capaz de tomar control de su subconsciente para hacerlo experimentar hasta los más tiernos sueños. Solo él podía invadir sus pensamientos efusivamente, día y noche, hasta volverlo loco de amor. Solo él podía ayudarlo a sanar hasta las heridas más profundas de su alma.

—¿Solo eso? Júm. Está bien, creeré su mentira, señor Granola, pero solo por esta vez— le murmuró cerca de sus labios, sonriendo infantil mientras terminaba de vendar la herida en su antebrazo.

El ceresiano se lo pensó mejor, a la par que veía a su novio comenzar a guardar todos los elementos de 'tortura' en aquel botiquín. Realmente le costaba expresar en palabras lo que sentía, pero quería hacer el intento.

—¿Quieres oír la verdad? Muy bien, gran agente espacial Merus. Yo...- — toda la determinación en su cuerpo se fue esfumando cuando el ángel se giró a verlo. Esos hermosos ojos lila lo estaban poniendo nervioso. No quería arruinarlo— Um, yo...

Merus se le acercó para tomar su rostro con delicadeza, acariciando sus mejillas, mostrando esa maldita sonrisa de ensueño que lo hacía suspirar como un adolescente enamorado. Un rubor se extendió por su rostro, llegando incluso a sus orejas. Desvió su mirada con timidez, frunciendo el ceño de la mera impotencia. ¿Por qué no podía solo hacerlo? Aunque quisiera, las palabras se estancaban en su pecho y se negaban a salir.

—Sé que es difícil para ti. Has pasado por tanto y, a la vez, por tan poco, que se vuelve demasiado complicado sentir, vivir y expresar. Pero está bien—guió sus manos con suavidad hacia la cabeza de su pareja, para sutilmente guiarlo hasta su pecho y permitirle acurrucarse ahí. El corazón de Granola latía con fuerza, sintiendo un nudo formarse en su garganta—. Puedo entenderlo y también puedo estar seguro de que algún día todas tus heridas sanarán por completo. Yo estaré ahí, contigo, para poder contemplarte cuando lo logres.

Inevitablemente, una lágrima se trazó en la mejilla de Granola, mientras se aferraba a la cintura de su novio y ocultaba el rostro en su pecho. La manera tan suave con la que hablaba, la calidez que le transmitía y la profundidad de sus palabras habían tocado lo más profundo de su alma. Pudo experimentar la paz y calma que no sentía hacía tanto, tanto tiempo. ¿Estaba mal si sentía que no lo merecía? ¿Qué había hecho tantos males en el mundo, que algo como eso no le correspondía?

—... Merus, te amo tanto, tanto.

Fuera como fuera. No podía estar más agradecido con lo que tenía.

—Yo también.

un curita en el corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora