Capítulo 1 🇲🇽

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[Convento de las monjas capuchinas, México, 1864]

"¡LA VIDA EN EL CONVENTO ES UNA PUTA MIERDA!" pensó México al despertar al filo de la madrugada gracias a la irritante campana. abrió sus pesados ojos que se sentían prácticamente como las puertas de una cripta, dos lozas enormes de piedra solida sobre su cara... sentía sus parpados tan pesados que temía que se cerraran en contra de su voluntad.

¡Pero no podía quedarse dormida! había aprendido por las malas que eso le traería problemas con la madre superiora. Tenía exactamente 7 minutos con 43 segundos para comenzar a dar señales de vida, si no lo hacia dentro de esa ventana de tiempo la abadesa que siempre se aseguraba de comenzar su ronda frente a su celda pasaría haciendo sonar su campana de mano y canturreando su letanía de siempre.

"¡Alabado sea Jesucristo y la Virgen María, su madre! A la oración, Hermanas, ¡a alabar al Señor!"

Y si México no le contestaba de inmediato con un "Si madreee" la vieja monja procedería a abrir la puerta de su celda y despertarla de la manera más grosera posible, la semana pasada le sonó la campana a un lado del oído y la pobre tricolor se calló de la cama debido al brinco que pego por el susto y, justo hace medio mes ... ¡oh! ¡México aun seguía enojada por eso!

Hace medio mes la madre superiora se aprovechó de que la única ventana de la celda de México daba directamente al patio, entonces la vieja con sus ochenta y tantos años de edad lleno un balde de agua y lanzo esta por las rejas de la ventana... obviamente la pobre joven pensó que había llegado el diluvio y que ella estaba en el centro de la tormenta.

Ese día se despertó muy alerta. Y furiosa, obviamente. Aunque debía admitir que esa anciana tenía un talento y demasiada creatividad para torturarla... ¡Merito a quien merito merece!

Con un gran pesar México salió de la cama, Pudo notar que el sol aun no se asomaba así que a ciegas tanteo su mesa de noche, no había mucho pierde pues no tenía básicamente ninguna pertenencia, tomo la solitaria cajetilla de fósforos y encendió su única y flacucha vela consumida. Con un suspiro México comenzó el tortuoso proceso de ponerse el habito de monja.

Primero la túnica negra que ella misma tuvo que recortar pues le habían dado una demasiado grande cuando la encerraron ahí por primera vez, después se ató su "cinturón" que no era nada más que una cuerda alrededor de su cintura, después el collarín y el habito blanco y por último su largo velo negro... No tenía idea de cómo se veía pues en el convento estaban estrictamente prohibidos los espejos.

¡Están prohibidos, para que las hermanas no puedan pecar de vanidad! Fue lo que le dijeron cuando ella pregunto donde tenían un espejo... Aunque ella pensaba que el tener, aunque sea uno seria útil, por lo menos para saber si su velo estaba bien colocado.

Ya lista la mexicana se preparó para salir de su celda, pero se detuvo a medio camino "Casi lo olvido" dijo para sí misma mientras regresaba y sacaba de su cajón su enorme crucifijo y su rosario, se colgó ambos y salió rápidamente de la habitación.

Ya fuera el resto de sus "hermanas" la esperaban para poder ir a hacer sus rezos matutinos. Como de costumbre México fue la última en salir, pero ninguna dijo nada y todas avanzaron en silencio hacia la capilla. México logro apañarse un lugar hasta el fondo en esta, lejos de los ojos vigilantes de la madre superiora, así ella podría cabecear un poco mientras las demás monjas recitaban canticos y salmos. Después se hacía media hora de rezos personales en los que México aprovechaba para dormir otro poco... pero hoy era diferente, por más cansada que estuviera la mexicana ella no podía dormir.

Su cerebro la seguía torturando, haciéndola recordar los últimos meses antes de que la encerraran en aquel lugar...

Su cerebro la seguía torturando, haciéndola recordar los últimos meses antes de que la encerraran en aquel lugar

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Amor en tiempos de imperio [AUSMEX]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora