Si hablamos de sentir, Mihrimah no sentía nada. Su cuerpo era un navío vacío, y su corazón un puerto deshabitado. Aún recordaba cada emoción vivida en aquellos meses de duelo. Emociones que no se habían marchado, solo se habían transformado en una coraza opaca. El luto había comenzado cinco meses atrás, y aunque todos aseguraban que debía continuar con su vida, ella sabía que había muerto con Mehmet.La negación.
—¡No! ¡No! ¡Saquen a todas estas mujeres de aquí! ¡No pienso casarme! —gritaba Mihrimah, mientras cuatro jóvenes doncellas intentaban acercarse con telas bordadas de hilo de plata y alhajas para probar sobre su cabeza.
Hatice, con su vientre abultado por el embarazo, la observaba con ojos vidriosos. No solo era su sobrina, era también una sombra de ella misma, una víctima del destino palaciego.
—Cariño, por favor... —suplicaba Sha Sultán, con un tono quebrado, consciente de que esa súplica caería en oídos vacíos. Todas habían pasado por eso.
—¡Silencio! ¡Saquen este asqueroso vestido! ¡No quiero saber nada de esto! —gritó la princesa, arrancándose con furia los broches dorados del corpiño.
Las doncellas, temblorosas, retrocedieron, pero una de ellas —una mujer de edad con voz firme— dijo sin titubeos:
—Son órdenes del Sultán, sultana. Debemos proceder a hacer la prueba del vestido.
—¡Largo! —la palabra salió con la fuerza de un látigo.
Pero las muchachas reincidieron. El deber les dolía tanto como a ella, pero no podían rehusarse.
La ira.
—Sultana, necesitamos su aprobación para la decoración floral del jardín —susurró una sirvienta de voz suave.
—¡Mujer, te cortaré la lengua si sigues hablando de este maldito matrimonio! ¡Vete! —rugió Mihrimah, fuera de sí.
—Sultana Mihrimah, no sea así con las criadas. Cumplen órdenes —intervino Süleyman Agha con respeto.
—¡Cállate tú también! ¡Sácalas de aquí, que vayan con su majestad o mi madre! ¡Yo no me encargaré ni de la tiara que usaré ese día!
El palacio entero sentía el peso de su dolor. El rumor del grito de la princesa recorrió los muros de Topkapi como una brisa envenenada. Era el grito de una doncella cuyo destino no le pertenecía.
La negociación.
—Mihrimah —llamó la voz grave de Mehmed, entrando a la sala privada donde ella permanecía recostada sobre cojines de brocado.
—No vengas a decirme que seré feliz. No lo seré. No con ese hombre —respondió ella con una voz apagada.
—No vengo a hablarte de amor —dijo Mehmed, sentándose junto a ella—. Vengo a negociar.
Ella alzó la ceja con desgano.
—¿Y qué tienes para ofrecerme?
—Un trato: cuando yo sea Sultán... te daré el divorcio de Rüstem Pasha.
—No me parece que yo gane algo. Padre aún es joven y está vivo.
—No voy a matar al Sultán —contestó él con frialdad.
—Entonces, ¿para qué me hablas?
—¡Mihrimah, si tú no tienes nada que te proteja, no podrás protegernos a nosotros! ¡Vamos a morir en este mundo sin aliados! ¡Un divorcio es lo único que te puedo prometer! ¡No tengo más planes! —gritó con desesperación antes de irse, dejando tras él solo un silencio pesado y resignado.

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Serpiente Rusa |En Edición|
FanfictionTras ser despojada de su libertad y obligada a presenciar el brutal asesinato de su familia, Alexandra es vendida como mercancía humana en el mercado de esclavos. Su destino cambia cuando es adquirida como un exótico regalo para el sultán del Imperi...