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–Si pudieras tener mi don, ¿Qué es lo que harías?– preguntó Bruno aquella vez.

Mirabel recuerda lo que respondió.

–Vería tu futuro y el mío, también el de tía Julieta, o el de la abuela…¡Ya sé! ¡El de Camilo!Y le diría que se va a encontrar con una serpiente y así lo asusto–

–Pobrecito tu primo mija–

–¡Pero si él se ríe de mí cuando se transforma en la abuela! ¡No es justo!– de niña le gustaba cruzarse de brazos para que todos le tomaran en serio, aunque realmente no lo hacían, esa fue una de las ocasiones.

–Bueno, muy pronto tendrás tu propio don para contraatacar–

–No creo que sea tan genial como el tuyo–

Estaban en la cocina, hablando por el simple hecho de hablar. Bruno limpiaba la mesada mientras tanto. 

–Va a ser genial, yo sé que vas a lograr grandes cosas. Mi don no va a tener comparación–

–¿Que es más lindo que ver el futuro?–

–…Muchas cosas cielo, muchas cosas–

En su momento no entendió eso.

•••^•^•^•^•••

Se levantó con lluvia en su ventana. Pepa quería consolar a su hijo pero ni siquiera podía calmarse a ella misma.

Camilo se había llevado a Antonio a pasear, según le había dicho Julieta cuando Mirabel bajó a desayunar. En eso llegó el resto de la familia.

Podía sentir los ojos en ella. Y creía que todos salvo los de Agustín y Juli eran para juzgar. El pueblo creía que todo era culpa suya, y el pánico no tardó en aparecer. Alma no sabía cómo mantenerlos a raya.

La puerta de Antonio seguía ahí, brillando. Algo que la mantenía con algo de esperanza, pues la última vez simplemente se había desvanecido.

–Mirabel, tenemos que hablar– dijo Alma. La mesa se paralizó.

–Sí, Abuela–

–Lo de ayer fue por completo una catástrofe, espero estés conciente–

–Lo estoy–

–La famila cree que se debió a tu intervención en el proceso. Quizá si Antonio no te hubiera llamado, las cosas habrían salido bien–

“Quizá si…”

Es una frase que se había dicho tantas veces.

Ni siquiera estaba haciendo contacto visual. No quería ver todos esos rostros.

–Mamá, estás siendo muy dura–dijo Julieta.

–No intervengas en esto, hija. Casita no ha hecho desaparecer la puerta de Antonio, entonces planeamos volver a intentarlo hoy, pero ya no queremos que formes parte en ningún sentido. Así que por esta noche te queremos fuera de Casita–

Camilo llegó de la mano de Toñito, y al instante toda la atención se desvió hacia él. Comenzaron a mimarlo y pretender que no pasó nada. Sólo Alma se le quedó mirando un buen rato, hasta que fue con su nieto.

–¿Quedó claro?–

–Sí, Abuela–

Toñito no era rencoroso, y aparte de Julieta, Agustín y Camilo, fue de los pocos que trató de hablarle normal. Apreciaba su gran corazón, pero sabía que no duraría demasiado.

Isabela aprovechó la ocasión para lucir como el ángel de la casa una vez más. Mira se preguntaba qué se sentía ser tan querida por tu familia. No creía que ella haya tenido la culpa, al menos no a tal grado, pero no servía de nada discutir.

Era la gran noche.

Otra vez.

Tal como dijo la Abuela, ella se quedó recibiendo a la gente del pueblo junto a Camilo, como para disimular.

Entraron todos, su primo debía de seguirlos, pero no lo hizo.

–A veces la abuela se pasa, entra, si quieres –

–Claro que quiero, pero no lo haré. ¿Qué tal si tiene razón?–

–Oh, vamos, estaban exagerando–

–¿Y si soy la responsable de robarme mi propio don?

Ninguno de los dos quiso decir algo al respecto.

–Yo…estaré adentro, creo que tú también deberías–

–Que se diviertan, felicita a Toñito de mi parte–

Camilo pisó los mosaicos de la casa, pero dió un salto hacia atrás cuando una teja casi le cae sobre la cabeza. Se transformó en su mamá del susto. Mirabel se volteó y observó el lugar de procedencia. Una gran grieta se expandía por las paredes, las puertas perdían su brillo y la Antonio estaba casi apagada.

–¿Casita?–

Dió un paso hacia la puerta de entrada, todo volvió a la normalidad. Su primo se había sentado, pero seguía como Tía Pepa.

–Dime que viste eso–

–¿La teja?¡Casi me mata!

–No, la otra cosa–

–¿…Qué?

–¡La grieta!

–…¿Estás segura que no te cayó otra teja, de casualidad?–

¿Nadie más lo vió? todo el pueblo está allí. Pero no era buena señal. Tenía que advertirle a alguien.

Y ayudar a su primo a calmarse para que pueda volver a su forma original.

Una pequeña rata rozó su tobillo. Normalmente uno se asustaría. Pero ella estaba acostumbrada a tenerles cerca.

Cuando aparecían, era porque algo importante estaba por pasar. Pero no importante bueno.

Hoy no fue su día, y no será su noche al ritmo al que vamos.

"𝙎𝙞 𝙡𝙤𝙨 𝙢𝙪𝙧𝙤𝙨 𝙝𝙖𝙗𝙡𝙖𝙧𝙖𝙣" [Encanto Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora