«Este hombre es un demente, pero ya no sé quién de los dos está más loco, si él con esas insinuaciones, o yo, al sentirme excitada y curiosa al respecto».
—Hagamos un trato—soltó, plasmando un ligero beso sobre mi pezón izquierdo a través del sostén.
—¿Un trato?
—Pasemos la noche juntos. Si mañana aún tienes ganas de irte, no voy a detenerte. Es un trato justo.
—¿Dejarme ir? Eso no te lo crees ni tú mismo.
—Tú solo eres un simple capricho para mí, que acabará en el preciso instante que te coja. Seamos honestos, yo también soy eso para ti. Entonces, acabemos con esto de una vez. Si realmente quieres que te deje en paz, dame lo que quiero y todo habrá terminado.
«¿Un simple capricho?».
Sus palabras se sintieron como un puñal, pero no quise demostrarle que tiene ese efecto en mí.
Si es o no solo un capricho para mí, solo había una forma de confirmarlo. Pues en el fondo deseaba dejar de sentir lo que fuera que esté sintiendo por él y que me llena de tanta impotencia y culpa a la vez. Quizás esto es todo lo que me haga falta para sacarlo por fin de mi mente y de mi vida.
—Está bien. Solo espero que cumplas tu palabra.
Sé que no había garantía de que lo que estaba proponiendo iba a cumplirlo, pero como dice un viejo adagio: «el que no arriesga no gana». Y era un riesgo que por mi propia paz mental quería tomar.
—Sabía que íbamos a entendernos bien— dejó ir mis brazos, llevando sus manos a mi espalda para quitarme el sostén.
—Espera, ¿haremos eso aquí?
Agarró mis dos senos con sus grandes manos y los amasó despacio.
—Estás acostumbrada al típico sexo aburrido y monótono que pueden ofrecerte los muchachos de tu edad, pero eso no va conmigo— frotó con sus dedos mi pezón endurecido y acaparó el otro con su boca.
Cerré los ojos, dejándome llevar por esas sensaciones que estaba despertando en mi cuerpo con sus atenciones. Sus manos se habían desviado y adentrado descaradamente en mi pantalón, apretando mis nalgas hacia él, haciéndome notar su erección en mi entrepierna.
Lo reconozco; no tengo perdón por lo que estaba a punto de hacer. Aunque he deseado esto por mucho tiempo, soy consciente de que esta no era la mejor idea, mucho menos la decisión correcta, pero había llegado a un punto donde no había retorno.
Entre la razón y el deseo carnal que siento por este ser, el deseo era mucho más fuerte que yo.
Me levanté por petición suya y me desnudé completamente. Su lujuriosa mirada recorrió y apreció cada rincón de mi desnudez.
Justo cuando ensanchó una sonrisa con suficiencia, atrapó mi cuerpo haciendo conmigo casi una voltereta. Mi cuerpo quedó suspendido en el aire hacia el lado contrario suyo mientras él permanecía sentado. Buscando equilibrio por temor a caer, apoyé mis rodillas en sus hombros, mientras él me sujetaba por la espalda. Apoyé las manos en sus piernas, su apretada erección quedaba a la altura de mi barbilla.
Hacer un 69 de forma tan deshonesta nunca lo había practicado, ni se me hubiera cruzado por la cabeza. No niego que me sentía sumamente avergonzada al estar tan expuesta, con mis partes más íntimas a la altura de su rostro y vista. No había ningún rincón que pudiera pasar desapercibido en esta posición.
Decidí tomar la iniciativa de liberar la molestia que se ocultaba en su pantalón. Las secreciones producidas por su excitación las acapare con mi lengua. Su hombría palpitaba en mi boca a medida que succionaba alrededor de su base.
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Al Borde De Un Hilo (Segundo Libro: Preludio) [✓]
Misterio / SuspensoUna escritora sumergida en una severa depresión a causa del abandono de sus padres. Un padrastro amoroso, sobreprotector y con mucho amor para dar... ¿Qué podría salir mal? Si estás leyendo esto, por favor, ¡sálvame!