Mi vida.

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 Soy Taima Gansters, una persona normal, como tú; tengo 17 años de edad y curso en Beacon Hills High School junto a Daniel Ross, es como mi mejor amigo, pero más adelante les hablaré de ese sopenco.
En este momento estoy apunto de salir a Beacon, el día está muy bueno para ver un buen partido de fútbol americano de los chicos del curso, claramente para ver como otros equipos le ganan porque no son para nada buenos jugando.

–Buenos días señora Gansters– Entré por el marco de madera rojiza que daba paso a la elegante cocina, donde se encontraba mi madre, aquella linda mujer cabello rubio cenizo y piel blanca medio bronceada, no sé como era de ese color, ni siquiera hay mucho sol.

–Hija mía, ¿como amaneciste?– Volteó ligeramente su cabeza para poder verme mejor, ya que estaba terminando de servir el café. Sin siquiera haberle contestado puso los platos y medianas tazas de Coffe sobre la mesa.

–Bueno mamá, la verdad es que hoy al parecer será un gran día para mí, tengo bastante ánimo.– Me senté en la mesa de mármol, y seguidamente mi madre también lo hizo, a diferencia de que se sentó del otro lado de la mesa. Eran las 7:24 a.m, así que me quedaba una hora para irme al curso, siempre llego temprano gracias a mi bicicleta.
Mientras desayunabamos empezamos a charlar de temas aleatorios, cabe resaltar que a mitad de la conversación entró mi padre quien estaba en pijama aún, ellos trabajan por la noche.

8:10 a.m
–Señor y señora Gansters, es hora de retirarme.– Reí un poco mientras me levantaba de la silla colgando la mochila en mi lomo. Cuando estaba a punto de salir de la cocina hice un saludo militar con mi mano pero esta vez cambiándolo a una despedida.

Camine por medio del sala hasta llegar al perchero y tome de él mi suéter de algodón  rojo, el cual hacia conjunto con mi Jean negro, aquella blusa que era medio ajustada pero suelta blanca, y mis adorados tenis rojos, que por cierto, fue el obsequio de mi padre en navidad.

Llegué luego hasta la puerta principal del mismo color de la madera rojiza del marco de la cocina, «Mi madre tiene muy buenos gustos, el rojo me encanta.», y rodé la perilla, seguido de adelantarme un paso para ya estar en la parte delantera de la casa, ya saliendo a la calle. Cerré la puerta y me dirigí hacia aquel pequeño árbol de hojas verdes amarillentas, debajo de éste se encontraba mi bicicleta, de la que les había comentado antes; La levanté y en el manubrio estaba el casco, «Debe parecer infantil lo , pero prefiero parecer una niña a quien recién le compran una bicicleta, antes de chocar, caerme y que se me salga el cerebro.», lo tomé y lo puse en donde debidamente va, seguido de colocar firme mi forma de transporte, subir en ella y ponerla en marcha.

Cada vez la velocidad se hacia presente, amaba sentir el viento golpeando mi cara «Literal.», me sentía libre.

Estaba a punto de doblar en la calle ancha cuando siento que ya no está solo mi bicicleta en marcha, sino que había otra, vi de reojo aquella cara graciosa y tan conocida, era Natsuki, o como todos le decimos, Nat.
Ella es una gran amiga, la conozco hace mucho, y la mayoría de veces nos encontramos por esta calle, ambas amamos el hecho de ir en bici Beacon, por lo tanto, desde que nos conocemos «Hace 7 años» nos llevamos muy bien.
Es con ella con quien realizo las actividades en las cuales Daniel no está.

CANGMIDSH.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora