Prólogo

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Efímero: Algo que tiene principio pero no fin.

|Ava Wagner|
12 años

Mamá otra vez estaba llorando por las noches. Había pasado una semana desde la muerte de papá, pero aún así trataba de mantener su compostura frente a mí y llorar por las noches en la soledad de su habitación.

Por las mañanas, me sonreía a pesar de sus ojos rojos y me preparaba el desayuno con los cereales favoritos de papá. Mi corazón se apretaba cada vez que pensaba en él, se fue muy rápido y no pude disfrutarlo suficiente.

Una semana, fue que mamá decidió que debía quedarme en casa antes de regresar a la escuela. Pero hoy terminaba el aislamiento. Mi mejor amiga, Brooke Lowell se encontraba parada en la entrada del colegio, llevaba su cabello rubio trenzado y su mochila morada junto a su hombro. Me giré hacia mamá, retenía sus lágrimas pero sonreía de esquina a esquina.

—Bien, aquí estamos—otra sonrisa—Recuerda que voy a estar trabajando, así que la Abu pasará por tí y tal vez te lleve por un helado ¿Si?—asentí manteniendo mis ojos en su rostro—Dame un abrazo.

Sentí que aguantó la respiración y apretó sus brazos a mi alrededor. El abuelo había dicho que a partir de ahora ambas debíamos ser el pilar de la otra. Cada vez que una estuviera a punto de derrumbarse, de colapsar, la otra iba a estar ahí para sostenerte, para apoyarte y no dejarte sola.

La campana de ingreso comenzó a sonar, anunciando que faltaban unos pocos minutos para que se cumpliera el horario de entrada. Mami separó su cuerpo del mío y noté qué sus mejillas ya estaban empapadas.

—Ve, se te va a hacer tarde.

En silencio tomé mi mochila y baje del auto, caminando unos pasos antes de volverme y mover mi mano, despidiéndome de ella. Brooke se acercó con lentitud, sonriendo levemente y abriendo sus brazos hacia mí. La última vez que la ví, llevaba un vestido negro y apretaba mi mano derecha mientras enterraban el cuerpo de mi padre.

—Te extrañe compañera de banco—se separó tomando mi mano y llevándome adentro.

—Yo también, boba.

—Oye, es muy temprano para insultos.

Saque mi lengua en burla y por primera vez desde el funeral de papá, sonreí.

(***)

—Una semana y no sabes todas las cosas que ocurrieron—susurro Brooke, mientras la directora daba la charla del día—Te vas a morir cuando veas quien está sentado detrás nuestro.

Y si que lo hice. Spencer Jones, el chico más lindo de toda la primaria y el más amable. El problema es su mejor amigo, Cyrus Baker, un tonto idiota que hace unas horas pensó que seria gracioso pegar un chicle en mi largo cabello.

Claramente no me quedé atrás y lo poco que pude despegar de mi cabello me decidí a pegarlo en su frente. Ahora pateaba mi silla con su estúpido pie y estaba segura que en cualquier momento le daría con la misma por el trasero.

—¡Deja de patear mi silla!

Al instante me arrepiento de gritar. Cyrus mantiene una sonrisa divertida en sus labios, mientras cruza sus brazos, Spencer en cambio abre sus ojos con asombro.

—No se de qué me estás hablando—se limita a responder.

—Te lo juro, Cyrus, vuelves a patear mi silla y te patearé las pelotas.

—Vaya ¿Con esa boca dices Mamá, Wagner?.

Brooke toca mi brazo llamando mi atención, pero antes me dedico a fulminar al pelinegro.

—No le prestes atención, Cyrus siempre será un idiota sin importar lo que le digas.

Giré mis ojos y soporté otros tres golpes más antes de ponerme de pie y quejarme con la profesora. Ese mismo día supe algo.

Odiaría con todo mi corazón a Cyrus Baker, sin importar lo que pasará.

Efímero Carmesí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora