CAPITULO 25

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Mi pierna rebotaba en el asiento delantero del coche.

—¿Seguro está bien que vaya?

—Claro, ¿Por qué preguntas eso?

—No sé, hace años que no os veía, ni si quiera me acuerdo bien de tu familia. — me encogí de hombros. La verdad era que me aterrorizaba estar con su familia y que me tiraran miradas de odio por no haber respondido en todo ese tiempo a su hijo y hermano.

—Hannah — alargó la mano para ponerla sobre mi rodilla y calmar mi rebote — Mamá sabe que te dejé y antes de saber el motivo por el que no me respondías ella entendería si me ignoraras porque te hice daño y mis hermanos igual.

—No es eso... — si era eso. Si no hubiese tenido el accidente no sabía si hubiese estado respondiendo sus mensajes. Se fue y no sabía el motivo por lo que estaría enfadada. Ahora que lo pensaba, si no llega a ser por el accidente no me hubiese estado mandado mensajes ¿no?

—Te oigo pensar desde aquí ¿qué dice esa cabecita tuya?

—Si no hubiera pasado lo que me pasó ¿me habrías estado escribiendo igual? —dije directa

—Puede ser — me echó un vistazo — Me iría del pueblo y no quería atarte a mí, por eso no tenía pensado volver a escribirte. Sería doloroso hablarte y no poder tenerte y más sin darte explicaciones. Cuando te pasó eso pensaba que te iba a perder.

Entendía, pero eso no lo hacía menos doloroso. Si no llega a suceder, puede que no se hubiese preocupado en escribirme.

—Hannah, el hubiera no existe, las cosas pasaron por algo y aun no te hubiese escrito dentro de mi sabía que volvería a ti. ¿Por qué estás pensando eso ahora?

—Tengo miedo de que no les caiga bien o les moleste que esté allí. Más en un día importante. — Solo era la amiga de Erik y hacía años que no los veía para que quisieran invitarme

—Lisa quiso invitarte. Mamá, Zach y yo apoyamos la idea. No te odian y mucho menos les molestas porque eres alguien para mi ¿entiendes? — suspiró — Por mucho que te diga no vas a entender hasta verlo.

Llegamos y aparcó el coche justo cuando la puerta delantera se abrió. Una mujer morena de unos cincuenta años salió corriendo y cuando pensaba que venía a abrazar a su hijo me apretó en un fuerte abrazo nada más salir del auto.

—Oh Hannah — dijo todavía abrazándome y separándose apenas — pero que mayor y que guapa estás.

—Hola, señora Trish —saludé — me alegro de verla.

—Nada de señora, me puedes llamar Trish hija. ¿cómo estás?

—Bien, gracias.

—Hola mamá, yo estoy bien muchas gracias —soltó con una risita Erik

—Cállate, hijo. A ti te tengo siempre y hace tiempo que no la veo ¿pasamos? — Asentí y la seguí dentro. Lo primero que noté es que olía a pastel y a mucha comida. Los nervios que sentí antes se empezaron a disipar.

—¡Hannah ¡— llamó otra voz cruzando el salón. Cuando me abrazó sentí esa chispa y recordé bien.

—Lisa —Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas al igual que ella sorbía por la nariz

— Te eché tanto de menos — seguía abrazándome — se que no me recordabas, pero yo me acordé de ti, cada día que aparecía alguien en el instituto y no eras tú. Sonreí. No sabía que decir, pero me sentía integrada y querida.

— Es tu cumpleaños ¡Felicidades! —volví a abrazarla.

—Gracias — se separó — Tenemos que ponernos al día

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