Aunque la ducha había sido todo lo que necesitaba para enfrentar ese estúpido día; nada podría haberla preparado para lo que encontró en la cocina. Estaba satisfecha con su aspecto, se sentía guapa y sexy con su traje de colores alegre. Su bolso negro le daba seriedad y los extraños pendientes dorados que había comprado en un marcadillo de artesanos la hacían parecer joven y atrevida. Se sentía capaz de comerse el mundo.
O lo hizo hasta que observó los rostros serios de sus tres amigos. Apiñados alrededor de la mesa en la que habían cenado, sus semblantes fríos y tensos no se endulzaron al verla como normalmente hacían. Su atención estaba puesta en un pequeño trozo de papel blanco y gris, que parecía ser una manzana envenenada sobre su perfecto desayuno de familia.
—¿Chicos? —murmuró Raquel, acercándose con prudencia—. ¿Ocurre algo?
Como uno, alzaron la mirada y la clavaron en su rostro. Y como uno, lograron hacerla sentir intimidada y violenta en su propio cuerpo, destrozando el sentimiento de seguridad que la había abarcado.
Dirigiendo su mirada al pequeño pedazo de papel, resopló y rodó los ojos. Comprendiendo al fin sus expresiones.
—Por el amor de Cristo—gimió, agarrando su móvil del bolso—. Esto tiene que terminar de una vez...
Sin mirarlos, se dirigió directamente al chat de su padre e inició una grabación de voz;
—Papá, soy yo. Raquel. Tú hija—le recordó con ironía—. La que cumplía años ayer, por cierto. He encontrado la tarjeta de Arche Asociados, de nuevo. Ya te he dicho mil veces que no voy a cambiar de empleo—. Sin prestar atención a sus amigos, tomó la tarjeta y la tiró a la basura—. ¡Deja de meterlas por toda la casa! No voy a aceptar esa oferta. Muchas gracias.
Con un gruñido final, que pretendía ser una despedida, colgó la grabación y se volvió hacia la cocina. El desayuno todavía no estaba preparado y, a juzgar por la expresión seria de Arnau, no parecía que fuera a estarlo pronto.
Suspiró y se volvió a la nevera para tomar las gruesas lonchas de pan y la leche vegetal. No tenía los horribles desayunos de batidos para engrosar cuello que tanto adoraba Adrián, pero tendría que aguantarse sin sus proteínas por un día.
—¿Quién quiere café?
El silencio fue ensordecedor. Genial. Ya podía imaginar el rumbo que iba a tomar esa conversación en cuanto Arnau abriera el hocico.
Fingiendo que no notaba lo que estaba ocurriendo, puso el pan en la tostadora y encendió la máquina de café. Demorándose todo lo posible, volvió a abrir la nevera para tomar huevos y beacon, no podía enfrentar esta conversación con pura avena en el estómago. Necesitaba grasa y colesterol.
—¿Raquel? —pronunció Arnau al fin—. ¿Puedes darnos una explicación, por favor?
Tomando una ligera respiración, esforzó su mejor sonrisa y puso las primeras lonchas de carne sobre la sartén. Charlie se había movido a su izquierda en silencio y hacia equilibrios con cuatro tazas que había tomado de la despensa. Sus hombros apretados eran una evidencia plena de su tensión.
—¿Explicación? —repitió, oliendo el jugoso aroma de la panceta—. Ya sabes, mi padre haciendo sus cosas.
Retiró la carne y cambió las rebanadas de pan antes de poner los huevos. Alineó cuatro platos con cuidado de no manchar la flamante chaqueta que llevaba, sus apretados rizos trataron de caer sobre su rostro. Casi parecían tan hambrientos como ella.
—No es solo hacer cosas, preciosa—siseó Arnau—. ¿Te ha pedido un empleo en Arche Asociados?
«Mierda»
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El Jurídico Problema del Amor/ ONC2023
RomanceDespués de perder su último empleo, Raquel necesita unas malditas vacaciones. ¿Qué tienen los Señores Abogados en contra de las aprendices impertinentes y los vestidos alegres? ¡Y para colmo esa bruja le dijo que encontraría su amor verdadero! Solo...