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Mi nombre.

  —¿Qué te pasó?— sin una pizca de disimulo señaló con el dedo la mancha en su pantalón, que a pesar de ser oscuro, lograba resaltar el rojizo color en gran parte de su muslo.

  Trató de hacerse el tonto, sabía exactamente a qué se refería su querida amiga. Rió por lo bajo como si pudiera restarle seriedad a la situación. O tal vez para ocultar su dolor.

  Se cubrió con la sudadera que anteriormente se había quitado, quería desviar los curiosos ojos de la rubia pues si veía por más tiempo, lograría observar más de esas dolorosas manchas.

  —¿De qué hablas?— Rascó su mano, ansioso de repente por alguna posible lluvia de preguntas. Sin dejarla contestar se apresuró a hablar nuevamente. — Oh, eso... olvidé lavar mi pantalón — Se quedó en silencio para analizar la reacción ajena, si estaba convencida o si dudaba de su palabra —. Fui las clases de pintura. —

  Frunció el entrecejo, no estaba convencida. No pudo ver más que esa mancha, pero estaba segura que no era ningún material de arte. Aún así, no quería agobiar a su amigo.

  — No hagas algo de lo que puedas arrepentirte — Comenzó con su sermón —. Tienes gente que te quiere, y que se preocupa por ti. — con ternura posó su mano sobre su hombro.

  Una corriente eléctrica lo recorrió en el instante en el que fue tocado. Un susurro en su oído lo hizo moverse un poco, inútilmente tratando de alejarse. No presto atención a la chica, toda su cabeza se vio distraída por una voz en particular.

  Abrió los ojos, sorprendida ante el alejamiento del chico. A pesar de la sutileza, su mano fue apartada y el joven se levantó de la silla en la que estaba sentado. Retiró su mano, aún sin saber qué había molestado a su amigo.

  — Gracias. — Murmuró, intentando no parecer demasiado grosero por tan repentina acción — Debo irme. Al baño. Ya vengo. — Sonrió forzosamente y se retiró tan rápido como pudo.

  Su vista estaba borrosa y se sentía mareado, desubicado del lugar en el que estaba. Notaba como algo cálido escurría por su pierna. Pudo suponer qué era, pero prefirió ignorar la sensación y siguió su recorrido hasta que llegó.

  — Espera. — Alzó la voz con sorpresa cuando sintió a alguien tomarlo por detrás. Se quedó quieto y se tranquilizó inmediatamente cuando supo de quién se trataba.

  —¿Por qué dejaste que te tocara?— preguntó por detrás, posando su barbilla sobre el hombro que habían tomado con anterioridad.

  — Me asustaste. — Suspiró con alivio, el cual duró poco por aquella pregunta tan peculiar. — No me di cuenta cuando ya tenía su mano en mí. — Contestó. Dejó de respirar, tratando de percibir un poco de cualquier emoción que transmitiera su compañero.
  El darle la espalda complicaba el adivinar cualquier gesto que realizara, sumado a que estaba en silencio, únicamente respirando. Ni siquiera podía sentir los latidos de su corazón.

  — No quiero que nadie más te toque. Solo yo puedo hacerlo. — Se juntó más a su cuerpo, tal vez, angustiado, no queriendo que nadie más pudiese estar cerca de él.

  — Eres demasiado posesivo. — Señaló. Una vez estuvo menos tenso trató de apartar el cuerpo del otro, cosa que resultó inútil, por lo cual arrastró a ambos dentro de un cubículo.

  —¿Me dejarías por alguien menos posesivo que yo?— Cuestionó, frunció el entrecejo y esperó paciente por una respuesta. En su interior, preocupado por dicha respuesta. Tuvo que cerrar con seguro una vez ambos estuvieron dentro.

  — Y celoso. — Apenas susurró, no quería mortificar más al otro. Se dio la vuelta, evitó verlo y guió sus manos hasta el cinturón que sostenía sus pantalones.

  Lo miró impaciente, aún no le había contestado.

  Sus dedos, con cuidado debido a anteriores heridas, y torpeza gracias al mareo que aún seguía, desabrocharon los botones de la prenda y bajaron el cierre. Los ojos azabache no se apartaron en ningún momento del joven, arrebatando cualquier pizca de privacidad. Esto no le importó, dejó caer el pantalón hasta sus tobillos. Hizo una mueca de desagrado cuando observó su piel.

  Estaba enrojecida. Adolorida. Sangrando. Dicho fluido había comenzado a coagular, volviéndose costra dentro de la herida.

  Profundos, anchos, ardientes cortes adornaban de forma casi perfecta gran parte de su muslo. El líquido rojo y cada vez más espeso seguía saliendo de la piel abierta, de cada corte, de cada letra, escurriendo a mares hasta llegar un poco más abajo de su rodilla.

  Sus ojos se llenaron de la tan conocida agua salada, y los ajenos llegaron hasta la palabra escrita en rojo, olvidando su preocupación por unos momentos, y sintió su corazón acelerarse. No lo avisó, ni lo quiso comunicar, pero lo sintió.

  — Mierda. — Jadeó. Cubrió su rostro y cerró la boca con fuerza. Si bien, dolía como el infierno, ahora que lo veía parecía ser peor. Tragó saliva y trató de relajarse. Irónicamente, muy dentro de sí, le encantaba lo que había creado.

  — No esperaba eso. — Dijo en voz baja, poniéndose de rodillas en frente del otro. Miró con ensimismamiento como la piel de su compañero escurría sangre al formar su nombre.

  — Claro que lo esperabas. — No lo vio al tener su rostro cubierto por sus manos, pero sabía que el otro sonreía — Duele. — trató de convencerse de que lo hacía.

  — A mí me gusta. —

  —¿Crees que estaría con alguien más?— Ahora él preguntó, recapacitando la pregunta y retiró por fin sus manos para verle la cara. Cosa que tampoco logró, solo pudo ver su cabello.

  Él no contestó esta vez. Luego de observar por minutos en completo silencio aquella escena dolorosa, cerró los ojos y depósito un casto beso sobre su muslo lastimado, manchándolos de sangre, y haciendo quejar a su compañero ante el cálido tacto de sus labios.

  Estaba impresionado de que él, su compañeros de vida, fuera capaz de hacer aquello en su piel. De hacerse eso, hacerse sangrar. Hacerlo por voluntad propia. Hacerlo por él.



“Fred” decían aquellos cortes.

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⏰ Última actualización: Feb 28, 2023 ⏰

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Cutting Myself - Frededdy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora