Extra 2 - Aemond

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Aemond ingresó al septo, el lugar favorito de reclusión de su madre.

Y acertó, la reina rezaba fervientemente acompañada de una septa.

—Madre... se observa una comitiva de la casa Velaryon a lo lejos.

Alicent se levanto de donde estaba arrodillada y él notó sus ojos rojos y cutículas destruidas.

—Deben haber sabido ya de las noticias. Reza a los Siete querido, para que podamos librarnos de esta vergüenza.

Lo único que Aemond pudo hacer en asentir y la reina salió rápidamente. Al ver que la septa se quedaba en su parada a su lado, no le quedo de otra que arrodillarse ante el altar y cerrar los ojos.

Antes le encantaba este lugar, cuando su madre le dedicaba raras sonrisas al ser el único de sus hijos en acompañarla voluntariamente.

Antes de la pérdida de su ojo...

Antes de su presentación como omega...

El entendimiento que tenia con su madre se perdió cuando vio su mirada horrorizada ante las palabras del maestre. Todos habían quedado sorprendidos, tenía todas las características de un buen alfa, sus habilidades con la esgrima y su apariencia no coincidían con su estado.

Por increíble que pareció en ese momento, Aegon fue su más grande apoyo en esos momentos y a pesar de las distintas faltas de decoro que el cometía nunca le oculto nada ni le mintió acerca de ser un omega.

Al verlos de nuevo tan unidos, su padre lo escogió para servir de testigo en los cinco meses de cortejo entre Jacaerys y Aegon cuando su madre aprobó el matrimonio entre ellos.

Un guardia, una septa y un familiar, fue lo que exigió su madre.

Jacaerys le puso un dedo sobre su propia boca, pidiendo silencio. Aemond asintió.

Se puso detrás de Aegon y delicadamente le toco un hombro, Aegon asustado giró rápidamente pero su sobrino se escondió al lado contrario y ambos soltaron una risa. Jacaerys le presentó una rosa roja que había estado escondiendo detrás de su espalda.

Aemond no recordaba la última vez que su hermano sonrió así, de forma tan brillante.

A veces trataba de entender el racionamiento de su madre ante su evidente falta de cariño hacia su primogénito, pero nunca lo consiguió.

—Mi saludo ante sus altezas— dijo la sierva al ingresar mientras él, su madre, sus hermanos y algunas damas de la Corte se encontraban en los jardines. La reconocía, la beta era una de las nanas de mayor rango de su hermana y que decidió quedarse a servir a sus sobrinos a pesar de su edad.

Alicent tenía lo labios fuertemente apretados al ver que la mujer solo se inclinó frente a Aegon aunque de lejos parecía lo contrario así que no podía acusarla.

—¿A qué viniste? pregunto secamente.

—Mi señor, el príncipe Jacaerys Velaryon me pidió que le entregara este detalle a su prometido— aplaudió dos veces y un escudero ingresó con un hermoso caballo causando que las damas soltaran exclamaciones de asombro. Era de color blanco por completo y la silla de montar, así como los distintos accesorios de este estaban bellamente tallados y pintados, parecían las escamas de Sunfyre al estar bajo el sol.

—¡Mire su alteza! — exclamó Lady Fossway — Esa parte está cubierta de perlas formando una media luna ¿No es así como lo llama el príncipe? Mi luna ¡Qué romántico!

— El príncipe conoce su amor por la equitación — explico la sirva con una sonrisa — y aunque su alteza es un dragón y pertenece a los cielos espera que ambos pudieran dar paseos cuando regrese de su visita a Lord Velaryon.

Lección para un viejo rey |Jacaegon|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora