Flashback
Los documentos cayeron como una lluvia de cuchillas sobre el escritorio del sultán. Hürrem los había arrojado con furia silenciosa, temblando de dignidad herida, mientras sus ojos verdes ardían con una verdad que exigía justicia.
-Léelos -susurró con veneno contenido-. Luego decide a quién crees.
Suleimán, pálido, ordenó de inmediato que trajeran a Firuze. La concubina entró, altiva, sin una pizca de temor. Sabía que su vida pendía de un hilo, pero también sabía cómo coserlo con palabras.
-¿Niegas haber estado casada con el Sha Tahmasp? -preguntó el sultán, su voz tan cortante como la cimitarra de un verdugo.
-No lo niego, pero no fue un matrimonio de amor. Fui vendida como pieza de ajedrez por mi familia, encadenada al trono persa sin voluntad -respondió Firuze con lágrimas secas, cada palabra medida, cada gesto una obra de teatro.
-¿Y la acusación de brujería?
-Salvé la vida de la madre del Sha con un remedio de laurel. Llamarlo brujería es insultar la sabiduría de nuestras abuelas -dijo, erguida, con el rostro como mármol, fingiendo dignidad.
-¿Y los infiltrados? La mujer que vigilaba a Mihrimah...
-¡Esa mujer fue enviada por el mismo Sha para vigilarme a mí, no a tus hijos! Temían que yo hablara, no que espiara -su tono se hizo suplicante, vulnerable-. Nunca miré a los príncipes con malos ojos, ¡nunca!
-Y las cartas con información sensible...
-¡Mentiras! Cartas que contenían datos sin valor, invenciones. Una distracción para los espías. Jamás traicionaría al imperio que me dio una segunda vida.
Suleimán calló. Su corazón estaba desgarrado entre la voz de la razón y el eco de sus sentimientos. Miró a Hürrem, tan inamovible como la justicia misma, y luego a Firuze, cuya actuación rozaba lo sublime. No podía ver con claridad.
-No importa tu pasado -dijo al final, sin convicción-. Lo importante es lo que eres conmigo ahora.
Y en ese instante, con esa frase, el juicio quedó sellado. Firuze fue absuelta. Hürrem, humillada en el silencio.
Fin del flashback
Durante un mes entero, Hürrem Sultan y el Sultán no cruzaron más que miradas distantes.
Las puertas del corazón de Suleimán parecían haberse sellado de nuevo. Firuze, por su parte, no fue llamada al lecho imperial ni una sola noche, y los pasillos del harén no resonaban ya con los perfumes de jazmín que antes anunciaban su presencia. El silencio pesaba más que el bullicio, y aunque todo apuntaba a que Hürrem había ganado, la traición de la Safávida se apagaba en murmullos apenas audibles. El castigo no llegó, y la justicia se diluyó como una gota de sangre en el baño de mármol.
Rüstem Pasha estaba furioso. Caminaba de un lado a otro, como una fiera atrapada en jaula dorada.
-¿Cómo puede el Sultán ignorar esto? ¿Cómo puede cerrar los ojos ante esa bruja? -repetía con la mandíbula tensa.
Hürrem lo escuchaba en silencio, con su larga cabellera roja recogida en una trenza que caía como una serpiente por su hombro. Estaba herida, sí, pero su dolor se había vuelto hielo. Frío. Cortante. Pensaba en cada momento en que fue maltratada, humillada, enviada a otro palacio como una criminal, ultrajada incluso con hijos en brazos. ¿Y qué hizo él? Nada. Nada por ella. Nada por los suyos.
-Qué idiota... -susurró para sus adentros, apretando los dientes.
Las puertas se abrieron entonces, dejando paso a la única criatura que aún podía arrancarle una sonrisa: Mihrimah Sultan. Hermosa, elegante, luminosa... pero con una sombra en el fondo de sus ojos que solo los atentos sabían descifrar.

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Serpiente Rusa |En Edición|
FanfictionTras ser despojada de su libertad y obligada a presenciar el brutal asesinato de su familia, Alexandra es vendida como mercancía humana en el mercado de esclavos. Su destino cambia cuando es adquirida como un exótico regalo para el sultán del Imperi...