Bala de plata.

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11:24 p.m.

-Taima, tengo mucho miedo.- Articuló con la voz un poco quebrada Nat, quien se acurrucaba en mi pecho.

Los aullidos no mermaban, eran tormentosos.

-Tranquila, solo son lobos, son animales, no te preocupes.- Trataba de tranquilizar y de hacer desaparecer de su cabeza las palabras «Son hombres lobos.»

-¡No Taima! Son hombres lobos, ¿hasta cuando seguirás creyendo que no existen? ¿Hasta que venga uno y te mate?- Se levantó del mueble enojada viéndome seriamente.

- Es solo ficción.- Reacciones peor. - ¿Acaso no entiendes?, al parecer estás leyendo demasiadas novelas de hombres lobos.- Quedamos en silencio, solo oíamos aullidos indecibles.

Podía sentir como mi corazón se aceleraba demasiado, sin razón, no tengo miedo, estoy... Preocupada.

Sentía un impulso, tenía ganas de salir de mi casa, pero no se ni siquiera a que lugar.
Estoy confundida, ¿que cosas me pasan?

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Los aullidos cesaron al fin, Nat había estado demasiado asustada, tenía un ataque de nervios, pero en este preciso momento se encuentra rendida en medio de mi gran cama, «Mucho mejor así. ».

Decidí yo también recostarme, quería dormir un poco, no estará demás, «Mañana es sábado, puedes dormir hasta la hora que quiera.», cierto.

Ya había caído en los brazos de morfeo cuando escucho unos pequeños quejidos. Volteé por impulso a ver a Nat, pero ella no era, sentí una pequeña puntada en el pecho. Me levanté con cuidado de la cama escuchado muy cerca una respiración bastante agitada, alguien subía las escaleras.

- Rápido. - Escuché esas palabras en susurros y cerraron una puerta.

Con coraje me digne a salir aunque por mis venas recorrida terror. Observe ambos lados del pasillo, a la izquierda vacío, a la derecha se respiraba una paz desesperante. Posé mis ojos en el reloj principal que se encontraba en frente del balcón que daba vista a la sala baja, marcaban las 3:15 a.m. «Ya han llegado. »
Mis padres hace un rato han debido llegar a casa, iré a comentarle lo sucedido.

Su habitación queda a la derecha, dos puertas más allá de la mía. Caminé sigilosamente, no quería despertar a Nat, debe tener miedo aún.
Cuando ya estaba parada en frente de la puerta de madera entera suspiro, iba a posar mi mano sobre la perilla para poder entrar, «Había olvidado tocar la puerta.», pero no fue problema, algo mayor que eso me frenó.

Sangre.

Había sangre corrida en aquella perilla, puedo jurar que mi corazón se iba a salir, estaba acelerado de una manera anormal, y mis ojos se abrieron como dos platos. Sangre, ¿por qué sangre?, ¿de quien es?

Sin pensarlo mas entré al cuarto con desesperación, viendo con ansiedad cada rincón de este. Pero todo estaba tranquilo, mi madre y mi padre estaba leyendo un libro juntos, se titulaba El hombre lobo y la bala de plata, los vi con enojo y apreté mi mandíbula. Ambos, como si estuvieran de cómplices subieron sus lentes de lectura a la parte superior viéndome pacíficamente.

-¿Qué ocurre, cariño? - Mi padre fue quien articuló palabra.

- ¿Por qué deben trabajar de noche? No saben cuantos sustos he pasado, días atrás y hoy. Pensé que todo había terminado cuando los aullidos y el nerviosismo de Natsuki había mermado, pero no, escucho voces, respiraciones desesperada, salgo y todo tranquilo, se supone que todo está bien, ¿No? -Los observé y ellos solo suspiraron.- Pues no, cuando vengo a contarles lo sucedido y me encuentro por abrir la puerta hay sangre en la perilla, ¿que clase de cosas son estas?, esto no pasa en una familia normal. - Ellos abrieron los ojos no asustados si no con culpabilidad. Salí del cuarto y azote la puerta.

CANGMIDSH.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora