El Fin

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En un pequeño pueblo los rumores siempre corren, las historias deambulan y las leyendas siempre aúllan tratando de ser escuchadas, los cuidadosos estarán atentos y los distraídos sufrirán las consecuencias—dijo la vieja con la mirada perdida— los niños no pudieron evitar reírse un poco, la señora Madeline era una señora de alrededor de unos 80 años que había nacido y crecido en el extraño pueblo de Haxville, sus cabellos totalmente blancos enmarañados y sus ropas se veían desgastadas de tantos años de uso. Nadie le faltaba el respeto en el pueblo pero tampoco la tomaban en serio ya que siempre contaba las mismas historias con un tono de asombro y precaución, como si fuera la primera vez que las escuchaba y como si supiera su mal final al mismo tiempo.

—Si, si señora Madeline estaremos atentos y pasaremos a ver a su gato luego —dijo Thomas. En parte tratando de quitársela de encima y por otra porque la historia le había erizado los pelos de la nuca.
La señora solo asintió y siguió meciéndose en su silla de madera en el porche, los niños emprendieron su marcha tomando sus bicicletas y dirigiéndose a casa de Thomas. Este era por decir el líder del grupo, no tanto por algún aspecto de su personalidad pero era el que tenía la casa más grande y los padres más distraídos por lo que lo hacía el lugar perfecto para sus reuniones.
—No sienten escalofríos después de hablar con esa vieja —preguntó Sean con un todo de molestia —Por qué nos tiene que contar esas historias, todos sabemos que no son reales, ya deberían mandarla a un asilo.
Después de un par de malas miradas de parte de sus amigos añadió —Saben que solo vamos para poder ver a tuna y esta vez ni siquiera estaba —exclamó sintiéndose algo avergonzado con sus amigos.
—Es eso o es que te dan miedo las historias de Madeline —dice Evelyn que era una de las más pequeñas del grupo.
—Jamás dije eso solo me parece estúpido.
—Creo que te da miedo.
Y todos empezaron a canturrear al mismo tiempo gallina, gallina, gallina.
A Sean se le pusieron las mejillas coloradas y sintió un calor en sus orejas por el enojo que estaba sintiendo.
Después de un rato el canturreo paro y siguieron su recorrido a casa de Thomas.
Cuando por fin llegaron estacionaron sus bicicletas en frente de la casa, y de manera apresurada entraron ya que había empezado a llover. El ambiente se sentía frío y había un ligero olor de pasto mojado y tierra.
—Que haremos hoy—preguntó Evelyn quien era el interés amoroso de Thomas. 
Al haber cumplido once años se dio cuenta de que le gustaba Evelyn, no quería demostrarlo pero ya muchos del grupo se habían empezado a percatar.
—Qué es lo que tú quieres hacer —preguntó Thomas con un tono de voz suave. —Yo solo quería ver a tuna y ni eso pudimos de verdad que el día de hoy apesta —dijo mientras jugaba con su pelo desinteresada.
—Todo por esos estúpidos cuentos de la vieja —volvió a recriminar Sean.
—Todos sabemos que no puedes dejar de temblar pensando en esas historias —esta vez contestó Oliver aunque era el más callado del grupo sus comentarios nunca pasaban desapercibidos. Sean volteo los ojos y se cruzo de brazos en señal de molestia. —Si no tienes miedo por que no lo demuestras—dijo Leah. Ella era la más grande del grupo y sin duda la más audaz le gustaba meterse en líos y era bastante lista para su edad.

El ambiente se puso un poco tenso pero la atención de todos estaba puesta en Leah y su propuesta así que ella prosiguió —Hasta yo estoy harta de las historias de la señora Madeline por qué no ponemos una a prueba y después le contamos que no pasó nada así parara de una vez por todas—dijo orgullosa de su plan. 
—Me gusta la idea—dice Oliver. Evelyn le dio una mirada a Thomas para ver qué respondería cuando Thomas se dio cuenta el rápido respondió —Sí, podría ser divertido... qué opinas tú Evelyn. —No es mala idea, aunque no creo que Sean gallina acepte—dijo ella con un intento que el plan no siguiera porque ella también estaba asustada de las historias y no estaba emocionada de ponerlas a prueba.
—Hagámoslo—exclamó Sean poniéndose de pie.

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