Decisiones

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Habían pasado ya tres años desde que Zack nos dejó; aún no lo supero. Julie, mi psicóloga, dice que será difícil, pero no imposible. Él lo era todo para mi, mi mejor amigo, mi alma gemela. La doctora me receta anti-depresivos cada dos meses; no soporto el no estar a su lado, no tocarlo, no sentir su respiración.

He estado guardando esas pastillas, ¿sabes? Hace meses que no las tomo, las guardo para algo más... importante. Julie dice que no es necesario, que podré salir de esto sola pero yo no siento lo mismo. Ya no lo tolero, lo quiero aquí conmigo.

-No puedo aceptar que hagas eso lin...

-No me llames linda, ¿acaso me ves linda? Estoy demacrada. -Julie solo trataba de animarme, pero no lo lograría.

-Pero si vamos tan bien con el tratamiento, ¿cómo es que ahora cambiaste tanto?

-No cambié en absoluto, siempre fui así, siempre quise que esto terminara así. Zack no merecía nada de esto.

-Nadie quiere que termines de esa manera, piensa en todas las personas que te quieren.

-La única persona que me quería en este maldito mundo, era Zack y ahora no está.

-Eso no significa que debas seguir su camino...

-Si ese "camino" me guía hasta él, lo seguiré.



Era la una de la madrugada.


Era hora.



Tomé el pastillero, saqué unas cuantas pastillas y... lo hice. Las tragué todas y cada una de ellas.

El efecto se iba notando al cabo de minutos, me sentía cansada, sin fuerzas. Mi vista se fue oscureciendo, mi ritmo cardíaco cada vez era más lento. «Falta poco Zack» pensé. Hasta que terminó, mi tortura acabó, podía ser al fin feliz.

Pero de repente, todo se iluminó. «¿Qué sucede, no morí?» dije en mis adentros. Luego todo tuvo sentido. A lo lejos, más allá del horizonte, se divisaba una silueta... «¿Zack?» Corrí hacia él, las lágrimas corrían con el viento por mis mejillas, no podía creer que lo había hecho.

Nos habíamos reencontrado.

Zack se veía extraño, confundido. «¿Qué, qué pasa?» Miré a mi alrededor para comprobar que de no pasara algo raro, pero todo parecía normal.

-Zack...

-¿Qué haces acá? -preguntó enojado, casi furioso.

-Vine a buscarte amor, a encontrarte. -caminé hacia él y traté de abrazarlo, pero por algún modo no podía tocarlo -¿Eh... por qué?

-No lo entiendes, ¿no? -negué con la cabeza, se veía frustrado- Este lugar, el tan codiciado paraíso, es para aquellos que mueren en condiciones dignas, naturales, no para suicidas egoístas.

-¿Cómo me llamaste, egoísta? ¿Crees que todo este sacrificio lo hice por mi? Si hay alguna razón por la que estoy ahora aquí eres tu. Te necesitaba, te necesito. Vivir no era lo mismo sin ti, era una locura.

-Locura es lo que acabas de hacer, ¿matarte para reencontrarte con alguien muerto? Eso no es posible ni en las películas de ciencia ficción. ¿Acaso no pensaste en las personas que te aman allá, en la tierra, en tus padres, tu hermanita?

-Lo que tú no logras ver es que yo solo te amo a ti, a la mierda con mi familia y mi hogar, solo quiero estar a tu lado.

-Pensaste mal, suicidándote solo empeoraste las cos...

Mi vista comenzó a fallarme, mis ojos eran tan sensibles a la luz que llegó a cegarme y... desperté.

Estaba en una habitación, pequeña, fría, blanca y solitaria. Traté de incorporarme, sentarme en la cama pero un dolor insoportable comenzó a emanar desde mi pecho. Lentamente, logré ponerme de pie. Quise llegar hasta la puerta pero el suero conectado a mi cuerpo me lo impedía. «¿Qué diablos...?» Una alarma comenzó a sonar. Fuera de la habitación se escucharon pasos acelerados que iban y venían por lo que suponía era un corredor.

-¡Es Lea! -«¿Julie?» Reconocería la voz de mi terapeuta en cualquier lado. Era un hecho, estaba internada por intento de suicidio, llegaron a tiempo. La angosta puerta se abrió de repente, entraron Julie y dos enfermeros con varios calmantes- Tranquila, ya estas a salv...

-¡¡No, arruinaron todo, estaba con Zack!! -comencé a pegarles, no podía soportar tanto enojo. Uno de los enfermeros logró sujetarme mientras el otro inyectaba los calmantes. Instantáneamente caí en un sueño profundo del que no desperté después de varias horas.

Al abrir los ojos, ya no estaba en aquella habitación, ahora era un cubículo oscuro; estaba lleno de imágenes extrañas que hacían que mi cabeza de vueltas. Intenté pararme pero era inútil, estaba atada a la silla. Eso me puso aún más nerviosa, comencé a gritar, patalear. Mis muñecas empezaron a sangrar de la fuerza que hacía tratando de soltarme.

-Lea... tranquila, solo te estás lastimando. -una voz desconocida hablaba, insinuando de que estaba logrando serenar mi mente.

-¡¿Quién eres, qué me están haciendo?!

-Perdón, aún no me he presentado. -se escuchó un clic, supongo que habían apagado el micrófono. Una de las paredes era falsa, porque de ella se abrió una pequeña puerta. Entró un hombre, alto, moreno, ojos verdes. «Se parece a Zack... No, no puede ser.»- Me llamo Scott, soy tu psiquiatra.

-¿Psiquiatra? ¡Yo no necesito un médico para locos, ahora déjame ir!

-Relájate Lea, -dijo acomodando mi cabello suavemente- todo el mundo está loco, solo que hay personas más locas que otras.

ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora