Capítulo 1: La tristeza de la dama.

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—¡Estás expulsada, cadete Miyazono! ¡¿Entendiste?! —enervó aquel hombre canoso, con una voz enfurecida por la rabia, unas palabras que denotaron en mí ser.

Sabía que algo así sucedería, estuve consciente de ello, pero no esperé que fuera tan grave como sonaba.

—¡Yo solo me defendí! —argumenté, mirando a mi superior; la mitad de su rostro estaba compuesto por partes robóticas—. ¡Ella fue la que empezó! ¡créame! —opiné, señalando a la susodicha; una mujer, quien también era mi superior.

Me encontraba en la oficina del director, mirándonos cara a cara. A su izquierda, estaba ella, el "Trocito de pan" de la academia. Admito que ese apodo le quedaba corto.

—Pero... yo...

—¡Pero nada! ¡Discúlpate con ella! —ordenó el rector, interrumpiéndome.

—Ash... —bufé, derrotada. Alcé la vista, e Inhalé, apretando los dientes—. Lo siento, oficial Michelle.

—¿Qué dijiste? No escuché —espetó, volviendo a burlarse de mí, y eso me repudia más que cualquier cosa en el mundo—. Repítelo una vez más —se acercó más a mí, meneando de un lado a otro su corta cabellera, colocando sus manos en sus oídos.

—¡Lo siento! —la miré, furiosa. Quería golpearla.

Ella simplemente dio una sonrisa ganadora, posando su mirada en el director.

—Ve por tus cosas, Anna. Tus estudios aquí han concluido —dijo el rector, colocándose de pie, movimiento las oscuras cortinas del enorme ventanal detrás suyo; la vista de la ciudad era deslumbrante —Dame tu placa —puso su mano delante de mí.

—Sí, como sea... —farfullé, con lágrimas en los ojos; dándole esa tarjeta, cuyo contenido validaban mis estudios allí.

No reclamé nada más, solo salí, azotando la puerta.

Caminando entre los angostos y congelantes pasillos, me topé con un sin número de miradas, burlas, e insultos de varios cadetes, incluyendo de aquellos a los que consideraba mis camaradas.

Llegué al área verde de la institución, ubicada en el centro de ésta. No aguantaba más, quería llorar. Para calmarme, me senté en una de las bancas frente a una fuente.

En medio de dicha construcción, había una escultura, donde se retrataba a un policía portando el uniforme de gala, con una trompeta en su mano derecha. Del instrumento brotaba el agua; pero esa vez no se contaba con ninguna presencia líquida.

La academia poseía un diseño futurista. Contaba con zonas de entrenamiento especializadas para cada clase de policía, paredes blindadas, armerías en cada esquina, laboratorios avanzados, y el uso excesivo de la inteligencia artificial. Una fortaleza a menor escala.

Reflexioné por minutos, pensando si tal decisión fue la correcta; supuse que sí, al final, le di una lección a esa perra.

Retomé mi rumbo con dirección a mi casillero; sentía una gran impotencia a punto de convertirse en ira. Exhalé, cabizbaja. Decidí no darle más vueltas al asunto; simplemente tomé mis cosas, saliendo de allí...

Me explico, soy, o bueno, era, una estudiante en la academia de policía de Liverpool, Inglaterra. Días antes de mi expulsión ocurrió algo, un conflicto. La oficial Michelle comenzó a lanzarme insultos y amenazas. Esto era normal para mí; siempre se burlaba de mí porque en las prácticas de tiro siempre fallaba. No importaba a qué distancia estuviese del blanco, jamás atinaba.

Esos insultos escalaron, llegando a hartarme.

Mientras trataba de tener un almuerzo tranquilo, la oficial llegó, realizando sus insultos habituales, pero esa vez ya no soporté; mi impulso me hizo tomarla del cuello. Lo demás es historia.

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